¡Alabado sea Jesucristo!
México, D.F., Noviembre 14 del 2014
III.3.- JESÚS CAMINA POR LAS AGUAS Y PEDRO CON ÉL.
(Mt 14, 22-33; Mc 6, 45-52; Jn 6, 16-21)
“Después obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí.
La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche vino él hacia ellos caminando sobre el mar.
Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: ‘Es un fantasma’, y de miedo se pusieron a gritar. Pero al instante les habló Jesús diciendo: “¡Ánimo!, soy yo; no temáis.” Pedro le respondió: ‘Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti sobre las aguas.’ “¡Ven!”, le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús.
Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: ‘¡Señor, sálvame!” Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?” Subieron a la barca y el viento amainó de inmediato. Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: “Verdaderamente eres el Hijo de Dios.”
Esta es una prueba más del acecho del Demonio contra el Mesías. Ahora le toca a Simón, Pedro, ser el instrumento de las insidias del Maligno. Hoy en día, nos atrevemos a decir: ‘Pero, ¿cómo se le ocurrió dudar?; era el mismísimo Maestro quien le estaba hablando.’ Sí, claro, a dos mil años de distancia del acontecimiento es muy fácil juzgarlo; pero, ¿estamos considerando dentro de nuestro juicio la participación del Diablo en el instante? Sin este ‘pequeño detalle’, juzgar a San Pedro es impropio (aunque siempre lo será, claro).
En Tuxpan, Veracruz, el pueblo donde yo nací, hay dos tipos de pescadores: los que navegan el río, río arriba (en donde es cada vez más bajo) en barcas y lanchas; y los que navegan el mar, mar adentro (en donde es cada vez más hondo) en barcos y buques. Yo navegué de chamaco con ambos. Con los primeros me daba miedo, el río es muy grande, a veces más de un kilómetro de ancho; y con los segundos me daba pánico, el mar es imponente por su tamaño y profundidad. Pero allí andaba yo, niño de un rancho, en contacto con la naturaleza marina y fluvial; la obra de Dios, siempre impactante.
Algo que recuerdo muy gratamente, es la gran fe en Dios que estos hombres mostraban; cuando recién zarpaban, iniciaban sus oraciones para que hubiese ‘buen tiempo’ y para que la travesía fuera segura de ida y de vuelta. Y una vez que se tendían las redes o se lanzaban los cordeles, oraban para que Dios proveyera buena pesca. Un día pregunté por qué rezaban tanto, y el Capitán del barco me respondió: “Aquí, si no rezas, estás solo; y solo nunca se debe navegar. Y para navegar, nada mejor que estar acompañado de Dios y de sus Santos.”
Miedo, eso es lo que causa la duda. O quizá mejor dicho: duda, eso es lo que causa el miedo. ¿Cuál será primero? No importa; lo que sí es relevante es saber que ambos son utilizados por el Demonio para acechar y que muchas veces nos tropezamos en estas debilidades que son muy propias de todo ser humano, pero que se vencen con Fe, con Esperanza y con Amor. Fe para no dudar, Esperanza para no temer y Amor para la entrega. Hoy es muy fácil saberlo; hay dos mil años de Magisterio de la Iglesia que cobijan, pero entonces fue el ensayo y el error; y al cabo de muchas repeticiones se estableció el proceso correctivo.
En estos días, igual que Simón entonces, se quiere creer con las propias limitaciones; no se quiere del todo el apoyo en Dios y por eso se falla, por eso se cae. La Fe no es una cuestión humana, no; es un Don de Dios para los humanos, a fin de que lo inadmisible, lo incomprensible, pueda ser factible. Sin Fe, no hay forma de que se conceptualice a Dios; porque Dios no es un concepto humano. Solo con la Fe puedo tener a Dios, y esto, porque Él así lo quiere. Claro está que estos argumentos también los sabe el Demonio y, ¡por supuesto que los usa!
¿Sabía esto Simón? Sí lo sabía, pero tuvo miedo, dudó y falló. ¿Sabemos esto nosotros? Sí, sí lo sabemos; pero igual que Pedro, dudamos, nos da miedo y fallamos. Un pequeño juego de fuerzas entre Dios y el Satán que en aquella ocasión ganó el Demonio, ‘gracias’ a la muy humana participación del ‘más osado’ de los Apóstoles del Señor. Pero a Pedro no se le olvidará nunca esta lección; es probable que en el futuro hasta niegue al Maestro, pero nunca más dudará de que sea ‘el Cristo, el Hijo de Dios Vivo.’
El colofón de este pasaje es infinitamente más valioso que el mal instante que sufrió Pedro: “. . . Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: ‘Verdaderamente eres el Hijo de Dios.’” Gracias, Satanás, muchas gracias por permitirle a doce incrédulos que, con la intrepidez de uno, creyeran todos los demás, y él mismo también. Así es siempre el bien: presencia absoluta. Por eso el mal es vencible, porque es ausencia en sí mismo. “Vince in bono malum”.
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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