México, D.F. Julio 30 del 2015
En el nombre del Padre + y del Hijo + y del Espíritu Santo +. Amén.
PADRENUESTRO
“Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; . . .”
AVEMARÍA
“Dios te salve, María, llena eres de gracia. . .”
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
“Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía Tu Espíritu Creador. Y renueva la faz de la tierra. Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo; haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.”
2.- “PARÁBOLA DEL SEMBRADOR”
(Mt 13, 1 – 8; Mc 4, 1 – 20; Lc 8, 4 – 15)
“Habiéndose reunido una numerosa multitud y llegado a él desde todas las ciudades, les habló así por medio de una parábola: El sembrador salió a sembrar. Al ir sembrando, una parte del grano cayó a lo largo del camino, lo pisotearon y las aves del cielo lo comieron. Otra parte cayó sobre terreno pedregoso; brotó, pero luego se secó por falta de humedad. Otra cayó entre los espinos, y los espinos crecieron con la semilla y la ahogaron. Y otra cayó en tierra buena, creció y produjo el ciento por uno. Dicho esto exclamó: El que tenga oídos para oír, que oiga.”
ACTOS DE PREPARACIÓN:
Voy a ponerme delante de Dios, ante su magnífico altar celestial. Profundamente agradecido con Él, de la Fe que me ha dado. De que soy capaz de establecer un diálogo abierto y sincero con mi Creador.
Animaré mi voluntad para que se regocije ante la Esperanza de ser atendido en mis súplicas y oraciones, en este momento tan especial.
Pero sobre todo me enfocaré a percibir los designios del Amor de Dios, esa gran virtud con que nos ha provisto para percibirlo con el alma, animando todo mi ser para entender sus palabras.
PETICIÓN:
Jesucristo, que has venido al mundo para dejarnos tu palabra y tus designios de amor para hacerlos guía de nuestra vida, permíteme captar de tu Evangelio la acción multiplicadora que debo aplicar en mi vida de inmediato.
EL MOMENTO Y EL LUGAR:
Jesús ha permanecido en la casa de Pedro en Cafarnaúm. Ésta se encuentra muy cercana a la orilla del Mar de Galilea, en donde la tierra firme se alarga extendiéndose muchos metros antes del agua.
El solar de Simón no puede contener a la gente que se ha reunido, de tal forma que todos se acomodan como pueden para escuchar a Jesús, quien se encuentra en la puerta de entrada de la casa, que es el sitio más alto del lugar. Desde allí, y con el desnivel natural hacia el lago, se crea una especie de graderío muy propio para reunir, como en un teatro invertido, a un gran número de personas.
Este sitio era el preferido por Jesús para sus discursos y predicaciones; muchos de ellos se dieron en este maravilloso lugar. En otras ocasiones, Jesucristo subirá a una barca (como haciendo el escenario) y la gente le escuchará viendo hacia el mar.
LOS PERSONAJES Y ELEMENTOS:
El Sembrador, que es Jesucristo mismo. La semilla del camino, la semilla del terreno pedregoso, la semilla de los espinos y la semilla de tierra buena, es la Palabra de Dios. El camino, las piedras y rocas, la tierra con espinos y la tierra buena, nos representan a nosotros.
MEDITACIÓN:
Aquí conviene que transcriba también la explicación dada por el Señor:
“Este es el significado de la parábola: La semilla es la Palabra de Dios. Los que están junto al camino son los que oyen. Entonces llega el diablo y quita de sus corazones el mensaje, para que no crean ni sean salvados. Lo que calló sobre el terreno pedregoso son los que, al escuchar la palabra, la acogen con alegría, pero no tienen raíz; no creen más que por un tiempo y fallan a la hora de la prueba. Lo que cayó entre espinos son los que han escuchado la palabra, pero las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida los ahogan con el paso del tiempo y no llegan a madurar. Y lo que cae en tierra buena, son los que reciben la palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y, perseverando, dan fruto.”
Con esto bastaría para entender lo dicho por Jesús, ya que Él mismo se toma la molestia de explicarlo. Pero ahora me pondré personalmente en cada situación que el Maestro ha planteado.
