¡Alabado sea Jesucristo!
Ciudad de México, Julio 7 del 2016.
Veritelius de Garlla, Apóstol Gentil.
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ANSIADA LLEGADA Y
CAMINO A VILLA GARLLA
Genua, Liguria; Ansiada llegada
Iunius XXVI
Año XX del Reinado de Tiberio Julio César
Las instalaciones militares de Genua son primordialmente navales y solo para transportación de tropas y suministros, tanto de llegada a Mediolanum, como de salida a Gallia; los ligures tienen derecho a la Ciudadanía Romana, pues Genua es un municipîum con sus propias leyes locales, pero basado en la Lex Romana. Todos los suministros de alimentos que yo entrego al Ejército Imperial, son embarcados desde Genua y van a lugares tan distantes como Asia y Ægyptus o Belgium y Germania Inferior. La actividad comercial en los muelles de Genua nunca termina y la movilización de personas es constante, pues también es un centro de reclutamiento para las campañas de Germania. Mis intereses aquí son muy variados, pues tienen que ver con mis responsabilidades como Comandante del Ejército Imperial en Europa; y los negocios de la familia como abastecedores de alimentos producidos en Villa Garlla.
Hace apenas treinta días estuvimos aquí Tadeus y yo para revisar los envíos de refuerzos de tropas para Germania Superior, así que no tendremos que ocupar ningún tiempo aquí. Hemos hecho tres jornadas de navegación idénticas: de Capreæ a Ostia; de Ostia a Piombius en Etruria; de Piombius a Genua; ciento cuarenta millas aproximadamente entre cada lugar. Con todo y lo que ha sucedido, los hombres están con buen animo y tienen mucho trabajo qué hacer en los próximos cinco días en que nosotros estaremos en viaje y en Villa Garlla. La tripulación completa se quedará en las instalaciones militares del puerto en Genua, en donde harán prácticas de lucha cuerpo a cuerpo en embarcaciones militares, como es el caso de La Liburna “Christina”.
Es la undécima hora del día, lo que significa que habrá cuatro horas más de luz solar; Tadeus, Marcus, Tremus y yo partiremos en tanto atraquemos; así podremos adelantar camino cruzando los Appennini Ligurius, que son el último brazo de montañas en el Septentrio Italiano antes de la gran planicie del Padus. El deseo por regresar a casa y con la familia, me come por dentro; ya saben que vamos para allá, pero todavía no saben las ‘sensacionales noticias’ que les llevo; espero que sean ‘tan sensacionales’ para ellos, como lo han sido para mí. Pernoctaremos en Tortonus, y desde allí, mañana sin descanso, Villa Garlla y Mediolanum serán nuestros otra vez.
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Tortonus, Liguria; camino a Villa Garlla
Iunius XXVII
Año XX del Reinado de Tiberio Julio César
Julio, Octavio, Tiberio y Gallio; esos son mis hijos varones. Minerva, Vesta, Diana y Venus, son mis hijas mujeres. A todos los amo como si fueran uno; bueno, eso en el caso de los hombres; pero en el caso de las mujeres, las amo como a sus nombres; como si fuesen diosas. La bendición más grande de los dioses para los humanos, es tener hijos. Yo amo a Roma y su Emperador, porque a ellos me debo; amo el arte de la guerra, porque es mi pasión; amo a mi esposa Lili, porque es mi ilusión; amo los caballos, porque son casi humanos; amo a los perros, porque son fieles amigos; pero sobre todo, amo a mis hijos, porque son mis dioses. Nada que yo haga en la vida tiene importancia primera sobre mis hijos; nunca he tenido que decidir entre ‘mis grandes amores’ y ellos, pero si así fuera, decidiría a su favor. Si los dioses nos dan a los hijos, como es; nos los dan para que les amemos encima de nuestra propia vida, pues solo en ellos nos perpetuamos.
Julio tiene veinticuatro años, nació en Achaia –pero no es helénico, es romano– cuando yo fui ascendido a Jefe de Cohorte; es instructor de tácticas militares tanto en Mediolanum como en Villa Veritas, en Roma; padece el mismo mal que su padre: ama apasionadamente el Arte de la Guerra. Aún no se casa porque no se ha enamorado de ninguna mujer; dice él que primero ha de divorciarse del amor que ahora tiene: la milicia. Es el heredero vitalicio de mi Título de Magíster Legionario, los demás se los ha de ganar él mismo. Pero pronto se casará, yo lo sé; a mí me sucedió exactamente igual.
