"EL TESORO ESCONDIDO" (7)

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¡Alabado sea Jesucristo!

México, D.F., Septiembre 3 del 2015

7.- “PARÁBOLA DEL TESORO ESCONDIDO”

(Mt 13, 44)

“El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo; un hombre, habiéndolo descubierto, lo volvió a esconder, y en su gozo fue y vendió todo lo que tenía, y compró aquel campo.”

ACTOS DE PREPARACIÓN:

            Ante lo sucinto de la explicación, voy a hacer uso de ese caudal maravilloso que es la Fe, Don Divino que me permite profundizar en los misterios del Evangelio.    Que cuanto haya de Esperanza en tus mandatos Señor, yo los recoja para beneficio de mi alma; para fortaleza de mi espíritu y para acercamiento sincero y entregado a Ti

            Y que todo esto que hoy perciba, sea alimento precioso para aumentar de manera significativa el uso de la Caridad, medio infalible de unión entre Tu Divina Persona, mis hermanos y yo.

PETICIÓN:

            Permíteme Señor abrir mi corazón ante tus misteriosos designios, para entender en mi vida, el significado de tus palabras.

EL TIEMPO Y EL LUGAR:

            San Mateo, único Evangelista que redacta esta concretísima parábola, la ubica junto con todas las demás que ha dicho el Señor en su predicación en Cafarnaúm.  Debemos entender con esto, que se refiere al mismo momento de la predicación de Jesucristo a aquella  gran cantidad de personas que se han reunido para escucharle y adherirse, si fuese posible, como uno más de sus seguidores.  Muchas horas debió permanecer el Divino Maestro hablándole a la gente; tratando de explicarles, a modo de que ellos entendieran, la importancia del Reino de los Cielos.

LOS PERSONAJES Y ELEMENTOS:

El tesoro escondido es la ‘Fe y la Gracia que vienen del Evangelio’, como dice San Benedicto XV.  Este tesoro, cuando lo cogemos como nuestro, hace posible nuestra transformación en Jesucristo; y entonces, como han hecho Mártires, Santos y Doctores de La Iglesia, ‘vendemos todo’ (cambiamos lo que poseemos por este tesoro) y nos dedicamos a su custodia, a su vigilancia.

El campo es la Palabra de Dios, en donde se encuentra el tesoro que es la Fe.  Y es también la Iglesia, protectora y proclamadora de la Palabra de Dios.

El hombre que encontró el tesoro, somos cada uno de nosotros, los que movidos por el descubrimiento, cambiamos nuestra vida anterior por una dedicada al cuidado de la Fe.

MEDITACIÓN:

¡Es muy claro el mensaje: dejar todo lo que tengo para cambiarlo por este inestimable tesoro que he encontrado, La Buena Nueva, La Palabra de Dios!  En apenas una treintena de palabras, Cristo ejemplifica con admirable maestría lo que debe hacerse al momento de encontrar la Sabiduría eterna del Evangelio.  Hay que cambiar todo lo anterior  por esto nuevo; hay que vender posesiones, rematar bienes, saldar cuentas, para lograr adquirir este campo en el cual he encontrado algo infinitamente más valioso que lo que antes tenía.

Pero a veces no quiero entender.  Me resisto al cambio.  Me amedrento ante las expectativas por mi propia inseguridad.  Y es que me faltan Fe y Esperanza. Me falta Fe en la entrega, en el convencimiento, en la aceptación de lo que, con diáfana luz, Dios me manifiesta que es mejor.  Me falta Esperanza delante de la evidencia para ponerme en las manos del Señor.  No me entrego a Él; quiero ‘seguir siendo amo de mi mismo’, plenamente libre y voluntarioso.  Me falta confianza para el cambio.  Pero no es que no lo sepa o no lo conozca, es que soy incierto y desconfiado.  Quiero las ‘seguridades humanas’ en lugar de las virtudes celestiales.  No confío plenamente en el Señor.

Y en cambio, allí está el tesoro; yo sé que existe (y mejor aún, que lo puedo poseer) y no me animo del todo para tenerlo.  Me detienen cosas, situaciones e ideas; solo entes pasajeros que hoy son y mañana no serán.  Y estoy perdiendo mis ‘oportunidades’ verdaderamente valiosas, ante ‘seguridades’ terriblemente pasajeras.

No dejo actuar a la Providencia en mi vida; le cierro las puertas, le derivo los caminos, le oculto mi persona.  Providencialmente yo soy ‘el hombre que ha encontrado el tesoro’ y en afán de mis inseguridades, o mejor dicho, de mis vanas seguridades humanas, estoy ‘cambiando mi suerte’ de ser el poseedor del mismo y de lo que ello significa.  Y Cristo es contundente en el accionar. . . “vendió todo lo que tenía y compró aquel campo.” 

¡Hoy será diferente, Señor, hoy haré el cambio!  Voy a dejarlo todo, a cambiarlo todo por tu oferta.  ¡Hoy quiero empezar a ser digno de ese tesoro y ese campo; quiero empezar a ser digno de Ti, Señor!

FRUTO:

VOY A ESCRIBIR DOS PROPÓSITOS TANGIBLES Y ALCANZABLES QUE DEBERÁN CAMBIAR MI VIDA, A FIN DE SER UNA PERSONA CONGRUENTE ENTRE LO QUE ACABO DE APRENDER DE JESUCRISTO Y LO QUE DEBO HACER COMO UN DIGNO SEGUIDOR DEL SEÑOR.

1

ORACIÓN A MARÍA:

            Virgen Santísima, ayúdame a encontrar la fortaleza de espíritu para hacer el cambio que tu Hijo me pide.  Tú sabes cómo; Tú sí pudiste decir “. . . hágase en mí, según tu palabra.” Enséñame cómo debo hacerle yo.

Por Jesucristo nuestro Señor.  Amén.

 

PADRENUESTRO – AVEMARÍA

 

En el nombre del Padre + y del Hijo + y del Espíritu Santo.  Amén.

 

Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

 

Antonio Garelli

 

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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.



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