APARICIÓN A LAS SANTAS MUJERES (57 de 77)

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A¡Alabado sea Jesucristo!

 

México, D. F., Mayo 15 del 2015

VI.3.- APARICIÓN A LAS SANTAS MUJERES

(Mt 28, 9-10)

“En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: ‘¡Dios os guarde!’  Y ellas, acercándose, se asieron a sus pies y le adoraron. 

Entonces les dice Jesús: ‘No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.’”

 

            Parece una coincidencia, pero yo creo, otra vez, que es una ‘Diosidencia’.  Las coincidencias son la unión en un mismo punto (espacio y tiempo) de dos eventos que, viniendo de rumbos diferentes, se encuentran. Las coincidencias pueden resultar favorables o desfavorables; buenas o malas.  Las Diosidencias, son hechos que ocurren por Voluntad de Dios y en los cuales solo participamos como beneficiarios de su infinita Misericordia.  Las Diosidencias no tienen limitación de espacio y tiempo y siempre son favorables y buenas; nunca pueden resultar malas. 

            Las primeras tres apariciones son a Las Santas Mujeres; esas Discípulas del Mesías que siempre estuvieron junto a Él (como buenas judías atendiendo a Su Señor); y a las cuales la Tradición de la Iglesia Católica ha  identificado con los nombres de: María de José, La Madre del Señor; María Cleofás (o de Santiago – prima de la Santísima Virgen) y María de Magdala o Magdalena.  Las Tres Marías.

             Yo digo que la primera aparición fue para Santa María Madre; Prima Primerísima en todo. Aunque no se haya registrado en los Evangelios de esa forma, no tengo la menor duda de que la Santísima Virgen también fue Primera en esto.  Además, no es ninguna herejía querer hacer Primera a ‘La Llena de Gracia’, a ‘La Bendita entre todas las mujeres’, a ‘La Preferida de Dios Padre’.  La segunda (o primera según San Juan), fue para María de Magdala, cuando en el sepulcro ella conversa con el Rabboni, pensando que puede ser el hortelano del lugar; pero que cuando Él le habla, ella le reconoce de inmediato.  La tercera aparición (segunda según los Cuatro Evangelistas) es ésta que aquí se transcribe. Sea en la posición que fuere, son a las Santas Mujeres.  SON ELLAS LAS ESCOGIDAS; a ninguno de los hombres, (ni el impetuoso Pedro, ni al amado Juan, ni a los primos Santiago y Judas), a ninguno, para que nos duela a los hombres actuales.

            Insisto en ello, porque en la cultura Hebreo-Israelita-Judía (Patriarcal toda ella, durante más de seis mil años), las mujeres nunca fueron tomadas en cuenta como primicia para algo; algunas dirán que para nada.  Esto alcanzaba tintes de drama; pues cuando el primogénito no era varón, sino una bellísima niña, ni fiesta había.  Eso sí, cuando se trataba de casarlas, hasta dote había que dar.

            Esto que parece solo anecdótico e irrisorio, tiene una gran profundidad, pues es un Rabboni el que está haciendo los cambios a favor de las mujeres. Y,  si bien es cierto que los Escribas y Fariseos detentaban el poder en tiempos de Cristo (pues entre ellos mismos se nombraban como Sumos Sacerdotes); eran los Maestros, reconocidos como tales por el pueblo, los verdaderos guías espirituales de la nación judía.  Aparecen en tiempos de la Diáspora (cuando los israelitas son llevados cautivos  al exilio por el Imperio Babilónico) enseñando las tradiciones de los antepasados; y fueron los ‘sustitutos naturales’ de los profetas que Dios enviaba a su pueblo.  Algunos de los Macabeos eran considerados Rabboni, sin tener ellos facultades para profetizar.  Para ganar tal reconocimiento, el Maestro debía demostrar dotes de predicador, gran conocedor de las Escrituras y profetizar siempre con la verdad.  Los últimos Rabboni considerados por todo el pueblo como tales, fueron precisamente Juan el Bautista y Jesús de Nazaret. 

            Hago todas estas aclaraciones, porque a Jesucristo le seguían una gran cantidad de mujeres y realizó también una gran cantidad de cambios; pero muchos menos que los que en la actualidad queremos imputarle.  Santas Mujeres y muy queridas por el Señor, pero ninguna fue ‘Apóstola’;  ésos, solo fueron varones.  Muchas y muy devotas todas ellas, pero ninguna fue ‘Obispa’; ésos, solo hombres.  Dedicadas y entregadas al Evangelio, pero ninguna fue ‘Diácona’; para eso se nombraban varones.  Las Santas Mujeres todas, muchas más que solo las Tres Marías dentro de aquél selecto grupo de ciento veinte discípulos, recibieron el Espíritu Santo en Pentecostés; para predicar igual que los hombres La Buena Nueva, El Evangelio de Jesús de Nazaret.

            Muy preferidas del Señor, pero muy ubicadas todas ellas; libres del protagonismo masculino que a tantos hizo caer y que hoy continúa acarreando el acecho del Demonio contra el Mesías.  A muchos hombres tropezó el Satán, incluso a los elegidos; pero con la Santas Mujeres, nunca pudo.  Ni María Madre, ni María de Cleofás, ni María Magdalena fueron presas de sus argucias contra el Divino Maestro.  ¡Estas ‘Nuevas Evas’ sí te vencieron, Satanás!

  

Afectísimo en Cristo de todos ustedes, 

 

Antonio Garelli

 

 

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