¡Alabado sea Jesucristo!
México, D.F., Julio 16 del 2015
M E D I T A N D O L A S P A R Á B O L A S
D E
J E S Ú S D E N A Z A R E T
“Acercándose sus discípulos, le preguntaban: ¿Por qué causa les hablas en parábolas?
El les respondió: Porque a vosotros se os ha dado conocer los misterios del Reino de los Cielos; mas a ellos no se les ha dado.
Pues al que tiene se le dará, y tendrá en abundancia; mas al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene.
Por eso les hablo con parábolas: porque ellos viendo no miran, y oyendo no escuchan ni entienden. . . ”
San Mateo 13, 10 - 13
“Estas cosas os he dicho usando de parábolas. Va llegando el tiempo en que ya no os hablaré con parábolas, sino que abiertamente os anunciaré las cosas del Padre:
Entonces le pediréis en mi nombre; y no os digo que yo intercederé con mi Padre por vosotros.
Siendo cierto que el mismo Padre os ama porque vosotros me habéis amado y creído que yo he salido de Dios.”
San Juan 16, 25 – 26
“Así que os digo yo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis;
llamad, y se os abrirá.
Porque todo aquel que pide, recibe; y quien busca, halla;
y al que llama, se le abre.”
San Mateo 6, 7 – 8
INTRODUCCIÓN
Siempre he dicho que, si el Evangelio no nos dice algo muy actual y muy personal al momento de leerlo, entonces se convierte en un relato como cualquier otro o en Historia Sagrada solamente. Y eso significa que lo más valioso que tiene, que es precisamente la Buena Nueva, deja de existir para nuestro beneficio espiritual, para el contacto que debemos mantener con Dios como Creador nuestro, desde el sitio que debemos guardar como sus criaturas.
Fue mucho lo que habló Dios hecho hombre, pero fue poco lo que escribieron de Él los Evangelistas sobre sus magníficos discursos, parábolas o sentencias sobre el bien y el mal. De hecho, Las Parábolas propiamente dichas son 33; de las que no se repiten, San Mateo escribió 10; San Marcos 1; San Lucas 14; y San Juan 2. Repiten 3 los tres Sinópticos y 3 más son repetidas solo por Mateo y Lucas.
Debido a esto, ha sido necesario que los Santos Padres de la Iglesia, sus Doctores y sus insignes predicadores, hayan desarrollado tantos escritos al respecto; como ‘ampliando’ todo ese cúmulo de conocimientos que el Señor debió haber vertido en sus enseñanzas. Y esto es, ni duda cabe, Espíritu Santo para poder analizar, sintetizar y dictaminar el decir y el significado del Divino Maestro.
Yo no tengo ni la menor idea de cuántos de esos sapientísimos escritos existan –ya que el Magisterio de la Iglesia en sus dos mil años de historia está formado por centenas de miles de ellos– y la verdad, he leído muy pocos como para atreverme a decir que los conozco suficientemente para desarrollar ‘uno más’ de esos valiosísimos documentos. Además, para ello necesitaría yo el Espíritu Santo, el cual no soy digno de poseer o al menos de tener acceso a Él.
Mi intención, pues, es poder poner al alcance de todos los que no tienen las posibilidades intelectuales para hacerlo, el significado ‘muy actualizado’ para estos turbulentos años que vivimos hoy en día, de algunos de los más bellos pasajes del Evangelio: Las Parábolas de Jesús de Nazaret.
Y dado que en muchas de ellas no hay filosofía humana que las explique o teología inspirada que las haga más accesibles, me daré a la tarea de ‘meditar’ lo dicho por el Señor, y la aplicación que, desde mi muy personal punto de vista, pueden tener para nuestro tiempo y para nuestra gente: todos los cristianos del Siglo XXI.
Partiendo de la base que el término griego ‘parabŏla’ significa ‘comparación’, hay pues, una analogía en la que Jesús quiere que caigamos en la cuenta y con ello descubramos o entendamos la intención de su ejemplificación. Todas ellas son páginas insuperables de la literatura universal.
El esquema que usaremos en cada meditación será muy simple:
- Hacer La Señal de La Cruz.
- Rezar el Padrenuestro.
- Rezar un Ave María.
- Invocar al Espíritu Santo.
- Leer el Evangelio de la Parábola. (Trascrita)
- Señalar los actos preparatorios de Fe, Esperanza y Caridad.
- Hacer la Petición del Fruto a lograr en la meditación.
- Identificar el momento y el lugar.
- Identificar a los personajes y elementos.
- Realizar la meditación, personalizando en mí mismo (no del que esto escribe, sino del que lo lee), el mensaje del Señor, precisamente para encontrar en sus palabras una luz en el camino que me pueda conducir a Él y me ayude a permanecer fiel a sus designios, a fin de que éstos sean mi forma de vida.
- Señalar 2 propósitos de mejora inmediata y continua en nuestra vida, como fruto de la meditación.
- Oración a María.
- Rezar el Padrenuestro.
- Rezar un Ave María.
- Hacer La Señal de La Cruz.
Orar y meditar es algo que Jesucristo les insiste mucho a los Discípulos en los tres años de Su Ministerio; siendo varias las ocasiones en que los Evangelistas narran momentos de oración del Señor al Padre. Desde su cuarentena de ayuno en el desierto al inicio de su predicación, hasta la cruz en el Calvario, pasando por la Transfiguración y Getsemaní, Jesús ora siempre a Dios. La oración es un hecho cotidiano en la vida del Salvador.