Conozco el Evangelio, los mandatos del Señor y los resultados que obtengo de la aplicación en mí vida de los mismos, así como la falta de seguimiento de ellos. Pero soy materia caída por el pecado y constantemente estoy prestando demasiada atención a las insidias del demonio. No importa qué tan ampliamente domine el conocimiento acerca de las enseñanzas de Jesucristo, lo que realmente interesa aquí, es cuánto las aplique a mi forma de ser. En la salvación, saber no basta; es necesario vivir de acuerdo a ese saber, es hacer modo de vida todo cuanto conozca respecto del Evangelio, es dar testimonio con el proceder propio. Es ser “Luz del mundo y sal de la tierra”, parafraseando al Nazarita.
El ámbito de vida, el medio ambiente en el que me desenvuelvo, mis círculos familiares, sociales y profesionales determinan el campo por el cual transcurro. Unas veces tengo la oportunidad de dar fruto abundantemente y otras yo mismo me lo impido. Aquí me voy a detener un momento a analizar lo que he dejado de hacer por ‘pena’, por vergüenza, por evitar que ‘hablen de mí’. Por ejemplo: cuando nada digo en contra de la ofensa que alguien más haya hecho sobre uno conocido común; y que en ese momento está ausente. Y dejo que murmuren, e inclusive que hagan escarnio, sin que yo me atreva a interferir contra ese mal cometido. Y entonces, la palabra de Dios que yo conozco, que debe salir a relucir como faro en el mar nublado, es pisoteada y devorada por las aves del mal hasta el punto de ser eliminada por completo. Esta actitud solamente favorece el triunfo del demonio en donde yo pude haber actuado.
¡Y eso es precisamente lo que el diablo quiere que suceda, que yo no actúe! Resultado: desperdicio total de granos que pudieron haber dado fruto abundante. Estas semillas ‘que son Palabra de Dios’ en mi vida, las he dejado sin fruto.
Y qué decir de las semillas que germinan por un ímpetu pasajero. Como sucede en las grandes fiestas religiosas en las que nos involucramos durante el año. Por ejemplo, en la Cuaresma, que la guardo con apego material en cuanto a ritos y costumbres, pero no la continúo en los demás días de mi vida. O la Semana Santa en donde mi contrición puede ser muy profunda, pero se me olvida en las vacaciones de Pascua. O el Adviento, en el cual realizo actos piadosos de perdón hasta el Nacimiento de Jesús Niño, pero a partir de fin de año vuelvo a las andanzas de antes.
Esa es la semilla del terreno pedregoso, la que brota sin raíces, sin tierra en donde afianzarse, sin agua que la alimente. Ese soy yo cuando solo me acuerdo del bien hacer temporalmente; cuando pongo a Dios en mi vida de manera pasajera; cuando no insisto en mis acciones de verdadero cristiano, de hombre del Evangelio. Esta actitud solo desperdicia la semilla, la Palabra de Dios, en donde muere el grano pero no alcanza a dar el fruto de su germinación. Yo no debo ser ‘pueblo que ame a Dios con los labios’ por un momento o de vez en cuando; yo debo ser ‘pueblo que tenga a Dios en su corazón’, que desde lo profundo de mi ser manifieste mi apego a sus mandatos; que sea reflejo de la luz que es el Evangelio en mi vida, siempre y en todo momento. Si ya soy semilla que germina, porque conozco la Palabra de Dios, ahora es mi deber hacerla permanecer; no matarla por mis inconsistencias y mi amor pasajero al Señor.
Pero todavía es peor ser semilla entre cardos y espinos. La Palabra de Dios también tiene sus propios lugares de crecimiento; no debe ser expuesta en donde no dará fruto por más que crezca. Mi vida como cristiano debe seleccionar los ámbitos en que me muevo, las amistades que frecuento, las decisiones que tengo que tomar. Obviamente, por más que mi fe sea fuerte, mis conocimientos sean bastos y mis acciones sean buenas, si escojo círculos de vida hostiles a esos dones, y además infinitamente mayores a mis propias fuerzas, eso bueno que poseo será vencido, ahogado, exterminado.
