LA ADORACIÓN DE LOS MAGOS (4de77)

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¡Alabado sea Jesucristo!

 

México, D.F., Julio 24 del 2014

 

I.4.- LA ADORACIÓN DE LOS MAGOS                 

(Mt 2, 1-12)

 

“Nació Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían de Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: ‘¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle.’

En oyéndolo, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén. Convocó a todos los Sumos Sacerdotes y Escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando del lugar donde había de nacer el Mesías. Ellos le dijeron: “En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta:

 

‘Y tu Belén, tierra de Judá,

no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá;

porque de ti saldrá un caudillo

que apacentará a mi pueblo Israel.’”

 

Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén, les dijo: “Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando lo encontréis comunicádmelo, para ir también yo a adorarle.”

 

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos hasta que llegó y se detuvo en el lugar donde estaba el niño.

 

Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra.

 

Y, advertidos en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino.”

 

 

            Si Leví de Cafarnaúm (San Mateo) no hubiese escrito nada más que esto, ¡yo le amaría exactamente igual! Es tan significativo el hecho de que haya sido redactado este acontecimiento en los Sagrados Escritos (que solo narra Mateo), que hubiese sido suficiente para ser considerado como un gran acierto. Primero, porque muestra la Divinidad, la Realeza y la Excelsa Humanidad de Jesús; pues los regalos con los que es distinguido así lo manifiestan: incienso como Dios; oro como Rey; y mirra como Elegido. Segundo, porque manifiesta la universalidad del Niño, al convocar en un solo evento al cosmos y a la voluntad humana. Tercero, porque evidencia la sobrenaturalidad de su persona al nacer judío, en Judea y para todas las naciones.

 

            ¿Qué dónde está el acecho del Demonio?, ¡en todas partes! En las vicisitudes de los magos; en el morboso interés de Herodes (mejor conocido por todos como “el asesino de su pueblo”, por las masacres que realizaba y por las innumerables ejecuciones que mandó perpetrar); en el sobresalto de Jerusalén. ¡En todos los acontecimientos se ve la intervención malévola de Satanás! Ya no sabe ni qué hacer para eliminar al Mesías, al Salvador; y eso que acaba de nacer.

 

            Pero, voy por partes y profundizando un poco en cada evento. Veinte siglos después, este sobrenatural y maravilloso incidente sigue llamando la atención y provocando polémica. Hoy en día, la ciencia astronómica cuenta con unos avances tecnológicos tan poderosos, que se atreven a retar La Palabra de Dios, dudando de su factibilidad, y cediendo finalmente ante ella, después de muchas elucubraciones, porque es La Verdad. Que si la conjunción de varios planetas en un mismo eje; que si una estrella fugaz en varias etapas; que si un reflejo de algún asteroide; en fin, buscan y rebuscan “la razón física” de La Estrella de Belén, olvidándose que El Creador de todas las estrellas, y de todas las cosas, se encontraba Hecho Hombre precisamente en Belén.

 

            Los milagros son eventos extraordinarios que pueden ocurrir una o más veces, sin modificar la Ley Natural permanentemente; esto es, si un milagro se materializa con elementos naturales, (agua, viento, fuego, luz, tierra, etc.), solo permanecerán fuera de su ‘normalidad’ durante el tiempo del milagro, después de lo cual, volverán a su estado natural.

 

            Así, pues, El Milagro de La Estrella de Belén, que es un efecto de luz y visión, solo duró el tiempo necesario para que los Magos de Oriente localizaran al Niño Dios y pudieran adorarlo. Después de eso, ‘todo volvió a la naturalidad de su estado’. Sin embargo, si bien Dios opera milagros constantemente (la vida es un milagro perenne), también el Demonio puede influir en ellos, ya que se trata de elementos naturales.

