APARICIÓN A MARÍA DE MAGDALA

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¡Alabado sea Jesucristo!

 

México, D. F., Mayo 11 del 2015

VI.2.- APARICIÓN A MARÍA DE MAGDALA

(Jn 20, 11-18)

“Estaba María Magdalena junto al sepulcro llorando.  Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies.

Dícenle ellos: ‘Mujer, ¿por qué lloras?’  Ella les respondió: ‘Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.’  Dicho esto se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.

Le dice Jesús: ‘Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?’  Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: ‘Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.’

Jesús le dice: ‘María.’  Ella se vuelve y le dice en hebreo: ‘Rabboní’ –que quiere decir ‘Maestro’–.  Dícele Jesús: ‘No me toques porque todavía no he subido al Padre.  Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.’

Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.”

 

            Algunas veces nos inclinamos a pensar que María Magdalena era una mujer vulgar, deleznable y desagradable.  Nada más lejos de su realidad.  María de Magdala era una mujer que había recibido muchos dones; pero los estaba usando en pos del mal, en lugar de ponerlos a disposición del bien.  Era una mujer muy hermosa; pero usaba el don de su belleza física para prostituirse como una ‘concubina de gran clase’; a cambio de poder, dinero e influencias.  Era muy inteligente; pero usaba su discernimiento para generar intrigas que siempre le favorecieran.  Era muy rica; pero usaba sus bienes materiales para sojuzgar y dominar a la gente que la rodeaba. 

            Una gran pecadora, sin lugar a dudas, llena del Diablo y con el alma vacía de Dios; hasta el día en que conoció a Jesús de Nazaret, quien ‘expulsó de ella siete demonios’ (Lc 8, 2; Mc 16, 9); con toda seguridad, uno por cada pecado capital (soberbia, lujuria, avaricia, gula, envidia, ira y pereza), librándola del mal. Cuando el Divino Maestro habló con ella por primera vez, María de Magdala sintió cómo su alma se llenaba del Salvador, transformándola en otra persona totalmente diferente a la que era.  La Magdalena dejó todo y dedicó su vida al servicio del Mesías.

            La relación entre María Madre y María de Magdala, fue igualmente tocada por la Llena de Gracia; hasta el grado de convertirse en la más allegada a la Santísima Virgen por el resto del Ministerio del Señor y hasta Su Pasión, Muerte y Resurrección, inclusive.  Razón ésta de la ‘Diosidencia’ (coincidencia Divina), de la aparición de Cristo a la Magdalena.

            Mucho se ha dicho y escrito de esta Santa Mujer, y solo con el afán de no confundirla con otras (y Marías, también), hago las siguientes aclaraciones al respecto: María Magdalena, no es María de Betania, la que ungió al Señor con aquél carísimo perfume de nardos; ésta era hermana de Lázaro y Marta, amigos íntimos de Jesús, los tres.  María Magdalena tampoco es la mujer adúltera (de la cual ni siquiera conocemos el nombre), que fue perdonada por Jesucristo cuando la iban a apedrear en el Templo y a la que  habían presentado al Divino Maestro para ponerle a prueba y hacerle caer. 

            María Magdalena fue Discípula de Cristo; formaba parte del ‘grupo de las mujeres que seguían a Jesús’, pero nunca fue ‘Apóstola’ (como hoy quieren enarbolarla), ni tuvo preferencia alguna de parte de Cristo Jesús con relación a los Doce.  No pudo haber sido; era mujer y tan solo por eso tenía un lugar específico dentro de las tradiciones judías, que el Señor no cambió.  Por supuesto que las demoníacas falacias que hoy en día escuchamos referente a una relación carnal o sensual entre la Magdalena y Jesús, son una intriga de Satanás en un mundo adicto a las ‘liberaciones hacia el libertinaje’.  Tal intimidad es del todo imposible, aún en nuestros tiempos y aún con los rabinos actuales; quienes pretenden justificar esas estupideces, ni siquiera saben lo más elemental del judaísmo. 

            La arrogancia de María de Magdala antes de su conversión, se debía a la gran aceptación y admiración que despertaba entre los conquistadores e invasores no judíos (gentiles y paganos), que habitaban Palestina en tiempos de Jesús.  Eran su belleza, riqueza, sagacidad e influencia lo que la hacían destacar; sin embargo, este ‘monumento viviente al Diablo’ fue ‘transformado’ por Cristo para dejar claro que el Hijo del Hombre había venido para ‘salvar a los pecadores’.  Si ‘alguien’ pudo haber enfurecido por su conversión, fue precisamente el Satán, pues perdía de esa forma ‘una pieza importante’ para su acecho contra el Mesías.

            Simón de Caná, el zelote e instigador del Imperio; Leví de Cafarnaúm, el recaudador de impuestos para los Romanos; ellos dos dentro de los Apóstoles; Zaqueo de Jericó, jefe de publicanos; y María Magdalena, una prostituta y endemoniada; dentro de los simpatizantes y discípulos; son buenos ejemplos de las almas dominadas por el Maligno, que Cristo Jesús ganó para el Evangelio y la Santidad de ellos mismos.  Publicanos y pecadores, sí, pero también con derecho a salvarse; también con la posibilidad de arrepentirse.  ¡Y lo lograron!, aún con el Demonio al acecho del Mesías.

 

Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

  

Antonio Garelli

 

 

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