¡Alabado sea Jesucristo!
México, D.F., Enero 9 del 2015
IV.2.- JESÚS, SALVADOR DEL MUNDO
(Jn 3, 16-21)
“. . . Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que se salve por él. El que cree en él, no es juzgado, porque ha creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios.
Y el juicio está en que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras.
Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.”
Esta es solo una parte del magnífico discurso (que por supuesto solo pudo haber transcrito San Juan, por lo elevado de su contenido), que nuestro Señor le dice a Nicodemo, en ocasión de la entrevista que sostuvieron una noche en Jerusalén. Este hombre, era un Fariseo prudente (parece contradictorio, pero así era), que verdaderamente creía en Jesús como el Mesías. Puede decirse que era de los pocos ‘Rabbuní’ de la Ley que no estaban poseídos por Satanás; pues como sabemos, la gran mayoría quería matar a Jesucristo.
Ha sido precisamente Juan, hijo de Zebedeo, el que ha arreglado el encuentro del Maestro y el Fariseo. Ha tomado, según él, todas las precauciones que el evento amerita; inclusive ha previsto que la reunión sea de noche, para evitar a los judíos. Y para colmo del desatino del Fariseo, el Divino Maestro habla largo y tendido de la luz. Se refiere a sí mismo como la ‘Luz que ha venido al mundo’; igualmente, la verdad y el bien son comparadas por el Señor con la luz, la claridad, lo diáfano. Muchos escritores cristianos expertos en Teología han desmenuzado el significados de tan profundas y elevadas palabras (yo, definitivamente no puedo hacer lo que ellos; en primer lugar porque no soy teólogo y en segundo lugar porque la intención de este libro no es esa), enseñándonos el alcance de Cristo Jesús en su discurso. Aquí solo veremos dónde acecha el Demonio al Mesías.
Juan lleva ya tres años trabajando en el Ministerio del Señor; antes fue discípulo de Juan el Bautista por un tiempo igual. La edad del Joven Apóstol en este momento ¡no supera los veinte años!, sin embargo, siempre ha dado muestras de una gran espiritualidad. Su intención, al concretar la entrevista de Jesucristo y Nicodemo, no es otra que poder eliminar los antagonismos que se han generado por la Predicación del Señor y la mala actitud de parte de escribas y fariseos hacia Jesús. Juan, que no tiene ni estudios ni conocimientos que apoyen su actitud, sino solo Fe – Esperanza – Caridad, ha logrado la única entrevista privada entre un miembro del Sanedrín y el Cristo.
¿¡De qué se trata!? Habrá dicho Satanás. ¿Qué es lo que este Apóstol chamaco quiere que suceda; que Jesús convierta a esta ‘raza de víboras’ que durante tanto tiempo he estado preparando en su contra? ¡¡Eso, no!! Definitivamente eso no sucederá, diría el Demonio, quien permanece en acecho del Mesías.
Sin embargo, la labor de Juan es ya de sí atrevida y trascendental, pues ha hecho posible que en aquel momento haya habido sano discernimiento en un Fariseo y él mismo haya podido registrar las palabras de Cristo Jesús respecto de Su Vocación Salvadora en el mundo, amén de su sapientísimo discurso sobre La Luz y La Verdad. El parlamento de Jesús está dirigido al Príncipe de las Tinieblas, como el mismo Señor lo llama en varias ocasiones, y le está dejando claro que todo eso se llevará al cabo; que nada podrá hacer el Diablo para evitarlo, ni para impedir la Redención. “. . . Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. . .” Esto seguramente no lo ha entendido Nicodemo (ni Juan tampoco, seguramente), pero sí lo ha comprendido el destinatario final, que es Satanás. ‘Amor de Dios al mundo’; ‘Hijo unigénito’; ‘crea en Él’; ‘no perezca’; ‘vida eterna’. Todos son conceptos perfectamente claros para el Maligno, y además contrarios a su incesante labor de perdición de lo creado por Dios.
Bien se puede afirmar que este era el monólogo final que Jesucristo quería dejarle a su permanente acosador; lo pudo haber hecho directamente (esto es, sin humanos de por medio), pero el Señor prefirió que fuera con la presencia de un hombre de gran Fe (Juan) y otro de gran Esperanza (Nicodemo), persiguiendo en sus actos la Caridad. Así, solo Virtudes Teologales; solo bien para vencer el mal. “. . . Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que se salve por él. El que cree en él, no es juzgado, porque ha creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios. . .” Otra vez, para nosotros es más o menos fácil entender estas Divinas Palabras; dos mil años de Magisterio de la Iglesia las han explicado suficientemente; pero Nicodemo y Juan, inclusive, yo no creo que hayan tenido idea de su celestial significado.
“. . . Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios. . .” Estas frases sí les han de haber quedado muy claras a todos. Nicodemo: la próxima vez que quieras que nos veamos, que sea a plena luz del día. Juanito: no me hagas citas de noche, y menos con fariseos.
Satán: ¿ya te diste cuenta que algunos de los discípulos del Señor, especialmente este Joven Apóstol, están trabajando arduamente contra tu acecho? ¡Te vas a tener que multiplicar mucho para no se derrotado! ¡Y lo serás!
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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