¡Alabado sea Jesucristo!
México, D.F., Julio 10 del 2015
C O N C L U S I Ó N
Este raro sentimiento que uno percibe cuando está terminando de escribir un libro, se parece mucho a las despedidas de las reuniones con los familiares y amigos: ha habido de todo, pero uno no quiere que termine; sin embargo, es prudente hacerlo. Especialmente por estos escritos, voy a conservar ‘un buen sabor de boca’, pues eran ideas que no quería olvidar sin ponerlas en ‘blanco y negro’. Como son muchas las ocasiones de debilidad en que uno da cabida al acecho del Demonio y sus ‘eventuales triunfos’, yo supuse, cuando me imaginé el contenido del libro, que tomar al Perfecto rodeado de imperfectos sería una buena forma de recopilar los diferentes momentos en que podemos caer y qué hacer para no fallar.
Está muy claro que nuestro Señor Jesucristo nunca cayó, ni dio ocasión para un ataque sorpresivo de Satanás; pero muchos le ayudaron en su vida humana para ser acosado por el Diablo. Los setenta y siete eventos escogidos (de entre cientos posibles), narran muy claramente cómo el Demonio está atento de mis actos, y más aún de mis debilidades, pues todos son una forma de interferir en el camino de la propia santificación; en la búsqueda personal del encuentro con Dios nuestro Señor. Muchas, muchísimas ocasiones nada puedo hacer para anticipar al Maligno interviniendo en nuestra vida; pero de una cosa siempre puedo estar seguro: solo, nunca voy a estar; siempre tengo al alcance la oración para contactar con Dios; siempre tengo a Cristo Jesús como mi seguro Redentor; y siempre puedo contar con el Espíritu Santo para sobre ponerme al Príncipe de las Tinieblas. Esta Santísima Trinidad que opera en beneficio mío, me ha dado una ‘trivalente’ fórmula de Dones para aplicarme en la búsqueda del bien:
Fe : Para creer lo que no alcanzo a razonar.
Esperanza : Para lograr con la oración, lo que no puedo con mis actos.
Caridad : Para manifestar la propia entrega, de cara a Dios.
Estos tres Divinos Dones, que poseo desde el día de mi Bautismo, no basta simplemente que los tenga; es necesario que se me vean. Que quede muy claro que éstas no son fórmulas mágicas; que quede muy claro que mi voluntad tiene una importancia fundamental para lograr todo cuanto yo decida realizar, ya que el libre albedrío es presencia viva de Dios en mí ser. Si realmente lo quiero, y además quiero que Dios intervenga, Él lo hace posible.
Alguna vez les decía a mis hijas que en todo, ‘no basta ser, también hay que parecer ser’. Y estoy convencido de esto, pues en una cantidad muy grande de citas Evangélicas encontramos evidencia de ello. Si quiero que Dios intervenga en mi vida, también ‘se tiene que ver’ que dejo a Dios intervenirla. No puede ser que quiera una cosa y yo mismo manifieste otra; la congruencia es fundamental para contrarrestar el acecho del Demonio. “Las palabras mueven, el testimonio arrasa.”
Satanás insiste en el acoso porque le doy oportunidad; pero el Divino Maestro dejó evidencia clara para vencerlo: Fe en Dios, Esperanza en la oración y Caridad en la acción. Aunque también, como se ha visto, es probable que lleve mi vida hasta un muy alto grado de santidad, y aún así (y precisamente por ello), seré atacado por el Demonio igual que como fue acechado el Mesías; y aquí es donde resalta la gran valía de la recomendación de San Pablo a los Romanos: “No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien.” (12, 21).
Solo el bien usó Jesús para contrarrestar el impregnado mal de los acechos del Demonio. En toda su existencia humana, antes, durante y después de su nacimiento, fue evidente el ataque constante del Demonio sobre el Mesías y quienes algo tenían que ver con la Encarnación del Verbo; bien fuera en la persona de su Santísima Madre, la Virgen María, o en San José ‘su castísimo esposo’ y ‘padre adoptivo de Jesús’. Cuántas acechanzas tuvieron que resistir para conservar la vida del Señor. Cuánto les debemos a estos Santos por la protección estoica que realizaron en el cumplimiento de sus deberes como ‘protectores del Niño Dios’; realmente creo que con cualquier debilitamiento de su fe o anteponiendo su voluntad a la Voluntad de Dios, no habríamos contado ni siquiera con el ‘Joven Dios’. Ese al que el Padre permitió que José le enseñara todo cuanto habría de conocer ‘como hombre’, para el buen desempeño de la ‘humanidad’ de su Ministerio. ¡Benditos sean María y José por haber resistido incólumes ante el constante acecho del Demonio contra el Mesías!
Y qué decir de aquellos que durante su juventud convivieron con el ‘Joven Dios’ (porque debió haberlos), muchos de los cuales habrían sido utilizados por el Satán para acechar al Mesías. Cierto es que no tenemos ‘evidencia suficiente’ para saber los detalles de cómo fue, pero sabiendo que Jesús también fue ‘adolescente’ y lo que ello significa, también a estos Santos de Dios hemos de agradecerles. Solo unos nombres como prueba de que existieron: Cleofás y María de Cleofás, su esposa, tíos del Señor; Santiago y Judas, hijos de ellos y primos de Jesús; Leví de Cafarnaúm (Mateo), a quien conoció precisamente en la adolescencia; a Simón de Caná, el hijo de la amiga de María Madre que vivían en Naím, y quienes se trataban ‘como en familia’ desde siempre. Por supuesto que habrá muchos nombres y a todos los quiero incluir, aún sin nombrarlos, en este sincero reconocimiento. ¡Gracias Santos Sin Nombre, pero que sabemos que existieron, por procurar al ‘Joven Dios’ en contra del acecho del Demonio contra el Mesías! También a ustedes les debemos mucho.
Y para la llegada del ‘Hombre Dios’ a la ‘vida pública’, deben ser miles los nombres de hombres y mujeres a los que debemos agradecer su ‘resistencia’ ante el acoso del Diablo; porque como sabemos, de todo y de todos se valió el Satán para acecharle. ¡Gracias Santos Desconocidos, por permitir con su negativa al Príncipe de las Tinieblas, que el Mesías apareciera en su existencia! Porque habiendo fallado uno de ustedes, nosotros no habríamos conocido al Cristo.
Veinte siglos después, el Demonio al acecho del Mesías sigue siendo una constante y una realidad; ahora es sobre todo ser humano que decida poner en su vida a Cristo Jesús como Redentor y Salvador. Tiene miles y miles de años de existir esta historia, de repetirse, de continuar; y seguirá hasta el Juicio Final, hasta que “El Diablo, su seductor, sea arrojado al lago de fuego y azufre, donde están también la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.” (Ap 20, 10)
Pero, hasta entonces, hemos de resistir y vencer el acoso de Satanás, porque él quiere nuestra perdición, no quiere que nos sujetemos a Jesucristo para nuestra Salvación. San Pedro, quien como Simón fue el gran ‘cliente’ de los acechos del Demonio, pero que de todos se arrepintió; cuando ya tenía el Espíritu Santo le dijo al Sanedrín: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”; y mis queridos hermanos en Cristo, ‘el que obedece, nunca se equivoca’, y el que obedece a Dios, se salva.
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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