Octavio tiene veintiún años y es un enamorado de la naturaleza; todo lo que tiene vida en Villa Garlla le absorbe su tiempo, sus fuerzas y su interés. También nació en Achaia –pero tampoco es helénico, es más romano que Julio– y él dice que la verdadera pasión de la guerra, radica en la vida; tiene razón, porque para realmente saber de la guerra, lo primero que hay que hacer, es sobrevivir. Las mejoras de semillas, la labranza de la tierra, los instrumentos de trabajo, la vitivinicultura; los animales y su mejor forma de aprovechamiento y repro-ducción; esos temas son su pasión. Él heredará Villa Garlla y sus campos de cultivo y crianza.
Tiberio tiene dieciocho años y no puede ser más diferente a sus hermanos mayores, porque tienen el mismo padre y la misma madre. Él nació en Belgium, cuando yo era General Comandante Legionario y lo único que a este hombre le interesa, son los libros; todos los libros que haya, sin importar el idioma en que estén escritos; ahora ya puede leer y hablar latín, griego, franco y tarracones. Éste sí quiere ser político; ansía ser Procurador de alguna provincia de Hispania o Gallia. No creo que lo logre, pero senador, seguro que será. Quiere dedicarse al estudio y perfeccionamiento de la Lex Romana. Todos mis libros, tabularii, escritos y pergaminos, serán su herencia, junto con Villa Veritas.
Gallio es un joven dedicado a la contemplación, yo creo que será Sacerdote Romano, theólogo o philósopho, porque lo único que realmente disfruta es ‘hablar con dios’, así dice él. Ahora tiene quince años e igual que Tiberio, nació en Belgium; y tiene una idea de la ciudadanía muy particular que resume en su frase más apreciada de cuantas repite: ‘El hombre es, de donde quiere ser.’ Realmente no sé qué será de este pequeño Garlla; pero ya los dioses dirán.
Minerva, de doce años que nació en Germania; Vesta de nueve años nacida en la Gallia; Diana, de seis años nacida en Hispania; y Venus de tres años, la única de mis ocho hijas e hijos nacida en Italia, más específicamente en Roma; éstas son mis ninfas: el aire de mis pulmones, la luz de mis ojos, el agua de mi cuerpo y el fuego de mi mente; son en una palabra, la razón de mi existir. A todas ellas su madre las convertirá en ‘auténticas damas romanas’; así me lo ha dicho Lili la tierra que me dio tan hermosas flores. Para ellas la herencia será todo el oro que yo tenga (que por cierto, ahora es mucho).
Esos son mis ocho vástagos, algunos serán ramas de otras ramas y hojas; y hasta florecerán y darán frutos; algunos solamente ramas y hojas; sin frutos, quizás. Algunas más serán podadas y renacerán en otras parcelas continuando la creación de nuevas semillas de su propia simiente. Mi nombre se continúa en los hijos de mis hijos siempre, pero mi esencia se queda segura en los hijos de mis hijas; Irremediabilis Naturæ Lexum.
Los regresos de campaña en una nación guerrera, siempre son multifacéticos: dan una gran tristeza si el hombre no regresa: ha muerto o ha sido capturado; o dan una mediana alegría: el hombre ha regresado, pero mal herido; y en el mejor de los casos pueden otorgar una gran alegría, el hombre vuelve cargado de triunfo y victoria, sano y salvo. Así es la guerra, todos los soldados lo sabemos; y también nuestras familias lo saben, lo viven y lo sufren. Roma es una nación guerrera por vocación de cultura; cuando esta nación nació, guerreaba para subsistir ante sus agresores; cuando nos consolidamos como estado, guerreábamos por el derecho a convivir; y ahora que hemos alcanzado la cúspide de la cultura, la convivencia y la realización, guerreamos para que todos los pueblos tengan lo que Roma: felicîtas, prosperîtas; honoris, legis, iustitia. Para eso somos operâris, opêras, operândum, para lograrlo. Eso es Roma y su Mágnum Imperium.
