¡Alabado sea Jesucristo!
México, D. F., Mayo 21 del 2015
VI.4.- APARICIÓN A LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS
(Lc. 24, 13-35; Mc 16, 12-13)
“Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran. Él les dijo: ‘¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?’ Ellos se pararon con aire entristecido.
Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: ‘¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que en estos días han pasado en ella?’ Él les dijo: ‘¿Qué cosas?’
Ellos le dijeron: ‘Lo de Jesús el Nazareno, que fue profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó.
El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.’
Él les dijo: ‘¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?’ Y, empezando con Moisés y continuando con todos los Profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras.
Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo el ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: “Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.” Y entró a quedarse con ellos.
Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomo el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero Él desapareció de su lado.
Se dijeron uno a otro: ‘¿No estaba ardiendo mucho nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos explicaba las Escrituras?’
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: ‘¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!’ Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.”
Yo llamaría a éste, ‘El Pasaje de los Dos Discípulos Incrédulos y Desesperados’; por lo general se le conoce con el amable subtítulo de ‘Los Discípulos de Emaús’.
Es el mismísimo Día de la Resurrección del Señor; deben ser como las seis de la tarde (según el comentario que hacen de que ‘atardece y el día ya ha declinado’); lo cual quiere decir que ellos salieron de Jerusalén como a las cuatro de la tarde (si tomamos en cuenta que han recorrido aproximadamente once kilómetros (dos hora a pie en esos caminos), según el dato que señala Lucano –quien era médico –, luego entonces, no muy confiable para estos cálculos), o sea que, ha pasado ¡UN DÍA Y MEDIO DE LA CRUCIFIXIÓN DE JESÚS!, y ¡DOCE HORAS DESDE QUE EL SEÑOR RESUCITÓ!, y estos ya van de regreso a su pueblo. ¿Qué no les había dicho a todos: ‘Al tercer día resucitaré.’? Entonces, ¿Por qué se van? ¿Por qué ha fallado su Fe? Simple: porque el acecho del Demonio contra el Mesías continúa; ahora contra sus discípulos.
San Lucas, a quien la Tradición de la Iglesia Católica señala que tuvo como fuente de información para sus escritos a la misma Santísima Virgen María y a los Evangelios ya redactados (de Mateo y Marcos), dice uno de los nombres de estos ‘incrédulos, impacientes y desesperados discípulos’: Cleofás. ¿Saben quién es Cleofás? Exactamente, el esposo de María de Cleofás, prima de María Madre (que está en Jerusalén con Ella, todavía); padre de Santiago (El Menor) y de Judas Tadeo; Apóstoles y primos de Jesucristo. ¡Este mismo es Cleofás!; a quien le ha tocado ser acechado por el Demonio, y que, para no variar con lo que ha sucedido con los demás, también ha fallado en su Fe. Y lo digo, ¡¡porque ya se iba de regreso a Nazaret!! A este pobre iluso, un día y medio de espera se la ha hecho mucho tiempo; y ha decidido que nada pasará, por lo tanto, se regresa a continuar su vida normal, como antes de que decidiera seguir al Mesías, junto con toda su familia.
¡Por favor, que no se tome como crítica negativa el análisis que he hecho de los acontecimientos! Son simples observaciones meticulosas sobre un detalle verdaderamente importante: Satanás seguirá con su acecho, y hasta ‘a los más seguros’ los hará caer, si es posible.
El Tío Cleofás, ha sido uno de esos rarísimos seres humanos a los que Dios Padre bendijo de forma descomunal: convivió con El Niño Dios, con El Joven Dios y con El Hombre Dios; antes, durante y después de su Unción como el Mesías. Solo imaginarme eso, convivir con Jesús de Nazaret durante veintiocho años (descontados los cinco que pasó en Egipto), ¡eso es lo que yo llamo una desmedida y perdurable Bendición de Dios! Junto con su familia: su esposa María (una de las ‘Santas Mujeres’) y sus hijos Santiago y Judas (Apóstoles ambos), ha disfrutado con el Señor un sinnúmero de momentos portentosos; entonces uno se pregunta: ¿cómo la fe de estos hombres no fue más fuerte que lo que demostraron?, ¿por qué se desesperaron al final?, ¿por qué dudaron ante las evidencias? La respuesta es una y sencilla: porque tuvieron que soportar al Demonio en acecho contra el Mesías; y éste se da de acuerdo a quien esté dirigido, en cantidad e intensidad. Claro está que no se requiere la misma cantidad de negación y mal contra uno de tamaño común, que contra uno de estos especiales; en ellos el Satán debió haberse ‘prodigado’ en su infame ataque.
El Demonio los ha hecho dudar de eventos absolutamente reales para la Fe, pero terriblemente difíciles de aceptar para la razón. Cleofás todo ha podido constatar en la vida del Salvador; él sería uno de los que debiera garantizar la teológica definición de “Verdadero Dios, verdadero hombre” respecto de Jesucristo. Y sin embargo, el Diablo le ha abrumado de tal forma, que en apenas un día y medio le hace desistir de continuar ‘siguiendo al Mesías’. Por supuesto que no juzgo a estos Santos de Dios por sus caídas, ¡claro que no!; antes al contrario, sus infortunadas experiencias me sirven para constatar la incesante y malvada intervención de Satanás en la vida de los seguidores de Cristo Jesús, y de lo que es capaz el Satán para tratar de arrebatarle al Señor, almas en camino a la salvación.
Esto me da una evidencia más: solos, sin la ayuda de Dios, no podemos vencer al Maligno. No importa cuánto tengamos en experiencias para demostrar la divinidad y magnificencia de un hecho relacionado con la Fe, si Dios no está con nosotros somos presa fácil de Satanás; pues su estado de espíritu (aunque sea maligno), supera nuestra condición humana restringida en el tiempo, el espacio y el pensamiento. De aquí se deduce lo más importante de este asunto: todos los hombres que han sido acechados por el Demonio en este tiempo, han caído al ser tocados en su Fe – Esperanza – Caridad; la razón: falta el Espíritu Santo para hacer contacto con Dios. Por eso Cristo Jesús ha prometido al Paráclito, porque solo con Él podremos rechazar efectivamente al Satán; ya que el Espíritu Santo eleva nuestra condición humana física, a un estado espiritual que podemos alcanzar en nuestra persona humana de cara a Dios. Por eso tenemos la materialidad para contactar al cosmos y la espiritualidad para el contacto con Dios.
Sin embargo, la voluntad humana para aceptar el bien y rechazar el mal, siempre está presente en nosotros; esa es la razón por la que Dios siempre nos da, al menos, una segunda oportunidad ante el desprevenido ataque del Demonio. Y, la verdad sea dicha, la gran mayoría de los atacados y vencidos, han logrado reponerse de su caída en esa segunda instancia. ¡También estos!, pues Lucano asienta que: “...levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos…”
¡Tu acecho y ataque han sido rechazados Satán! Tendrás que intentarlo en otra ocasión, en la cual, seguramente, también serás vencido.
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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