EL IMPUESTO AL CÉSAR (37 de 77)

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¡Alabado sea Jesucristo!

 

México, D.F., Enero 30 del 2015

IV.7.- EL IMPUESTO AL CÉSAR

(Mt 22, 15-22; Mc 12, 13-17; Lc 20, 19-26)

“Entonces los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en alguna palabra.  Y le envían a sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle:

‘Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas.  Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo al César o no?’ 

Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: ‘Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Mostradme la moneda del tributo.’ 

Ellos le presentaron un denario.  Y les dice: ‘¿De quién es la imagen y la inscripción?’  Dícenle: ‘Del César.’ 

Entonces les dice: ‘Pues lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios.’  Al oír esto, quedaron maravillados, y dejándole, se fueron.”

            ¡Que caiga, que se equivoque, que haya de qué culparlo!  Si falla como hombre, nunca podrá ser el Redentor.   ¡Cómo estarán todos de desesperados, que los fariseos (con tal de hacer fallar a Cristo Jesús), ahora hasta aceptan la participación de sus más acérrimos rivales, los herodianos, la gente de Herodes!  Así es, al Demonio no le importan las relaciones humanas, lo que le interesa es el acecho sobre el Mesías. ¡Con quien sea, con lo que sea, pero que haya acecho!

            La dominación Romana para estas fechas, lleva más de trescientos años en todo el Mediterráneo; las guerras de conquista le han costado muchos hombres al Imperio y el Senado Romano quiere reducir estas pérdidas al mínimo.  Por ello han emitido un decreto sobre el cual las Legiones Romanas solo pueden hacer la guerra a aquellas naciones o pueblos que no acepten pagar tributo al César.  Todo ser humano conocido debe pagar los impuestos romanos; caso contrario, se considera enemigo de Roma.  Y si se es enemigo del Imperio, se está en guerra contra él.  Así de importante es este asunto del pago de impuestos y tributos para los romanos.

            Los reyes judíos, desde Hircano II (63 a C.) hasta los Herodes, pagaban muchos impuestos a los romanos: por la paz, por la vigilancia, por el comercio, por el ganado y por cada ser humano vivo que estuviese registrado como judío.  Además, pagaban tributos muy importantes a los gobernantes locales y al César por permitirles continuar con las prácticas religiosas según sus tradiciones.  El Sanedrín Judío (esto es, los Sumos Sacerdotes, los Ancianos y los Escribas), nunca estuvieron de acuerdo en estos pagos; sin embargo, como ellos no los recaudaban para el depósito a Roma (sino que era obligación de los reyes), se convertía en un asunto político de negociación, en las constantes confrontaciones y arreglos entre ambos bandos: la clase religiosa y la clase gobernante.

            Esta era una de las principales razones por la que los Recaudadores de Impuestos para el Imperio, eran gente tan poderosa en la sociedad judeo-romana y tan odiados por los miembros de Sanedrín.  Eran ricos e influyentes tanto en las cortes romanas como judías; y los escribas y fariseos los tenían considerados como ‘publicanos’, un título despectivo para señalarlos como ‘pecadores sin perdón’ de acuerdo a La Ley Mosaica.

            El cuestionamiento a Jesús de Nazaret era un arma de dos filos: si  respondía favoreciendo NO PAGAR IMPUESTOS a los romanos, SERÍA ENEMIGO DEL IMPERIO, con lo que inmediatamente era reo de muerte para ellos.  En cambio, si decidía A FAVOR DEL PAGO, hubiese sido declarado enemigo de las Tradiciones del Pueblo de Israel, dando pauta a una acusación que merecía la muerte, según la costumbre para el Sanedrín. 

            ¡El acecho no estaba nada mal pensado (el Demonio no es tonto)!  ¡Solo que el Divino Maestro era más hábil que sus inquisidores! Por eso les contesta: “... Pues lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios.” ¡Gran Maestro! ¡Qué respuesta más contundente!  “. . . Al oír esto, quedaron maravillados, y dejándole, se fueron.” ¡Nada lograste Satanás, más que enseñarnos la Justicia Divina, expresada por el Hijo de Dios!

Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

Antonio Garelli

 

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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.



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