Es mediodía pleno cuando arribamos a los campos de Villa Garlla, el camino de entrada está flanqueado por todos sus habitantes; han venido felices a darnos la bienvenida por nuestro pronto regreso. Hoy habrá fiesta en las casas de Tadeus, Diófanes, Marcus y Tremus; y por supuesto en la mía; Lili, mi amada esposa y los racimos de frutos y flores que son mis hijos e hijas. Todos estamos felices de volvernos a ver, más aún si la campaña fue tan corta: solo duró catorce días y no hubo necesidad de guerrear contra nadie. Estos días son recordados siempre en los hogares de los Saldados Legionarios; el padre ha vuelto, y además, sano y salvo. ¿Qué habrá mañana?, eso no importa; lo verdaderamente importante es regresar.
En la plaza de Villa Garlla, frente al domus familiar, están todos los que deben estar: esposa, hijos, colaboradores y sirvientes; el señor de la Villa ha regresado. A todos beso, a todos abrazo, a todos acaricio, a todos saludo. Hemos vuelto, y debemos estar felices. La cena será al tiempo de comida, para que el gozo dure más. Pero antes que nada, primero al templo: a agradecer a los dioses sus cuidados y su benevolencia.
En todas las domus romanas hay un altar a los dioses, o al menos al dios predilecto, y es costumbre obligatoria celebrar un oficio de despedida (cuando hay tiempo para ello –al que nosotros no asistimos pero sí se celebró in austentis–), y uno de bienvenida sin excepción; en nuestro caso, éstas son la máximas celebraciones religiosas que realizamos. Es necesario agradecer lo propicio de las fuerzas de la naturaleza que no están sujetas a la voluntad; es menester dar gracias a los dioses por su colaboración divina en la legitimización de nuestros actos y funciones, en pos de la más importante autoridad terrena que un romano reconoce: El Imperium.
Esta vez la celebración de Auspicium a los dioses la presidirá el Magíster Sumo Pontífice de Mediolanum (quien tiene su mejor templo aquí en Villa Garlla); el ritual será fastuoso, pues como le indiqué en la misiva que le envié, será de despedida; es probable que algún día regresemos, pero eso solo los dioses lo saben. Los sacrificios serán a los tres Supremos Dioses: Iuppiter, Iuno y Minerva, pero como somos militia, por supuesto estará incluido Martis, dios de la guerra pacificadora; y como navegamos en nuestra labor, se incluye a Neptunus, dios del mar y de todas las aguas. Para las ceremonias del Focus Æternus estará presente la Archigallus, que es la Jefe de las Sacerdotisas de las Cibeles, con sus Auguris y sus Virgo Vestalis. El fuego que ellas produzcan, lo llevaremos en una lámpara que no habrá de apagarse nunca y con el cual encenderemos las ofrendas en Novus Villa Garlla en Capreæ.
Todos los presentes estamos con nuestras mejores galas y vestimentas, pues las ceremonias principales son por la vida que hemos conservado y el futuro que deseamos, pero del cual nada sabemos. Con la sola materialidad de las cosas, la vida es indigna de los dioses; siempre será necesario incluir nuestra voluntad para, al menos, intentar contactar con ellos espiritualmente. Un alma sin dios, es como un cuerpo sin vida.
Las ceremonias durarán dos horas o más, pero en el templo, todos estamos cómodos; y cuando los niños ya no lo están, salen a la plaza a jugar; sin embargo, también ellos tienen que aprender, también han de participar. El templo de Villa Garlla tiene un altar principal a nuestro Triunviratus Deus, nuestros tres dioses; dos más, secundarios pero no menos importantes, para Mars y Neptunus; quince más a dioses y diosas de la familia, el trabajo y las causas. Cada dies Solis para nosotros es verdadero dies deus, día de dios.
Solo con los dioses presentes en nuestras vidas, es que podemos asegurar la aceptación por ellos de lo que hagamos; porque vivir la vida sin dios, es como haber nacido solo para morir. Es la hora nona y empezaremos a cenar; al fin puede Demustus darme el parte de novedades de las dos semanas que estuve fuera, aunque informado de vez en cuando. En lo militar las campañas avanzan satisfactoriamente; tengo muchas misivas, ninguna que requiera atención inmediata, que responder a los Generales Legionarios. En los campos de cultivo y las factumae y molinos, se continúa con la producción de alimentos para el Ejército Imperial; las entregas han sido constantes y la recaudación de cobros también. Sin novedad; Pax Romana.
