¡Alabado sea Jesucristo!
México, D.F., Octubre 14 del 2014
II.7.- CURACIÓN DE LA SUEGRA DE SIMÓN, PEDRO
(Mt 8, 14-15; Mc 1, 29-31; Lc 4, 38-39)
“Al llegar Jesús a la casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. Le tocó la mano y la fiebre la dejó; y se levantó y se puso a servirle.”
Evangelio según San Mateo
“Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a la casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablaban de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles.”
Evangelio según San Marcos
“Saliendo de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella. Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó; ella levantándose al punto, se puso a servirles.”
Evangelio según San Lucas
Esta santa mujer (de quien no se registra su nombre), debió haber sido muy querida del Señor, pues además de haberla sanado con un gesto muy cariñoso (tomándola de la mano –algo inaudito para un Rabboni, quienes no podían ni tocar a las mujeres extrañas a su casa–), el incidente es tomado en cuenta por los tres Evangelistas Sinópticos. Y se entiende este hecho, pues no es difícil suponer que haya habido una buena amistad entre ella y Jesucristo. Hay que recordar que Jesús viajaba a menudo desde Nazaret hasta el Mar de Galilea aún antes de iniciar su Ministerio.
La casa de Simón y Andrés estaba ubicada muy cerca de la orilla del lago y era de las primeras que se veían llegando por el camino desde Magdala y Genesaret a Cafarnaúm. Afuera de esta construcción (bastante modesta, pero resistente en su edificación), conoció Jesús a los pescadores del Lago de Genesaret que más tarde serían sus primeros cuatro discípulos: Simón y Andrés su hermano, y Juan y Santiago, los hijos de Zebedeo; todos pescadores, todos ellos galileos.
Respecto a que es reconocida como la suegra de Simón, se deduce que éste estaba casado con su hija; sin embargo, nada se narra en los Evangelios sinópticos acerca de ella, por lo que se podría entender que ya hubiese muerto, y que Pedro se habría quedado al cuidado la madre de su esposa. Conviene también recordar que no se está hablando de hombres de mucha edad, sino de jóvenes todos ellos (pues, el mismo Jesús apenas tiene treinta años y todos sus discípulos fueron de menor edad que él), por lo que una mujer así les era muy útil para su vida, amén de muy querida por todos.
La zona del Lago de Tiberíades era la más densamente poblada de la región norte de Palestina, en plena Galilea; era el paso obligado de caravanas y viajeros procedentes de Siria y Fenicia hacia Jerusalén, bordeando por los caminos de la ribera occidental del Río Jordán hasta Jericó, para evitar los caminos desérticos de las llanuras de Samaria. Todas las poblaciones ribereñas del lago, desde Cafarnaúm hasta la antigua Kinnéret, en la ribera occidental; y de Betsaida hasta Hipo, en la margen oriental, bullían en comercio y actividades sociales y militares, por lo que Jesús las escogió para el inicio de la predicación del Evangelio. La población sumada de esas ciudades y enclaves (más de diez), era similar a la de Jerusalén, la gran ciudad de la Provincia Romana de Judea.
Una vez descritos los antecedentes, veamos ahora la significación del caso específico. Satanás ha tomado partido de una persona muy querida por todos, pues los discípulos ‘le hablan de ella’ y ‘le ruegan por ella’ a Jesucristo; quien no vacila en acudir en su auxilio. Es una gran oportunidad para la alabanza de Dios que aprovechará Cristo, de una situación adversa creada por el Demonio.
Así, una vez más, con el bien será vencido el mal; de lo inconveniente saldrá algo beneficioso; la congoja se transformará en alegría. Esto es precisamente La Buena Nueva: hacer vivir a todos los que tengan fe, las virtudes y bondades del Reino de los Cielos. Sin mucha imaginación, es fácil comprender la alegría de los Apóstoles ante la Divina intervención del Maestro, quien ha restaurado la salud de la amada mujer. ¡Las maravillas que el Mesías realiza, también son para los propios, no solo para los extraños!
¡Al final nada conseguiste Satán! ¡Dios ha sido alabado por sus Santos!
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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