¡Alabado sea Jesucristo!
México, D.F., Abril 1 del 2015
V.3.- JESÚS ULTRAJADO
(Mt 26, 67-68; Mc 14, 65; Lc 22, 63-65)
“Entonces se pusieron a escupirle en la cara y a abofetearle; y otros a golpearle, cubriéndolo con un velo, diciendo: ‘Adivínanos Cristo, ¿quién es el que te ha golpeado?’ Y Le insultaban diciéndole otras muchas cosas.”
La cobardía, la prepotencia, la burla, la deshonra; las más bajas pasiones del ser humano, todas ellas aprendidas de Satanás, tendrán su manifestación más ruin delante del Mesías. ¡Todos están poseídos del Diablo; todos son su instrumento para que éste siga tendiendo su más vil labor: humillar a Cristo! Allí está la turba impersonal, la masa que elimina al individuo, el linchamiento multitudinario del cual el criminal se aprovecha para delinquir. Allí está ¡El Demonio al acecho del Mesías!; los tiene a todos bajo su poder el Príncipe de las Tinieblas y no los soltará hasta lograr su cometido.
Y no es que Lucifer quiera matar a Jesucristo, ¡no!; ese no es su propósito, porque bien sabe él que matándolo lo engrandece. Lo quiere vejar hasta el límite a mano de los hombres, para que Jesús desista como hombre de su Divino propósito de Redención. Nunca el ser humano habrá tocado tan profunda sima en su maldad como ahora: martirizando al Cordero de Dios.
La soldadesca vomita en acciones todos sus insanos males, reprimidos en alma y corazón. ¡A cuántos hombres endemoniados limpió y salvó el Señor en su Ministerio! Pero hoy, el Diablo ha bajado con sus huestes para intimidar al Hijo de Dios en su intento por salvar a la Creación, especialmente al hombre, aquél que cuando Dios le pensó le hizo exclamar: “. . .Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra. . .”; aquél al que sujetó todo lo hecho para que le sirviera. Y hoy, esa misma creatura quiere aniquilar a su Creador. ¡Qué bajo caímos!, hasta dónde nos hizo descender Satanás.
¿Alguno de estos soldados no habrá conocido nada de Jesús de Nazaret, su Predicación y sus Milagros? No lo creo; tres años en un lugar tan pequeño como Palestina, no es posible no enterarse. Al menos por el beneficio de la duda ¿no se habrán dado cuenta que existe la remota posibilidad de que, a quien están ofendiendo es a ‘Dios hecho hombre’? Ojalá el Demonio les haya cegado tanto, que ello pueda ser usado en su juicio como defensa, porque si hubo plena intención, van a estar mucho tiempo con Satanás en sus avernos.
Parece que estas ganando Satán, pero no es así; con el dolor que estás causando, otros corazones se están forjando en la piedad y en la entrega a Cristo.
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V.4.- JESÚS ANTE EL TRIBUNAL SUPREMO
(Mt 27,1; Mc 15, 1; Lc 22, 66-71)
“En cuanto se hizo de día, se reunió el Consejo de Ancianos del pueblo, sumos sacerdotes, y escribas, le hicieron venir a su Sanedrín y le dijeron: ‘Si tu eres el Cristo, dínoslo.’ Él respondió: Si os lo digo, no me creeréis. Si os lo pregunto, no me responderéis. De ahora en adelante, el Hijo del hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios.’ Dijeron todos: ‘Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?’ Él les dijo: ‘Vosotros lo decís: Yo soy.’ Dijeron ellos: ‘¿Qué necesidad tenemos ya de testigos, pues nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca?’ Se levantaron todos ellos y lo llevaron ante Pilatos.”
Y ahora les toca a ‘las autoridades religiosas, a los ‘defensores’ de la Ley y los Profetas’: a los Sumos Sacerdotes, a los Escribas, bien sean Fariseos o Saduceos. ¡A todos los ha involucrado el Demonio en este acecho del Mesías! Y a pesar de que entre ellos hay algunos ‘discípulos ocultos’ del Divino Maestro, ninguno será capaz de levantar su voz y hacerla oír a favor de Jesús. ¡A todos los tiene aterrorizados el Satán!