– ¡Ave Tiberius Iulius Cæsar, Imperator Maxîmum!, les digo a todos.
– ¡Ave César! Contestan a coro los presentes, agregando: ¡Ave Tribunus Legatus Veritelius de Garlla!
– Amigos todos, familiares y colaboradores; el Emperador me ha hecho portador de un saludo de bienestar y buenos deseos para cada uno de ustedes. El Divino Tiberio ciertamente es ya un anciano, pero los dioses le conservan en plenitud de facultades; platica, come y hasta cabalga como cualquiera de nosotros, y que algunos, aún mejor. Nos ha hecho un nuevo encargo para bien de nuestro Magno Imperio; ni siquiera el nombre les puedo decir. Para llevarlo al cabo, ha ordenado que toda mi familia y yo vivamos con él en Capreæ, la isla que él habita solo con su séquito y donde están sus magníficos palacios. Nos vamos nosotros, pero ustedes están en nuestros corazones, por lo que se van también en el recuerdo presentísimo. Por eso ha sido esta gran celebración religiosa, la cual agradezco a todos los que la han hecho posible y le pido a los dioses les bendigan a todos ustedes y eleven sus plegarias a ellos por nosotros. Ahora, “comamos y bebamos, pero no nos perdamos”.
Vuelvo a mi lugar en el triclinium, en donde solo se encuentra mi familia, y es Julio, mi hijo mayor quien toma la iniciativa para comentar el asunto:
– ¡Vaya que si es una gran noticia, pater!, ¡la familia Garlla viviendo en los palacios del Emperador! ¡Ya nobles, pues! Por supuesto que habrás decidido que al menos yo me quede aquí, ¿verdad?
– Sí Julio, así es. Sin embargo, nosotros nunca debemos considerarnos nobles, porque no lo somos; solo somos súbditos del Emperador.
– Es cierto eso, pater, sin embargo, hay muchos nobles que quisieran vivir en Capreæ y estoy seguro que nunca serán invitados ha hacerlo; en cambio, a ustedes sí les han llamado. Súbditos, es cierto, pero de los preferidos pater Veritelius.
– Tienes razón, Julio; le respondo. La villa donde viviremos es una hermosa e inmensa mansión romana, con un gran jardín interior más bello que mis sueños, circundada por más de treinta habitaciones a las cuales, por supuesto, no les falta nada; es más, podría yo decir que hasta les sobran muebles, cosas y adornos.
– No habrás ordenado que las sacasen, ¿verdad?; me pregunta con ironía mí amada esposa Lili.
– Nada he ordenado en la parte de habitación, eso lo harás solo tú, le digo para tranquilizarla.
– Pater, ¿hay caballos?, inquiere la pequeña Diana, muy preocupada.
– Por supuesto, mi amor, es el palacio del Emperador; allí no falta nada, la animo en su inocencia.
– Qué bueno, Patis, me contesta tranquila.
– Voy a renunciar a mi título de Magíster Legionario en favor de Julio, su hermano mayor, quien podrá empezar a gozar de sus beneficios desde hoy. De todos los cuantiosos beneficios que eso significa; pero también de las múltiples responsabilidades que representa. No he terminado de hablar, cuando aquél se lanza a mis pies agradeciendo.
– ¡Pater meus, eres un Mercurius de los dioses para mí en este momento, que grande y buena noticia es esa!
– ¿Qué será de mí, pater Veritelius?, pregunta Octavio con serenidad.
– Villa Garlla es tuya desde este día, todo lo que hay aquí te pertenece a ti; sin embargo, siempre habrás de tomar en consideración que todos podemos volver y que obligatoriamente nos darás espacio en el domus si te lo pedimos. Otro que no me deja acabar y está ya abrazado a mí rodeándome el cuello con sus fuertes brazos, y dándome besos filiales de profundo agradecimiento.
– ¡Patis, eres grande entre los grandes!, esto siempre será tuyo, aunque ya no vivas entre nosotros.
