¡Alabado sea Jesucristo!
México, D.F., Noviembre 19 del 2015
18.- “PARÁBOLA DEL GRAN BANQUETE”
(Lc 14, 15 – 24)
“. . . Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: ‘Venid, que está todo preparado.’ Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: ‘He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses.’ Y otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses.’ Otro dijo: ‘Me he casado, y por eso no puedo ir.’ Regresó el siervo y se lo contó a su señor.
Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: ‘Sal a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos.’ Dijo el siervo: ‘Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio.’ Dijo el señor al siervo: ‘Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa.’ Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena.”
ACTOS DE PREPARACIÓN:
Qué bueno que te tengo, Bendito Don de la Fe, porque solo Tú puedes hacerme entender el tiempo y destiempo de lo Divino, para que yo comprenda la multi-ubicación de las palabras de Jesús.
Bendita seas Esperanza, teologal virtud que fortalece mi ser en la guarda paciente de la Voluntad de Dios en mi vida; y que asegura mi trascendencia en Él.
Y la Caridad, Don Divino para fundirme con Dios, llene toda mi persona humana en este contacto con mi Creador.
PETICIÓN:
Padre de bondad, anima mi espíritu para que yo esté siempre atento a tus invitaciones; que nunca sea capaz de desoír o rechazar tus mandatos, siendo receptivo de tu voluntad.
EL TIEMPO Y EL LUGAR:
Son las últimas semanas de la Vida y Ministerio de Jesús. Está todavía en la casa de Nicodemo en Karem, muy cerca de Jerusalén, atendiendo la invitación que éste le ha hecho a comer en su casa. Esta parábola es la respuesta de Cristo a un comentario de uno de los comensales, que ha dicho: “¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!” Por supuesto, esto no ha sido dicho con buena intención, sino con sarcasmo (pues Jesús está rodeado de fariseos, gente que despreciaba a Cristo), pero con todo y ello, el Divino Maestro aprovecha para predicar; más aún si se trata de gente con predisposiciones negativas ante El Evangelio.
LOS PERSONAJES Y ELEMENTOS:
El Hombre que da la cena, es Dios. El siervo del Hombre, es Jesucristo. Los invitados a la cena son, en principio, los israelitas y judíos del tiempo de Jesús (que conociéndole, que sabiendo quién es Él, no han atendido a su invitación). Todos los demás que son convocados y llevados a la cena, somos los que hemos escuchado La Buena Nueva, el Evangelio; atendiendo así a la invitación de Dios.
MEDITACIÓN:
¡Ya lo creo que haber disfrutado a Cristo Jesús en vida debió haber sido un gran banquete! Si para mí en estos tiempos, tan solo lograr su contacto a través de la oración es un dechado de alegría, para todos aquellos justos que ‘palparon’ su presencia en su tiempo, debió haber sido tan esplendoroso como indescriptible. Por ejemplo, para Andrés, el hermano de Simón, qué gusto debió haberle dado la primera vez que le vio, pues dijo: “. . . ¡Hemos encontrado al Mesías! . .” (Jn 1, 41)
En verdad que todo estaba preparado para la venida del Mesías: los “tiempos señalados” por el Profeta Daniel, se habían cumplido; “la Virgen que concebiría y daría a luz un hijo” profetizado por Isaías, se había cumplido; el “Germen para David” del que habló Jeremías había nacido; todas las profecías estaban llegando a su cumplimiento exacto. Hasta los Magos de Oriente lo sabían, y por ello llegaron preguntando por el “Rey de los judíos que había nacido”.
¡Qué bello tiempo debió haber sido ése! Y en cambio, aunque lo sabían, a los escribas y fariseos no les dio nada de gusto tener al Divino Maestro entre ellos. Creían que derrumbaría de inmediato todos sus dominios materiales, sus influencias políticas, su poderío social. ¡Y en verdad que lo hizo!, pero no como ellos lo esperaban. Qué bien lo dice San Pablo a los Romanos: “. . . porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias. . .”
Dos mil años después, seguimos disfrutando de ese gran banquete que Dios nos preparó en su Hijo, sin ser los invitados iniciales; esta es la Eucaristía, presencia real y continua de Cristo entre nosotros.
Sin embargo, y a pesar de saber que estoy siendo invitado a un banquete que no merezco, también yo le digo no a Dios en muchas ocasiones. Ya sea que se presente un trabajo que tengo que revisar, igual que los de la parábola que tenían que atender un campo; o que haya comprado algo nuevo y que necesito saber cómo funciona, como el del ejemplo que da Jesús que iba a probar su yunta recién comprada; o simplemente un compromiso social ‘ineludible’ que me aparta de la invitación de Dios, según señala el Señor en su magnífica comparación. Excusas y pretextos, eso es lo que antepongo muchas veces a la invitación Divina de participar en su banquete.
Pero ante la negativa de aquéllos del tiempo de Jesús, que fueron los primeros invitados, y ante la mía misma, el Señor tiene muchos otros invitados que han de disfrutar de su banquete, la Santísima Eucaristía, para bien de sus almas y de su salvación. Estos son hoy todos los cristianos que mantienen constante su fe en Dios, que han pospuesto todo por atender su invitación, que están conscientes de la valía que encierra permanecer unidos a Jesucristo.
Y esto es precisamente lo que tengo que cambiar en mí mismo. No puede ser que dándome cuenta de tal desprecio de tantos, a veces sea yo quien lo desaire. Nada, absolutamente nada debe obstaculizar mi atención inmediata a cualquier invitación de Dios. Debo ser alma dispuesta a sus llamados; debo ser materia lista a cumplir sus peticiones; debo estar presto a sus palabras. Porque ante una invitación del Señor, o atiendo, u otro será invitado en lugar mío.
FRUTO:
VOY A ESCRIBIR DOS PROPÓSITOS TANGIBLES Y ALCANZABLES QUE DEBERÁN CAMBIAR MI VIDA, A FIN DE SER UNA PERSONA CONGRUENTE ENTRE LO QUE ACABO DE APRENDER DE JESUCRISTO Y LO QUE DEBO HACER COMO UN DIGNO SEGUIDOR DEL SEÑOR.
1
2
ORACIÓN A MARÍA:
Virgen Santísima, ayúdame a ser solícito y atento ante el llamado de Jesús, Hijo tuyo y Señor nuestro, a fin de que responda yo con la misma prontitud que tú lo hiciste a sus palabras y con la misma amplitud de acción que tú concediste: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra.”
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
PADRENUESTRO – AVEMARÍA
En el nombre del Padre + y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén.
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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