"EL JUEZ INICUO" (26)

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¡Alabado sea Jesucristo!


Ciudad de México, Enero 14 del 2016.


26.- “PARÁBOLA DEL JUEZ INICUO”
(Lc 18, 2 – 8)

“Les decía una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer. ‘Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: ‘¡Hazme justicia contra mi adversario!’

Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme

…Oíd lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a Él día y noche, y les hace esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?”

ACTOS DE PREPARACIÓN:
Movido por la Fe, Divino don de la percepción extra racional, conduciré todo mi ser por medio de mis facultades superiores, para abarcar el mensaje de salvación del Señor y con ello lograr el ansiado contacto con mi Creador.
Igualmente, con el don de la Esperanza, reafirmaré mi anhelo de salvación a través de Jesucristo, único medio de redención del pecado.
Y con la Caridad, que es la fuerza por medio de la cual puedo materializar mis actos de amor al prójimo, llenaré mis acciones de santificación.

PETICIÓN:
Señor, infunde en mí el deseo de mantenerme en contacto constante contigo, y haz posible que me convierta en un asiduo ejecutor de la oración.

EL TIEMPO Y EL LUGAR:
Los discursos de Jesucristo en su última estancia en Jerusalén, son en verdad una fuente inagotable de enseñanzas. Éste, por ejemplo, dado en una parábola tan sencilla, ejemplifica a la perfección el valor de la oración. El Señor se encuentra en el Templo de Jerusalén, en los pórticos en donde se reunían hombres, mujeres, niños y gentiles, en distintos lugares, pero todos en el Templo.

Los Cuatro Evangelistas dan cuenta de un gran número de ocasiones en que Jesús oró al Padre. La cima de los montes, los lugares apartados; el silencio de la barca en medio del lago, eran los sitios preferidos del Señor para orar. Esa tarde en el Templo, cuando el bullicio había desaparecido y la soledad de los pasillos producía un silencio abrumador, Cristo aprovecha para darles a sus discípulos una lección sobre la importancia de la oración. Una enseñanza también para nosotros.

LOS PERSONAJES Y ELEMENTOS:
El juez inicuo, es la justicia humana. La viuda, somos todos. La actitud de insistencia de la viuda, es la actitud perenne que debemos mantener respecto de la oración. La aceptación de hacer justicia por parte del juez, es la garantía de que Dios atiende nuestras plegarias.

MEDITACIÓN:
Yo podría decir que esta es la parábola razón de este libro, ya que debido a la importancia que Jesucristo le da en ella a la oración (y ante el compromiso que todos tenemos de orar y meditar), a mí me pareció prudente integrar un documento que ayude a estar en contacto con el Señor.

Orar es platicar con Dios. Es hablar con el Señor con las propias palabras, no con formulismos preestablecidos. Es manifestarle al Creador mi agradecimiento sincero por los dones recibidos; es también pedirle su ayuda ante las necesidades muy personales; es en pocas palabras, un acto de reconocimiento de la grandeza de la Divinidad de Dios y la insignificancia de mi persona.

Dios hecho Hombre, Jesucristo, así lo dejó claramente demostrado; Él oraba siempre al Padre. Quiero entender que lo hacía de ‘Verdadero Hombre’ a Dios. No de Dios a Dios, sino de Hombre a Dios. Como manifestando claramente que en mi condición de humano es indispensable el contacto constante con el Creador.

Nuevamente, maestría divina en el ejemplo dado por el Rabboni. Solo me quiero imaginar aquel primer grupo de discípulos en ese momento; pasmados ante Jesús, oyendo sus palabras como queriendo que no se les olviden nunca. Habrán dicho: “¡Claro, si el juez inicuo es capaz de moverse hacia la rectitud solo por evitar la insistencia, cuánto más el Padre atenderá nuestras súplicas con prontitud, si Él es perfección absoluta!” Ni más qué decir, ni qué dudar. El Maestro ha indicado con absoluta contundencia, que es necesario mantenernos insistentemente en oración.

¡Orar, tengo que orar! Si quiero ser hombre de Dios, primero tengo que ser hombre de oración a Dios.

Ya en otra ocasión el Señor se ha referido a la importancia de insistir en la oración; es precisamente cuando enseña el “Padrenuestro”, donde señala: “Así que os digo yo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y quien busca, halla; y al que llama, se le abre.” (Mt 6, 7 – 8) Ante estos hechos, la evidencia está muy clara, orar es indispensable para contactar con Dios. Si Dios hecho Hombre lo hizo, ¿cuánto más yo, criatura insignificante? Por lo tanto, si no oro, es porque no quiero estar en contacto con mi Creador.

Y en este nivel de análisis primario, es cuando empiezan a salirme todas las excusas y todos los pretextos de mi falta de apego a la oración: ‘es que no tengo tiempo’, ‘es que me distraigo muy fácilmente’, ‘es que me da mucho sueño’, ‘es que no sé qué decir’; y el peor de los momentos viene cuando me atrevo a decir que ‘no escucho a Dios y que siento que Dios no me escucha’.

Si esto último es mi posición, simplemente no estoy haciendo caso de la recomendación del Señor en esta parábola: insistir, insistir, insistir.

Por supuesto que rendirme ante los pretextos sobre la insistencia, es darle oportunidad al Demonio para mantenerme lejos de Dios. Si la oración es el único medio con el cual me puedo comunicar con Él; y si lo que Satanás quiere es precisamente que no tenga contacto con mi Dios y Señor, pues queda claro que todo eso me sucede porque estoy permitiendo que se haga la voluntad del Diablo y no la mía, y mucho menos la de Dios. Así, entonces, la razón por la que Jesucristo señala la perseverancia en la oración como una cualidad a lograr, es en efecto vencer al maligno y permanecer en comunicación con el Padre.

FRUTO:
VOY A ESCRIBIR DOS PROPÓSITOS TANGIBLES Y ALCANZABLES QUE DEBERÁN CAMBIAR MI VIDA, A FIN DE SER UNA PERSONA CONGRUENTE ENTRE LO QUE ACABO DE APRENDER DE JESUCRISTO Y LO QUE DEBO HACER COMO UN DIGNO SEGUIDOR DEL SEÑOR.

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ORACIÓN A MARÍA:
Madre mía, “Reina del Santísimo Rosario”, obra máxima de nuestros rezos y oraciones, ayúdame a pedirle a Jesús que siembre en mí la necesidad de orar tan frecuentemente como Él quiera y yo lo necesite.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

PADRENUESTRO – AVEMARÍA

En el nombre del Padre + y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén.


Afectísimo en Cristo de todos ustedes,


Antonio Garelli

 

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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.



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