¡Alabado sea Jesucristo!
México, D.F., Abril 24 del 2015
V.11.- JESÚS ULTRAJADO EN LA CRUZ
(Mt 27, 39-44; Mc 15, 29-32; Lc 23, 35-38)
“Los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: ‘Tú que destruyes el Santuario y en tres días lo levantas, sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz. Igualmente los sumos sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo: ‘A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que ahora baje de la cruz, y creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya dijo: ‘Soy Hijo de Dios.’’ De la misma manera le injuriaban también los salteadores crucificados con él.”
Evangelio según San Mateo
“. . . También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecieron vinagre y le decían: ‘Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!’. . .”
Evangelio según San Lucas
Cuando se exagera sobre algo, en mi tierra dicen: “Están haciendo leña del árbol caído.” Así hacen con el Mesías en la cruz. Esto es demoníaco, sin lugar a dudas; las palabras son de seres humanos, pero la influencia es de Satanás. Es el acecho del Demonio sobre el Mesías, que no termina ni a unas cuantas horas de su muerte; pero éste sabe que mientras respire como ser humano, puede caer. Así hemos acostumbrado al Maligno, haciendo caso a sus presiones, a sus tentaciones y por nuestra falta de seguridad en el Dios. Pero Jesucristo ha puesto su voluntad en las manos del Padre y por eso no caerá.
Fueron miles los que en el desenfreno de la maldad en Jerusalén, vieron a Jesús en su deambular por el ‘Camino de la Cruz’; pero se hartaron de violencia y de agresividad en poco tiempo. Hasta este lugar, de toda esa multitud, llegan muy pocos, casi podría decirse que solo ‘los más poseídos’; allí están Anás, Caifás y los Sumos Sacerdotes. Estos grandísimos pecadores (que consciente y voluntariamente) han decidido apoyara al Diablo en su obra contra Cristo Jesús. Realmente espero que sus acciones hayan sido consideradas en el Cielo como ofensas contra el Espíritu Santo, pues de esa forma, sus pecados no serán perdonados y sus almas permanecerán en el Infierno.
Cualquier cosa dicha contra Cristo Crucificado, debe ser tomada como falta gravísima, aún en nuestros días. Uno debe compungirse hasta la abnegación delante del Crucifijo, uno debe meditar con alma arrepentida sobre los pecados propios y los ajenos; ¡nadie jamás debe pararse o hincarse delante de un Crucifijo para maldecir, reprochar o encarar! ¡Eso siempre ha de ser considerado como pecado contra el Espíritu Santo, pues se está delante del Santo de Dios en ocasión de su Inmolación!
Pero aún en ese infame momento en el Calvario, en donde abunda la demoníaca maldad, hay cuatro Santos que nunca se apartaron del Señor durante toda su Pasión; como animándole, como queriendo, aún sin saberlo, que llegue a buen fin su obra salvadora; quizá pensando que su presencia aligeraba el dolor del Divino Maestro. Estos son: Las Tres Marías y el Apóstol Amado; María Madre, La llena de Gracia; María de Cleofás, su querida prima; María Magdalena, el pecado transformado en virtud; y Juan, el hijo de Zebedeo, el que durante más tiempo predicará el Evangelio de todo este grupo inicial de discípulos. ¿Y todos los demás?. . . ¿dónde están todos los demás discípulos y Apóstoles? Seguramente cerca, pero no tan cerca como fuese menester; seguramente ya muy lejos, huyendo del Maligno o bajo el poder de su influencia todavía.
Sea como fuere este momento, a la vez infame y glorioso, queda para el fortalecimiento de nuestra Fe – Esperanza – Caridad, en beneficio de nosotros mismos. ¡Tú nada ganas, Satán! Pues en el más grande dolor de todo cristiano, ver a Jesús ultrajado en la cruz, todos ganamos para nuestra salvación.
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V.12.- MUERTE DE JESÚS
(Mt 27, 45-56; Mc 15, 33-41; Lc 23, 39-49; Jn 19, 28-30)
“Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre la tierra hasta la hora nona. El velo del Santuario se rasgó por medio, y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: ‘Padre, en tus manos encomiendo mí espíritu’ y dicho esto, expiró.”
