¡Alabado sea Jesucristo!
México, D.F., Abril 17 del 2015
V.10.- LA CRUCIFIXIÓN
(Mt 27, 33-34; Mc 15, 22-36; Lc 23, 33-38; Jn 19, 17-24)
“Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a su izquierda. Jesús decía: ‘Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.’ Se repartieron sus vestidos, echando suertes.”
Evangelio según San Lucas
“. . . Pilatos redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: ‘Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos.’ Esta inscripción la leyeron los judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad; y estaba escrito en hebreo, latín y griego. . . Lo que he escrito, lo he escrito.”
Evangelio según San Juan
El famosísimo INRI que vemos sobre los crucifijos, son las letras iniciales de las cuatro palabras de la inscripción en latín, que son: “Iesus Nazarenus Rex Iudaeórum”. Poncio Pilatos lo mandó poner como ‘advertencia’ para todos los demás ‘liberadores del pueblo judío’ que pululaban por esos tiempos: “Zelotes”, armados por los comerciantes helenísticos en contra de Roma; “Fariseos”, que contaban con una guardia armada para vigilancia de los miembros del Sanedrín; “Saduceos”, aquéllos que querían devolver a Israel la gloria del tiempo de David y Salomón; y “Esenios”, muy apoyados por los sirio-fenicios que también libraban sus luchas contra el Imperio. El letrero era, pues, un ‘anuncio intimidatorio’ desde el punto de vista político y militar; quien lo viera y lo leyera (para eso estaba escrito en los tres idiomas que se usaban en Jerusalén), sabía a lo que podía atenerse.
Pero el acontecimiento era infinitamente más grande e importante que la proporción humana que quería dársele; tenía Dimensión Divina, tenía tamaño Celestial. Si bien todos estos desmanes durante la semana de la Pascua Judía, habían sido causados por el Demonio y sus huestes (en las personas de los Sumos Sacerdotes y de Escribas y Fariseos), hasta un punto simplemente humano, Satanás sabía que con la Crucifixión de Jesús de Nazaret, se estaba inmolando al Cordero de Dios; lo que significaba en potencia, que la Redención de la humanidad una cuestión de horas.
No obstante, mientras Jesús estuviese vivo en su forma humana, pensaba el Satán, (pues, igual que todos los demás hombres contaba con voluntad, inteligencia y libertad), podía ser vencido con las argucias e iniquidades que el Príncipe de las Tinieblas había usado de forma tan exitosa y durante tantos siglos con la humanidad. Miles de años de dominación total daban la posibilidad de que la flaqueza se presentara y ‘Dios hecho hombre’ también cayera.
Si bien es cierto que nuestras facultades mentales (conscientes o inconscientes) gobiernan nuestro cuerpo, las funciones sensibles también pueden dominar a las anímicas; el dolor físico puede ser de tal forma insoportable que modifique de manera importante nuestras intenciones intelectuales. Yo por supuesto no tengo experiencia del dolor de un crucificado, ni de muchos otros dolores, pero de lo que sí estoy seguro es que éste puede cambiar hasta las decisiones más trascendentales de nuestra vida. Eso es lo que Satanás quería lograr con Jesucristo. Doblegarlo con dolor físico, con dolor anímico, con todas las formas de dolor existentes o por inventarse, pero había que doblegar el espíritu (aunque fuese Divino), de aquél cuerpo humano.
Cuando uno escucha a un médico especialista en traumatología, hacer las explicaciones ‘técnicas’ del dolor y el sufrimiento que pudo estar soportando el Señor en la cruz, simplemente acaba por pensar dos cosas: que Cristo nos redimió en la vehemencia de la congoja física en su máxima expresión; y que su amor por nosotros no tenía medida. Y cuando uno atiende las exposiciones de especialistas en psiquiatría y psicología que han analizado el daño anímico que una persona humana puede sufrir con tantos tormentos, no se puede ni hablar y solo acaba por decir: “Señor, gracias por tu sufrimiento y por haberme redimido”
Solo porque sé que Jesucristo vive es que comprendo que la Misericordia de Dios es infinita; de forma contraria, yo pensaría que el mal no tiene fin. Solo porque sé que los mártires han alcanzado el Cielo, es que comprendo que el sufrimiento nunca puede ser mayor que el gozo en Dios; si no fuera así, yo pensaría que sufrir es lo único que hay. ¡No pudiste, Satanás; no lo lograste ni con tus más abominables excesos!
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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