CUSTODIA DEL SEPULCRO (54 de 77)

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¡Alabado sea Jesucristo!

 

México, D.F., Mayo 2 del 2015

V.14.- CUSTODIA DEL SEPULCRO

(Mt 27, 62-66)

“Al otro día, el siguiente de la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilatos y le dijeron: ‘Señor, recordamos que este impostor dijo cuando aún vivía: “A los tres días resucitaré” 

Manda, pues, que quede asegurado el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan luego al pueblo: “Resucitó de entre los muertos” y la última impostura sea peor que la primera. 

Pilatos les dijo: ‘Tenéis una guardia.  Id, aseguradlo como sabéis.’ Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo una guardia.”

 

            Leví de Cafarnaúm (San Mateo), su entrañable amigo, a quien el Divino Maestro había persuadido en la juventud que estudiara para Fariseo (y que acabó siendo recaudador de impuestos por la vileza de ideas y sentimientos que vio en esa gente), es el único de los Evangelistas que reseña este momento.  Claro, Leví conoce muy bien la clase de escoria que éstos son.  Ya hasta Satanás debe estar llorando su derrota en algún lugar de las Tinieblas y, sin embargo, los que durante tanto tiempo poseyó, ahora de su propia voluntad, siguen tramando cosas inmundas contra el Mesías.  Más mal, sobre el mal ya hecho, diríamos.

            Para la época de Jesucristo, los fariseos llevaban más de dos siglos de existir como secta (con una escuela de pensamiento diferente de la aplicación de la Ley de Moisés y las Tradiciones del Pueblo de Israel), pendientes al principio de las buenas costumbres, incluso conocidos como ‘hasidim’ (piadosos), fueron degenerando conforme su poder político aumentó.  En tiempos de Cristo, todo el poder gobernante, legal y económico dependía de los fariseos y sus círculos más íntimos de agremiados a la secta.  Mostraban una cara de enfrentamiento ante los conquistadores gentiles del Imperio Romano, pero mantenían contactos velados con todos los niveles de gobierno y milicia en Judea.  La red de corrupción, sobornos, abusos y extorsión que manejaban, abracaba en su totalidad la vida de los judíos.  No en balde El Divino Maestro dijo a sus discípulos: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos.  Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen.”

            Es probable que los ‘buenos fariseos’ a los que se refieren los Evangelistas en sus escritos (yo solo conozco de Gamaliel, Nicodemo y José de Arimatea), hayan sido hombres cabales en su desempeño; no lo dudo, lo que mucho me apena es que no haya podido difundir la verdad teológica, religiosa, cronológica y ‘práctica’ de Jesús de Nazaret como el Mesías, el Hijo de Dios, el Redentor.  Queda claro que tampoco la Fe de estos hombres era suficientemente fuerte para ‘mover montañas’, o al menos, aminorar la furia demoníaca de sus ‘colegas’ dentro del Sanedrín Judío.

            Con todo y que el sepulcro en donde fue puesto el cuerpo de Jesús estaba en un terreno de José de Arimatea, miembro del Consejo (Romano) y del Sanedrín Judío (a la vez); los Sumos Sacerdotes, sus ‘amigos’, ni siquiera tomaron en cuenta tal hecho, pues su ‘angustia’ es manifiesta respecto de su ‘posible resurrección’. 

            Nada de lo que yo esté completamente convencido, podrá levantar sospechas en mí. ¿Por qué la duda de los fariseos ante las palabras de Jesús: “A los tres días resucitaré”?  Si hubiese sido un ‘simple ser humano’ de ninguna manera resucitaría; entonces, ¿están ellos pensando que sí podría ser el Hijo de Dios, como se los dijo, y por lo que le condenaron a muerte?  Aquí yo podría decir: ¡Satanás, tu gente está empezando a dudar hacia el bien y la verdad!, y esto, definitivamente no te conviene, menos aún si te arruinaron la tarea de ‘desanimar a Jesús de querer ser el Redentor’ y ellos mismos te lo convirtieron al decidir su muerte en “El Cordero de Dios que quita el Pecado del mundo”.  ¡Cristo en el sepulcro y en camino de la Resurrección, todos los acechos del Demonio serán una bendición! 

Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

 

Antonio Garelli

 

 

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