¡Alabado sea Jesucristo!
México, D.F., Diciembre 5 del 2014
III.8.- EL MUCHACHO EPILÉPTICO
(Mt 17, 14-20; Mc 9, 14-29; Lc 9, 37-43)
“Al llegar junto a los discípulos, vio a mucha gente que los rodeaba y a unos escribas que discutían con ellos. Toda la gente, al verle, quedó sorprendida y corrieron a saludarle. Él les preguntó: “¿De qué discutís con ellos? Uno de la gente le respondió: ‘Maestro, he traído a mi hijo que tiene un espíritu inmundo y, dondequiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar espumarajos, rechinar los dientes y le deja rígido. He dicho a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido.”
Él les respondió: “¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que soportaros? ¡Traédmelo!” Y se lo trajeron.
Apenas el espíritu vio a Jesús, agitó violentamente al muchacho y, cayendo en tierra, se revolcaba echando espumarajos. Entonces él preguntó al padre: “¿Cuánto tiempo hace que le viene sucediendo esto?” Le dijo: ‘Desde niño. Y muchas veces le ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él; pero, si algo puedes hacer, ayúdanos, compadécete de nosotros.”
Jesús le dijo: “¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree! Al instante gritó el padre del muchacho: ‘¡Creo, ayuda mi poca fe!
Viendo Jesús que se agolpaba la gente, increpó al espíritu inmundo, diciéndole: “Espíritu sordo y mudo, yo te lo mando: sal de él y no entres más en él.” Y el espíritu salió dando gritos y agitándole con violencia.
El muchacho quedó como muerto, hasta el punto de que muchos decían que estaba muerto. Pero Jesús, tomándole de la mano, le levantó y él se puso en pie.
Cuando Jesús entró en la casa, le preguntaban en privado sus discípulos: ‘¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle?’ Les dijo: “Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración.”
¡Ahora sí va en serio! (bueno, siempre había ido en serio), pero ahora sí ya han empezado los discípulos a enfrentarse a los demonios; cierto es que tienen que madurar, pero ya se dieron cuenta del acecho de Satanás contra el Mesías, su Divino Maestro, y han iniciado su participación activa en la lucha contra el mal.
La Santa Biblia, toda, contiene muchísimos eventos y pasajes relacionados con actos de fe. Con los Patriarcas, desde Enoc hasta Moisés; con los Jueces, desde Josué hasta Samuel; con los Reyes, desde Saúl hasta Sedecías. En todo tiempo, Dios siempre ha querido que declaremos abierta y sinceramente nuestra fe en sus Mandatos. Los Evangelios en especial, narran (como en este caso), situaciones en las que la fe debe ser puesta de manifiesto para poder obtener el milagro requerido. En todo el lapso que cubren las Sagradas Escrituras, más de cuatro mil años, también se muestran las evidencias del acecho del Demonio, para debilitar la Fe de los justos que quieren hacer la Voluntad de Dios.
Está por demás decir que cuando Dios se hizo hombre, este afán del Demonio por debilitar la fe entre los humanos, se volvió más que obsesivo, se convirtió en su única meta por lograr. No hubo acto del Señor en su Ministerio en el cual no estuviera Satanás debilitando la Fe; menospreciando la Esperanza; o atacando la Caridad de cuantos rodeaban o querían acceder al Señor. O bien lo hacía él directamente, o se valía de otros para lograr su cometido. Y Como se ha visto en los ejemplos tomados para este libro, en muchos casos lo logró. Pero esto no se debió a que el poder del Maligno sea equiparable al del Mesías, no; sino que la voluntad humana (que muchas veces se torna en necedad), ayudó al éxito momentáneo del Diablo.
Para que la Gracia actúe, es menester usar las Virtudes Teologales (Fe – Esperanza – Caridad), que son un Don de Dios; si esto no se da, y si además se decide libre y voluntariamente no usarlas, no hay efecto de Gracia, porque Dios respeta la voluntad. Esto es lo que estaba sucediendo entre esa multitud; la gente no estaba manifestando franca y llanamente su fe. Seguro por que el Demonio y sus secuaces estaban trabajando durísimo, pero el hecho es que los discípulos no pudieron expulsar al espíritu maligno que dominaba a aquel muchacho.
Esa es la razón de la expresión de Cristo Jesús: “¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros?. . .” Lo cual significa: hombres de poca fe; solo creen lo que ven y porque ven. Y esto queda de manifiesto en el último diálogo entre el Maestro y el padre del joven: “. . . pero, si algo puedes hacer, ayúdanos, compadécete de nosotros. . . ¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree! Al instante gritó el padre del muchacho: ‘¡Creo, ayuda mi poca fe!
Esta última confesión es lo que hace la diferencia: ‘Creo’, es la voluntad de dar firme asenso a las verdades que el entendimiento no alcanza a comprender; y ‘ayuda mi poca fe’, es la expresión de conciencia que acepta una carencia personal y que pide cooperación. Con esto, lo que Dios quiere, se ha dado; y por lo tanto, Él actúa.
Claro, una vez viendo al Mesías, los demonios nada tienen que hacer ante su poder, más que someterse. ¡Pero los únicos que verdaderamente han quedado muy desanimados y evidenciados con los acontecimientos, son los discípulos! El acecho del Demonio era evidente, y bien sea por la falta de fe de la gente o por la de ellos, nada pudieron hacer. El Divino Maestro les reconforta y les advierte con su sabio consejo: “Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración y el ayuno.”
¡Ya se le complicó la existencia al Satán! ¡Ya están operando los Apóstoles y Discípulos del Mesías!
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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