Evangelio según San Lucas
“. . . Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con voz fuerte: ‘¡Elí, Elí! ¿lamá sabactaní?’, esto es: ‘¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?’ Al oírlo algunos de los que estaban allí decían: ‘A Elías llama éste.’ . . .Pero los otros dijeron: ‘Deja, vamos a ver si viene Elías a salvarle.’ Pero Jesús, dando un fuerte grito, exhaló el espíritu.”
Evangelio según San Mateo
“. . . Sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: ‘Tengo sed.’ Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: ‘Todo está cumplido.’ E inclinando la cabeza entregó el espíritu.”
Evangelio según San Juan
“. . . Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo: ‘Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.’”
Evangelio según San Marcos
¡Se te fue de control la situación, Satanás! Justo lo que nunca debió haber sucedido, finalmente aconteció. Los hombres, a los que has estado instigando durante toda su existencia, han dado muerte al Mesías, al Cristo, al Salvador, al Cordero de Dios. Yo sé que tú no lo querías muerto, porque: ‘con su muerte destruyó nuestra muerte’; lo querías derrotado, abatido, desilusionado y renegando de su encomienda, pero nada de ello sucedió. Jesús de Nazaret ha soportado, en vida humana e incólume en su alma, hasta las más crueles infamias inimaginables de tu maldad, proferidas por los seres humanos que has poseído, en algunos casos, aún en contra de su voluntad.
Yo no conozco palabras más acertadas para valorar este momento único de la historia de la humanidad, que las que el Apóstol San Pablo le escribió a los Romanos (5, 1-20) en su inspirada carta; voy a transcribir algunos de los párrafos para que se entienda ‘perfectamente bien’ el significado de tan gloriosa ocasión, que es “La Salvación del Mundo”:
“Habiendo, pues, recibido de la Fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido también, mediante la Fe, el acceso a esta Gracia, en la cual nos hallamos, y nos gloriamos, en la Esperanza de la Gloria de Dios.
Más aún; nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, Esperanza, y la Esperanza no falla, porque la Caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.
En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; – en verdad, apenas habrá alguien que muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atreviera uno a morir – mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. . .
¡Y no solamente eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación!
Por tanto, como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. . . ¡con cuánta más razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por uno solo, por Jesucristo.
. . . Pero donde abundó el pecado, sobreabundó la Gracia; así, lo mismo que el pecado reinó en la muerte, así también reinará la gracia en virtud de la justicia para vida eterna por Jesucristo nuestro Señor.”
Nadie mejor que San Pablo (a quien el Demonio alguna vez mantuvo en sus lazos, pero que el mismísimo Señor Jesús llamó para sí), para explicar la invaluable entrega de Jesucristo en la cruz. También es Pablo el que deja claro el valor de la unidad en la humildad ejercida por Jesucristo, cuando escribe a los Filipenses (2, 5-11):
“Tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo:
El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre (en todo menos en el pecado); y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.
Por lo cual Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús, toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el SEÑOR para gloria de Dios Padre.”
Sin lugar a dudas el que mejor habla acerca del Divino significado de la muerte del Cordero de Dios es Pablo. Yo solo he transcrito lo que él ha dicho, que al mismo tiempo es Palabra de Dios.
Cuando en las Megamisiones de Semana Santa me toca predicar Las Siete Palabras dentro del Triduo Sacro, hago especial hincapié a la devoción sobre ésta, la séptima y última de las frases que dijo Jesucristo en la cruz: “. . . ‘Padre, en tus manos encomiendo mí espíritu’ y dicho esto, expiró.” En ese momento les pido a todos que nos hinquemos en honor al Señor, porque para mí, las reverencias ante el Sagrario y ante el Crucifijo del Altar son muy buenas, pero insuficientes para el tamaño de valor que nos deben significar. A penas hincados estaríamos en una posición digna para adoración.
Con todo lo dicho y transcrito, no puedo más que agradecer a Dios Padre por la entrega de Su Hijo por mí salvación; y recordarle igualmente al Demonio lo inútil de sus acechos contra el Mesías, porque, en acechando él, ¡Cristo nos alcanzó la Redención!
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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