– Todos los demás irán conmigo y su mater a vivir a Capreæ; ya llegará el tiempo de más cambios. Por ahora, esos son los únicos. Entonces, tomados de los hombros como hacían de niños, Julio y Octavio dice con gran sonrisa:
– Bueno, sí, nosotros nos quedamos aquí, pero un mes completo nos vamos a descansar a Capreæ; ¡esto no podemos dejar de vivirlo! Si no, todos ustedes tendrán muchas cosas que contarles a sus hijos y nietos, que nosotros no vivimos; así que, por el momento “zarparemos juntos, Tribunus Legatus”, pater máximus; y me abrazan entre los dos con la fuerza de los Titanes.
– ¡Bravo, bravo, bravo!, se oye decir a alguien con el llanto apenas contenido; es Lili, mi amada esposa, que no ha resistido tantas emociones y llora como una lluvia de primavera.
– Julio y Octavio, escojan su gente, todos los demás se irán conmigo. Aquí deben vivir una Centuria de Legionarios, pues vive en este lugar un General Magíster de ellos. ¡Salud y buena fortuna para todos!
– ¿Cuándo salimos para Capriae, patis?; pregunta Minerva, la mayor de las niñas; que ha estado atenta a todo cuanto se ha dicho.
– En cuanto arreglemos todo, niña bonita y mía; y se dice Capreæ, no ‘Capriae’, eh?
La celebración continúa y las preguntas de todos también; el cambio será grande, claro está, pues convivir con el Emperador y su familia es un gran honor muy pocas veces otorgado a los patricîus del Imperio. Todos estos son bienes del “Christus Mandatus”, no tengo ni la menor duda. Ya ha sonado la diana de la primera vigilia y en el domus de Villa Garlla nadie se ha movido de su lugar; todo mundo pregunta, todos comentan, cada cual tiene algo qué decir sobre las noticias recibidas; pues sean propios (mi familia) o ‘extraños’ (mis colaboradores) todos se verán afectados favorablemente, eso espero, con los cambios. Tadeus, quien ha estado todo el tiempo con su familia en el triclinium asignado, se acerca sigilosamente a decirme:
– Tribunus Legatus, creo que la única misiva que debe atender ahora es esta: es de nuestros hombres, los emissarii del Fariseo Misael.
– ¡Claro, dámela!, le contesto.
¡URGENS!
Brundisium, Calabria, Iunius XXVI, del
Año XX del Reinado de Tiberio Julio César
Tribunus Legatus Veritelius de Garlla:
Confirmamos recibo de su misiva Iunius XXIV en día XXV. Día perdido por nosotros por carga y descarga de mercancías fletadas y provisiones de nave. Fariseo Misael, hermano de Leví de Cafaraúm, antes Recaudador de Impuestos del Imperio en Galilea, ahora discípulo de Iesus Nazarenus, importante “Mashiaj” (no entendemos, ¿Ungido?, ¿Hijo de Dios?), crucificado en Martis XXVI en Hierosolyma (Yerushalayim, dice él). Para Fariseo Misael, Iesus Nazarenus ‘non grato’, porque vida de su hermano Leví peligra. Shabat (dies Saturni) ceremonia solo, encerrado, sin contacto con otros todo el día. No come muchos alimentos ‘porque son impuros’. Vive en Athenæ, estudia ‘philosophia’ Helénica. Esperamos sus órdenes.
¡Ave César!
Ícaro y Galo, Emissarii
(Post data: Perdone si lo que escribimos en esta relación es confuso, pero no entendemos muchas palabras ni costumbres, solo repetimos sus dichos.)
¡Pobres hombres estos, están igual o peor que yo con todo lo que hay a lado del “Christus Mandatus”, no entendemos nada!, tal parece que andamos queriendo atrapar el humo con nuestras manos. Ya tenemos otro nombre que agregar a la larga lista de afectados: Leví de Cafarnaúm, hermano del místico y misterioso Fariseo Misael. ¿Cuántos nombres más agregaré a mi lista, si dicen que son miles sus seguidores? ¿Hasta dónde nos llevará todo este enigmático asunto de “El Hijo de Dios”? Mañana en paz, continuaré con ello.
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Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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