¡Alabado sea Jesucristo!
México, D. F., Mayo 25 del 2015
VI.5.- APARICIÓN A LOS DISCÍPULOS REUNIDOS
(Mc 16, 14-18; Lc 24, 36-49; Jn 20, 24-29)
“Por último, estando a la mesa los Once Discípulos, se les apareció y les reprendió por su incredulidad y sus dureza de corazón, por no haber creído a quienes le habían visto resucitado. . .”
Evangelio según San Marcos
“Estaban hablando de esas cosas (de la aparición en Emaús), cuando Él se presentó en medio de ellos y les dijo: ‘La paz con vosotros.’ Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu.
Pero Él les dijo: ‘¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo.’ Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies.
Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: ‘¿Tenéis aquí algo qué comer?’ Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos.”
Evangelio según San Lucas
¡Obviamente, lo que Jesucristo quiere es que fortifiquen su Fe!, porque la Fe es el músculo con el que nuestra voluntad se fortalece de cara a Dios; (y al igual que nuestros músculos corporales: a mayor uso mejor rendimiento; o dicho en contrario: músculo que no se usa, se atrofia). Por eso les reprende por su falta de confianza en lo que creen; en lo que el mismo Señor les dijo: “. . . resucitaré al tercer día.” ¡Pero el Demonio está al acecho del Mesías! Y ahora la mejor opción es ‘golpear’ con incredulidad la Fe de los Apóstoles y discípulos, la de todos; cuanto más duden, menos creerán; cuanto menos crean, menos harán; y cuanto menos hagan, mejor para el Satán.
En tratándose de Fe, con una aparición hubiese bastado; pero tratándose de la fe de los galileos que el Señor llamó a ser discípulos de Él, serán necesarias más de media docena de ocasiones, porque éstos no son fáciles de convencer. Igual le sucedió con los Milagros, tuvo que hacer muchísimos y, si mi memoria no me falla, los únicos que no repitió fue la transformación del agua en vino; y la tempestad calmada. Al menos dos veces resucitó a un muerto (la hija de Jairo y Lázaro, su amigo); al menos dos veces multiplicó los panes; al menos dos veces caminó sobre las aguas; decenas de veces curó paralíticos, otras tantas expulsó demonios y recobró la vista de ciegos. Todo para que le creyeran sus discípulos, para nada más; nosotros hemos creído de lo que a ellos les manifestó; nos aprovechamos de ello, es cierto, ¡¡pero a dos mil años de distancia!!
Por eso les reprende, porque no avanzan en su Fe en Dios; en Él como Mesías; y si siguen así, siempre serán presa fácil del acecho del Demonio. Por eso se ‘les aparece’ en medio de ellos, tan espontáneamente que quedan impactados, tan impactados que les muestra su cuerpo con las cinco llagas para que crean; ¡hasta come con ellos para dominar y exterminar su incredulidad!
Por supuesto que tienen que creer en Él, ¡nadie predica algo que no cree! ¡¡Y ellos tienen que predicar el Evangelio de Jesús!! Quiere su fe porque las manifestaciones van a pasar, los milagros dejarán de ser, los prodigios cesarán. Solo con Fe podrán entender la amplitud trascendental de lo que viene; la verdad teológica de sus enseñanzas; aún la mismísima venida del Espíritu Santo debe ser recibida con una inquebrantable Fe en Dios. Por eso les reprende, porque se han quedado de pescadores galileos, ¡y les quiere Pescadores de hombres en el mundo entero!
Pero Satanás también trabaja; no están todos, falta uno; y de ese se valdrá...
VI.6.- LA NEGATIVA DE TOMÁS
(Jn 20, 24-28)
“. . . Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: ‘Hemos visto al Señor.’
Pero él les contestó: ‘Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.’
Ocho días después, estaban otra vez reunidos los discípulos dentro y Tomás estaba con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: ‘La paz con vosotros.’
Luego dice a Tomás: ‘Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.’
Tomás le contestó: ‘Señor mío y Dios mío.’ Dícele Jesús: ‘Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.’”
Allí está el Demonio, por enésima ocasión; ahora con uno de los más fieles discípulos que Cristo escogió como Apóstol. Esta vez se aprovechará de la débil naturaleza humana, diezmada por el pecado; lo cual también es invento del Diablo. No obstante, ¡Yo amo a Tomás con todo mi corazón!, porque fue el único de los Apóstoles y discípulos que arrancó de Jesucristo tan grande bendición para todos nosotros: “Dichosos los que no han visto y han creído.” ¡En ti, Tomás, fuimos benditos por Cristo Jesús en nuestra Fe!
Con frecuencia somos demasiado duros para ‘juzgar’ esta caída de Tomás; sin embargo, fue él el primero que manifestó su deseo de morir fiel por el Señor: “. . . Vayamos también nosotros a morir con Él. . .” (Jn 11,16) Igualmente fue el primero en aclararnos el camino seguro para llegar al Padre, al solicitarle a Jesús: “. . . ¿Cómo podemos saber el camino? . . .” (Jn 14, 5); y arrancar del Divino Maestro tan maravillosa respuesta: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. . .” (Jn 14, 6) Y todavía más importante; es el primero que reconoce Dios a Jesucristo, al disculparse con tan sinceras palabras después de su duda: “Señor mío y Dios mío.” Ningún Apóstol o discípulo había llamado Dios al Señor. Hoy, cada vez que el Sacerdote levanta para mostrarnos el Cuerpo y la Sangre de Cristo en el altar, repetimos estas palabras igual de compungidos que Tomás: “Señor mío y Dios mío.”
A Tomás le llamaban el Mellizo por desconfiado, no porque tuviera un hermano gemelo. Le decían que para creerse él mismo que existía, debería tener un mellizo idéntico para comprobarlo. Era el clásico ‘a mi no me engañan’; y por eso dudaba todo. Y por allí fue por donde atacó Satanás para hacerlo caer: en su incredulidad natural. Pero el acecho no era solo para Tomás, que ya de sí era receloso; el acoso era para todos los demás también, pues si éste dudaba (sin importar sus características personales), los otros también podían flaquear en la Fe; y de eso se trataba.
¡Ese es Santo Tomás Apóstol! No estamos hablando de un incrédulo cualquiera; ya que todos nos identificamos en él cuando dudamos, cuando queremos otro tipo de manifestación para nuestra Fe. Todos los Apóstoles dudaron, no solo Tomás; todos dudamos, no solo el Santo Apóstol. Pero a él le aprovechó el Señor para dejarnos la Bendición de Fe y la lección apostólica.
Todos hemos sido ‘tomases’ en primera instancia, esto es, en la duda y la negación; sería conveniente que analizáramos si también hemos sido ‘tomases’ en la recuperación y la contrición: “Señor mío y Dios mío.”, dijo él; con plenitud de Fe – Esperanza – Caridad, in crecendo. Primero llamándole Señor, e inmediatamente reconociéndole Dios. ¡Yo amo a Santo Tomás, porque en su negativa fortaleció mis debilidades de Fe ante el Cristo! Y maldigo al Demonio por haberle acosado tan arteramente que, haciéndole caer, hasta mereció el Divino disgusto del Señor: ‘Porque me has visto has creído. . .”
Otro discípulo acechado, y otro caído; pero también pronto recuperado. ¡Tampoco aquí pudiste Satán! Y, ¡qué buena lección de Fe nos quedó! Simplemente reitero: ¡Yo amo a Tomás!
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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