¡Alabado sea Jesucristo!
México, D.F., Noviembre 3 del 2014
II.11.- EL ENDEMONIADO DE GERASA
(Mt 8, 28-34; Mc 5, 1-20; Lc. 8, 26-38)
“Y llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos. Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía tenerle atado con cadenas, pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle. Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con las piedras.
Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante él y gritó con fuerte voz: ‘¿Qué tengo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.’ Es que él le había dicho: ‘Espíritu inmundo, sal de ese hombre.’ Y le preguntó: ‘¿Cuál es tu nombre?’ Le contesta: ‘Mi nombre es legión, porque somos muchos.’
Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región. Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte; y le suplicaron: ‘Envíanos a los puercos para que entremos en ellos.’ Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los puercos, y la piara -unos dos mil- se arrojó al mar.
Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas; y salió la gente a ver qué era lo que había sucedido. Llegaron junto a Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor. Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y lo de los puercos.
Entonces comenzaron a rogarle al Señor que se alejara de su territorio. Y al subir a la barca, el que había estado endemoniado le pedía estar con él. Pero no se lo concedió, sino que le dijo: ‘Vete a tu casa, con los tuyos, cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti.’ Él se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados.”
Es ya el segundo año del Ministerio del Señor; esto sucede en la orilla oriental del Lago de Genesaret, en tierra de Perea frente a Galilea, en el pueblo de Gerasa, único puerto de los gerasenos. Hay que recordar que el antecedente de este evento, es lo que conocemos como “La Tempestad Calmada”; el Demonio está verdaderamente ‘endemoniado’, muy, pero muy enojado, pues. Satanás atentó contra la vida de Cristo Jesús y sus discípulos, pero además de no haber logrado su objetivo, abrió una gran oportunidad para que los Apóstoles vieran una vez más la Divinidad de su Maestro y palparan sus poderes, ahora en pleno dominio de los elementos naturales. Por supuesto que el Demonio continúa al acecho del Mesías y, cada día que pase el Señor predicando la Buena Nueva, Satanás incrementará y hará más profundos sus ataques en contra del Ministerio de Cristo.
Todo han preparado el Diablo y sus huestes para enfrentar a Jesús en un lugar que le es totalmente adverso, Gerasa. Quieren hacerle caer de cualquier forma, o al menos disuadirlo de su empeño por luchar contra el mal, especial-mente contra ellos. Le han montado un espectáculo irrepetible: seis mil diablos han tomado posesión de un solo cuerpo humano; pero uno de ellos ha entablado conversación con el Mesías e inclusive le ha suplicado que no intervenga. Pero Jesús no tiene intención de transigir con el mal, por lo que el hombre es liberado de sus opresores y recobra su libertad de voluntad. ¡Jesús tiene muy nerviosos a los ‘hijos de las tinieblas’; ya no quieren saber de Él.
Los gerasenos no eran judíos; no tenían ni el menor interés de convivir con ellos ni de respetar sus costumbres. Criaban cerdos (un animal impuro según la Ley de Moisés) y los vendían en los mercados de los pueblos de Galilea y Judea, para la gente que no era judía, o no guardaba ni la Ley ni las tradiciones, pero que vivía entre ellos; y por cierto, eran muchos: romanos, egipcios, griegos, fenicios y mesopotámicos, de todos había en Palestina ¡y a todos les gustaba mucho la carne de cerdo!, así que el negocio era muy bueno.
Una piara de dos mil animales, es un rebaño muy grande para poder alimentarlo; quizás por eso los Evangelistas narran que pacían en el monte, con hierbas y arbustos silvestres, en lugar de los tradicionales chiqueros de las casas o las haciendas. Los porqueros son tan repudiados o más que los pescadores, por el penetrante olor que retienen en su persona de los animales con los cuales trabajan; para los cuatro pescadores galileos que acompañan al Señor, este acontecimiento debió haber sido muy desagradable.
El hecho es que Gerasa, los gerasenos y los puercos le dan la oportunidad a Jesucristo de mostrar una vez más sus Divinas facultades. El enfrentamiento con el espíritu inmundo que le habla a través del poseído, denota una sumisión de éste ante el ‘Hijo de Dios Altísimo’, a quien ha reconocido y le ‘ruega encarecidamente’ que no le atormente. ¡Tan solo la presencia del Mesías, sin que Éste haga algo, desquicia a los demonios! ¡Así de determinante es el Bien frente al mal! Pero también está muy claro que Satanás ha bajado ‘por legiones’ para acechar al Mesías, ha traído a todos sus diablos disponibles para atacarlo; quiere a toda costa que Jesús se desista de su misión, quiere aniquilar al Salvador.
Para Cristo Jesús no importa que mueran ahogados dos mil cerdos, con tal de salvar un alma humana del sufrimiento de Satanás. Para eso ha venido al mundo, para ‘liberar a los cautivos’ de sus males. Él sabe que el acecho del Demonio continuará; pero todas esas ocasiones las usará Glorificar el Nombre de Dios entre los hombres.
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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