A cada uno de ellos los conocía Jesucristo, eran muy pocos como para no poder identificarlos; el Sanedrín completo estaba constituido por setenta y un miembros y eran escribas (copistas e intérpretes de la Ley), Fariseos o Saduceos, Sacerdotes y Levitas y Ancianos del Pueblo. Muchos habían visto y hablado con el Divino Maestro (quedando perplejos de su doctrina e instrucción), cuando habían sido comisionados para ‘espiar’ a Jesús de Nazaret y tener argumentos para su ‘juicio’. Algunos no eran ‘tan perversos’; mejor se puede decir que eran ‘ilusos bien intencionados’ y que actuaban de ‘buena fe’. Entre éstos podemos identificar a Gamaliel, Nicodemo y José de Arimatea, todos ellos bien conocidos del Señor. Pero de algo que sí estoy seguro, es que todos sabían que ese hombre era, o podía ser al menos, El Mesías. Por lo tanto, ninguno de ellos actuó sin ‘conocimiento de causa’ o ‘en contra de su voluntad’. ¡Ninguno! Así pues, todos pueden ser condenados por las infamias cometidas contra el Hijo de Dios, contra Dios Hecho Hombre. ¡Todos!
Leví de Cafarnaúm, San Mateo, como ya lo he dicho en otra parte, durante su adolescencia y juventud estudió en una ‘yeshiva’ (academia judía) para Fariseo. Al final, prefirió convertirse en recaudador de impuestos, que haber tenido que tratar con esa inmundicia de gente. Él mismo, en el Capítulo XXIII (1- 7; 13-36) de sus escritos, dejó el discurso más fuerte, más acusatorio y más inquisidor de todos los que dijo el Divino Maestro; se conoce como “Las Siete Maldiciones contra los Escribas y Fariseos” y lo voy a transcribir (porque si digo que se lea, no se leerá), para que quede claro qué clase de escoria (‘cosa vil y de ninguna estimación’: RAE) humana estaba ‘juzgando’ al Hijo de Dios:
“Entonces Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame ‘Rabbí’.”
(1)
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar.”
(2)
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros!”
(3)
“¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: ‘Si uno jura por el Santuario, eso no es nada; mas si jura por el oro del Santuario, queda obligado!’ ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro? Y también: ‘Si uno jura por el altar, eso no es nada; mas si jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado.’ ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda? Quien jura, pues, por el altar, jura por él y todo lo que está sobre él. Quien jura por el Santuario, jura por él y por Aquel que lo habita. Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en él.”
(4)
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos que coláis el moquito y os tragáis el camello!”
(5)
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de rapiña e intemperancia! ¡Fariseo ciego, purifica por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!
(6)
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad.”
Sigan leyéndolas, ya solo falta una y la magnífica conclusión que da el Señor de lo que les espera a estos cómplices incondicionales del Diablo.
(7)
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: ‘Si nosotros hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido parte con ellos en la sangres de los profetas’! Con lo cual atestiguáis contra vosotros mismos, que sois hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!
(Biblia de Jerusalén – Desclee de Brouwer – Bilbao, España – 1973)
San Mateo, proto-fariseo (y siempre fiel de Cristo), debió haberse dado un gusto inusitado al escribir tan magnífica pieza de la oratoria de su Divino Maestro, definiendo a los ‘hombres’ que le ‘juzgarían’; quizá por ello no deja de relatar la anatema final del discurso:
“¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo vais a escapar a la condenación de la gehena? (Infierno) Por eso, he aquí que yo envío a vosotros profetas, sabios y escribas: a unos los mataréis y los crucificaréis, a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad, para que caiga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del inocente Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el Santuario y el Altar. Yo os aseguro: todo esto recaerá sobre esta generación.”
Esto no me lo estoy inventando, son las palabras de Jesucristo dirigidas a los escribas y fariseos de su tiempo; es ¡Palabra de Dios! Yo creo que por cada uno de estos infrahumanos que la Misericordia de Dios perdone, se habrá consumido una cantidad de tan maravilloso don, suficiente para salvar un millón de pecadores de otros tiempos; y a mí me parecería injusto que se desperdicie así. ‘Pero la Misericordia de Dios es infinita’, me dirán; de todas maneras me parece un desperdicio innecesario, solo para salvar a esos ‘demonios humanos’.
Por cierto, la acusación por la que Cristo Jesús fue condenado a muerte por el Tribunal Supremo, fue HABERSE DECLARADO ÉL MISMO COMO HIJO DE DIOS. “Estos buenos para nada de Anás y Caifás, -habrá pensado Satanás- me van a echar a perder todo. No se trata de matarlo; se trata de disuadirlo, de que no logre su cometido como El Salvador. ¡¿Qué no lo entienden!?” Y lo que realmente no entendió el Demonio, es que la voluntad humana tiene un valor intrínseco dado por Dios: el libre albedrío. Esto fue lo que el Diablo no pudo manejar a su antojo y conveniencia; con esta ‘sentencia’ de los hombres, el camino a la Redención, la Inmolación del ‘Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’, no tiene ‘marcha atrás’.
¡Ahora sí has perdido, Satán, con todos estos secuaces tuyos te puedes quedar en el Infierno hasta el Día del Juicio Final, ¡te los regalo!!
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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