 

            Cuando los milagros operan en la voluntad, la inteligencia y/o la libertad de los seres humanos, únicos provistos de estos atributos, entonces los cambios habrán de tener la aceptación del operando del milagro, pues hasta Dios respeta las decisiones de libre albedrío de cada uno de nosotros. También Satanás está sujeto a estas determinaciones.

 

            El Demonio pudo opacar temporalmente a los Magos la visión de la Estrella de Belén, pero no pudo tocar su voluntad al insistir ellos, aún sin verla, en preguntar: “¿Dónde está el Rey de los judíos que acaba de nacer?” Juego limpio. Algo que le cuesta mucho trabajo a Satanás, pero que tiene que ajustarse a los insalvables lineamientos establecidos desde siempre por Dios Creador.

 

            El Salmo y la Profecía que se refieren a este momento Glorioso de adoración humana a Dios Hecho Hombre, son un halago para nuestros oídos y para nuestra voluntad, pues queda claramente asentado quién ha nacido:

 

“. . . Los reyes de Tarsis y de las islas traerán consigo tributo.

Los reyes de Sabá y de Seba todos pagarán el suyo;

ante Él se postrarán los reyes, le servirán todas las naciones.”

Salmo 71, 10-11

 

 

“Levántate y resplandece, Jerusalén, porque ha llegado tu luz y

la gloria del Señor alborea sobre ti. . .

Un sin fin de camellos te cubrirá, jóvenes dromedarios

de Madián y Efá.    

Todos ellos de Sabá vienen llevando oro e incienso

y pregonando alabanzas a Yahveh.”

Isaías 60, 1, 6.

 

            Los magos, según Mateo, arriban preguntando por el Rey de los judíos que ha nacido; y en sus indagaciones llegan hasta el palacio de Herodes. Éste en cambio, no pregunta por un rey, cuestiona en dónde nacerá el Mesías. Parecieran dos cosas muy diferentes, sin embargo, todos se refieren al Niño Dios; al Divino Maestro que será conocido durante su ministerio como Jesús de Nazaret.

 

            La profecía citada a Herodes por los Sumos Sacerdotes y los Escribas del pueblo, es del Profeta Miqueas de Moréset, quien fue la Palabra de Yahveh en tiempos de los reyes de Judá: Joatam, Ajaz y Ezequías, todos ellos indignos de Dios. Completa dice:

 

Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá,

de ti ha de salir aquél que ha de dominar a Israel,

y cuyos orígenes son de la antigüedad, desde los días de antaño.

Por eso él los abandonará hasta el tiempo en que dé a luz

la que ha de dar a luz.

Entonces el resto de sus hermanos volverá a los hijos de Israel.

Él se alzará y pastoreará con el poder de Yahveh su Dios.

Se asentarán bien, porque entonces se hará él grande

hasta los confines de la tierra. Él será la paz.”

Miqueas 5, 1-4

 

            ¡Qué bien se predice la Grandeza de Jesús! Con qué detalle tan evidente se describe al Mesías. ¡Y esto es más de setecientos años antes del nacimiento de Jesús! Para todos estaba claro de quién se trataba (ya sea El Rey para los magos de Oriente o El Mesías para Herodes y los judíos), lo que sí es cierto, es que ‘la plenitud de los tiempos’ había llegado ¡y eso lo sabía perfectamente bien el Demonio!, por eso estaba al acecho, porque su reinado de pecado estaba a punto de iniciar la caída, de iniciar la demolición de su supremacía sobre la humanidad.

 

            De nada le sirven a Satanás las tretas que su servidor incondicional, Herodes el Grande, le quiere hacer a los visitantes; no funciona el engaño en que los quiere hacer caer para evitar su cometido: dar gloria a Dios. Ya es un hecho, Emmanuel ha nacido y por lo tanto, “Dios está con nosotros”. ¡Se acercaba la hora de la salvación del mundo, y eso era lo que el Demonio quería evitar!

 

Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

 

Antonio Garelli

 

 

 

Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.

 

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