Por ello, la pieza literaria por excelencia de nuestro Señor Jesucristo es, sin lugar a dudas, el “Padrenuestro” y se las da a sus Apóstoles ante la súplica de uno de ellos cuando le dice: “. . . Señor, enséñame a orar. . . ” Las nueve frases que lo componen, son un portento de perfección que no se ha logrado en ninguna otra oración. ¡Claro está, la hizo Dios hecho Hombre! Tiene absolutamente todo lo que se necesita desde el punto de vista teológico, litúrgico y pedagógico.
Analicémosla un poco siguiendo a San Mateo (9, 10 – 11):
1. PADRE NUESTRO. Primero lo primero; la oración se dirige al Padre. Además, Jesús así lo dijo, de modo que nadie lo puede discutir y mucho menos contradecir: Dios es nuestro Padre; lo que significa que nosotros somos sus hijos. Por supuesto que Cristo pudo haber dicho simplemente: “Padre”, y entonces hubiera quedado la duda de si también nosotros pudiéramos llamarle Padre.
Pero lo dijo muy claro y nos incluyó con Él (o en otro sentido, Él se incluyó con nosotros), para finalmente poder decir “Padre Nuestro”.
2. QUE ESTÁS EN LOS CIELOS. Dios habita en las alturas, en lo alejado del bullicio terrenal y humano, en la tranquilidad y en la inmensidad del universo. Por supuesto que Dios puede estar en todas partes, pero el Divino Maestro al poner esta frase nos alienta a lo grande, nos empuja hacia arriba, a lo que para nosotros en forma natural es inalcanzable: el cielo. En el cielo se ubica también la salvación, mostrándonos así el lugar a donde todos tenemos que llegar para habitar con el Padre Creador, con el Hijo Redentor y con el Espíritu Santo Santificador.
3. SANTIFICADO SEA TU NOMBRE. Cristo quiere que ésta sea una de nuestras prioridades: Santificar el Nombre de Dios; que le demos alabanza, que lo coloquemos como primicia en nuestra vida. Que este “Yo Soy El que Soy” (YHWH- Yahvé), sea el máximo nombre al que adoremos.
4. ¡VENGA TU REINO! La Buena Nueva que Jesús predicaba era precisamente que el Reino de Dios estaba cerca. Y lo estaba en Él (porque solo Cristo es El Salvador), solo que muy pocos lo reconocieron y creyeron. Pero como era verdad (y lo es ahora), ha existido por dos milenios en la historia de la Humanidad y permanecerá para siempre. Esta magnífica expresión, es el deseo de Jesús de que Dios esté con nosotros.
5. HÁGASE TU VOLUNTAD ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO. Hacer la Voluntad de Dios fue siempre el objetivo fundamental de Jesús de Nazaret; y ya reconocido por los hombres como Cristo, lo repitió incesantemente hasta que quedara gravado en los corazones de quienes le oían. Hacer la Voluntad de Dios, es dejar que Dios maneje nuestra vida, es estar en el camino de la Salvación.
6. DANOS EL PAN DE CADA DÍA. Ni siquiera de las necesidades humanas se olvida el Señor en su Divina Plegaria. A pesar de que les ha dicho a sus Discípulos que ‘no se preocupen de qué comerán’, el Maestro incluye una petición al Padre sobre el alimento, no porque sea necesaria, sino para dejar de manifiesto que el Padre abarca toda nuestra existencia, la espiritual y la material.
7. Y PERDONA NUESTROS PECADOS ASÍ COMO NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN. El Evangelio del Amor. O dicho de otra forma: la preocupación, la entrega y la donación por el prójimo, para poder tener acceso a la Misericordia de Dios y alcanzar el perdón, que es la Salvación.
8. Y NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN. También está asentada en tan prodigiosa oración nuestra debilidad humana, el estado de pecado en el que permanecemos, la evidencia de que solos no podemos ser santos; de que necesitamos a Dios para conseguirlo.
9. SINO LÍBRANOS DEL MAL. Y por último, Jesucristo implora la ayuda Divina para contrarrestar los ataques del maligno. La acción de Dios en nuestras vidas para permanecer en estado de gracia.
Seguramente nosotros nunca podremos hacer una oración tan completa ni tan profunda; pero valiéndonos de las mismas palabras del Mesías, como en este caso de las Parábolas de Jesús, podremos mantener un diálogo acorde a nuestras posibilidades con Dios Padre. Siempre es conveniente tener una guía que nos auxilie en lo que queremos hacer y si hoy lo que intentamos es dialogar con Dios, sus palabras como Hombre, son una magnífica ayuda.
Es bueno recordar que las primeras acciones de la Predicación del Evangelio por Jesucristo, no fueron las parábolas, sino los milagros portentosos que realizaba en la curación de enfermos y endemoniados. La primera Parábola propiamente dicha la reseña San Lucas (6, 47 – 49) -“El Hombre que edificó su casa sobre la roca”- como un pequeño ejemplo para sus discípulos, a fin de que entendieran qué significaba ser su seguidor. Así pues, podemos considerar a las Parábolas como la forma hablada en que nuestro Señor se dirige a la gente una vez que ya le conocen, que saben de sus poderes, que han constatado su manifestación Divina.
Muchos otros dichos y ejemplos son usados por Jesús en su Ministerio, sin embargo, éstos no serán materia del presente libro; aquí solo nos circunscribiremos a lo que conocemos como Las Parábolas del Evangelio.
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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