¡Alabado sea Jesucristo!
México, D.F., Junio 1 del 2015
VI.7.- APARICIÓN A LOS DISCÍPULOS EN EL MAR DE TIBERÍADES
(Jn 21, 1-14)
“Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera.
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dice: ‘Voy a pescar.’ Le contestan ellos: ‘También nosotros vamos contigo.’ Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.
Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Díceles Jesús: ‘Muchachos, ¿no tenéis pescado?’ Le contestaron:
‘No.’ Él les dijo: ‘Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.’
La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de los peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: ‘Es el Señor.’ Cuando Simón Pedro oyó ‘es el Señor’, se puso el vestido –pues estaba desnudo– y se lanzó al mar.
Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaba mucho de tierra, sino unos doscientos codos.
Nada más saltar a tierra, ven preparando unas brazas y un pez sobre ellas y pan.
Díceles Jesús: ‘Traed algunos de los peces que acabáis de pescar.’ Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aún siendo tantos, la red no se rompió.
Jesús les dice: ‘Venid y comed.’ Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ‘¿Quién eres tú?’, sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan, y se lo da; y de igual modo el pez.
Esta fue la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.
El momento es espléndidamente humano, natural y lleno de agradables recuerdos; no tan solo para los pescadores galileos, sino también para los demás. ¿Cuántas veces habrán hecho esto el Divino Maestro y sus discípulos en los tres años que permanecieron juntos? Sin embargo, el corazón y el alma de los discípulos tienen sentimientos encontrados: creen, pero temen que se manifieste alguna duda en su Fe; han palpado el Triunfo de la Resurrección del Señor, pero no quiere sentir flaquezas en su Esperanza; están dispuestos a todo, pero no saben cómo manifestar su Caridad. En palabras que Cristo Resucitado le ha dicho a María de Magdala para ellos, el Señor ha ordenado ‘que vayan a Galilea, que allí le verán.’
Seguramente llevan ya horas esperando y su Divino Maestro no se ha manifestado; la desesperación empieza a hacerlos su presa. Y aquí está otra vez una oportunidad para el Demonio al acecho del Mesías. ‘Voy a pescar.’, dice el más desesperado de todos, Simón, Pedro; y como ya habló el líder, todos le siguen. Habrá pensado el Satán: ‘si desquicio a éste, los controlo a todos.’
Esta pesca que hacían los galileos (que por cierto se continúa en Israel), en mi tierra se hace en los esteros afluentes del río, en donde el agua es tranquila; a veces pasa uno toda la noche lanzando la ‘atarraya’ (especie de red circular), pero conviene, porque algunos suculentos peces no suben a la superficie en el día. Cada vez que leo este encuentro del Señor y sus discípulos, me acuerdo de las ‘fogatadas’ (así les decíamos), que realizábamos en el rancho para cenar unas riquísimas ‘gurrubatas’ (un especie de trucha absolutamente blanca y con miles de espinas) asadas a las brazas. El olor que despide el pescado al asarse, es indescriptiblemente delicioso; y el sabor, es como una ‘Aparición de Cristo’. Una delicia incomparable. Si ustedes no lo han hecho, se están perdiendo del acontecimiento físico narrado en el Evangelio. Se los recomiendo; la primera vez que lo hagan, nunca la van a olvidar.
Habiendo identificado al Señor, no dudan; pero no están ‘completamente’ seguros y eso es lo que Cristo maneja con Divina maestría. Al exasperado ‘capitán’ de la lancha, primero lo distrae con una pregunta, para Él obvia aún en la respuesta, y luego le conduce amablemente. Pero no es éste, sino el Joven Apóstol San Juan quien se ha percatado del método de su muy querido ‘Rabboni’ y descubre a Jesús diciendo: “Es el Señor”. Acto seguido, todos, de acuerdo a su propia forma de ser, se aprestan para alcanzar a su amado Maestro. La convivencia es por demás agradable
Jesús no permite que tan memorable ocasión sea opacada por cualquier intento del Demonio con sus acechos y protege a todos sus discípulos del Satán. No obstante, Simón, a quien Jesucristo ha renombrado como Pedro, ha sido tocado y el Divino Maestro le involucrará con un nuevo encargo: “Simón, hijo de Juan ¿me amas? . . . Apacienta mis ovejas. . .”
¡Ya te puedes ir Satanás, nada lograste! Todo el mal de tus dudas en esos Santos de Dios, solo germinará en Bien de Salvación.
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.