También importan las tácticas contra el mal. No se puede ser ingenuo respecto a los resultados o a los planes de confrontación contra el demonio. El demonio también está en plan de lucha contra cada uno que escoja ser seguidor de Cristo. Si soy semilla de bien crecida entre abrojos, habré perdido algo más que la semilla misma, habré desperdiciado el tiempo, que es vida, en una batalla infructuosa. Por supuesto que debo continuar mi lucha de ‘ vencer con el bien al mal’, pero debo ser cuidadoso en mis posibilidades de triunfo, en las probabilidades que haya a mi favor, en que mis fuerzas sean superiores a las que atacaré, o que al menos no sea yo manifiestamente débil e inferior.
Si en el lugar donde estudio, trabajo o me desenvuelvo, cada una de las acciones que debo realizar me conduce al mal, y estoy solo entre mis condiscípulos, o entre todos los que laboran conmigo o entre mis amistades, sería iluso pensar que cambiaré eso por mí mismo. Primero debo aliarme al Señor, pedir en oración su fortaleza, y plantear convenientemente la estrategia a seguir. Cristo no quiere que yo sea derrotado, por más que muera defendiendo su Santo Nombre. Jesucristo me quiere vivo y quiere que yo triunfe, que consiga el arrepentimiento de un pecador, no ser absorbido por muchos de ellos.
No es confrontando al mal con fuerzas impulsivas e ilusas como lo venceré; es midiendo mis probabilidades, planteando mis estrategias, aprovechando mis posibilidades como puedo dar una batalla que me lleve a la victoria. Si mis probabilidades son la Gracia; mis estrategias la Fe, la Esperanza y la Caridad; y mis posibilidades los dones recibidos de Dios, entonces puedo dar la batalla. De forma contraria, antes de iniciar el combate ya estoy derrotado. Y Cristo no quiere que yo sea ahogado por las espinas y los abrojos; quiere que crezca separado de ellos para dar ‘fruto abundante’.
Con la semilla que crece en tierra buena, se recupera El Sembrador de las pérdidas tenidas por las que no dieron fruto. Ese soy yo, cuando soy lo que tengo que ser; cuando estoy donde debo estar, y cuando hago lo que he de hacer. Ese soy yo, cuando escucho y pongo en práctica La Palabra de Dios que medito del Evangelio. Ese soy yo, cuando me propongo ‘morir en vida’ testimoniando el bien y defendiendo la verdad. Ese soy yo, cuando con mis acciones hago ver a Jesús vivo entre mis hermanos los hombres. Cuando produzco al ciento por uno de lo que he recibido. Eso quiere Jesucristo de mí.
Cuánto ha esperado el Señor a que finalmente me decida a dar frutos; cuánto ha esperado a que germine en mí Su Palabra. Ya es tiempo de que me decida a ser productivo, ya es tiempo de que corresponda a su infinita misericordia, aunque sea con mis pobres resultados. Si bien es cierto que la paciencia del Señor no tiene límites (y que puede esperar hasta el infinito), también es cierto que mi vida sí los tiene, que concluirá en un lapso determinado; y que solo tengo ese tiempo para hacer Su Voluntad, para producir sus frutos, para serle útil en el engrandecimiento de su Reino. Gran error sería de mi parte, seguir haciendo esperar al Señor. Nada tengo seguro en mi existencia, por lo cual mi actuar debe ser inmediatamente.
FRUTO:
VOY A ESCRIBIR DOS PROPÓSITOS TANGIBLES Y ALCANZABLES QUE DEBERÁN CAMBIAR MI VIDA, A FIN DE SER UNA PERSONA CONGRUENTE ENTRE LO QUE ACABO DE APRENDER DE JESUCRISTO Y LO QUE DEBO HACER COMO UN DIGNO SEGUIDOR DEL SEÑOR.
1
2
ORACIÓN A MARÍA:
Madre Santísima, tú que te deleitaste viendo a Jesús creciendo, y aprendiendo del campo el valor de las semillas, haz posible que yo reciba Su Palabra como parcela fértil en donde se puedan multiplicar sus mandatos.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
PADRENUESTRO – AVEMARÍA
En el nombre del Padre + y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén.
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.