¡Alabado sea Jesucristo!
México, D.F., Noviembre 7 del 2014
III.1.- LA MUERTE DE JUAN EL BAUTISTA
(Mt 14, 3-12; Mc 6, 17-29; Lc 3, 19-20)
“. . . Herodes había prendido a Juan, le había encadenado y puesto en la cárcel, por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo. Porque Juan le decía: “No te es lícito tenerla.” Y aunque quería matarle, temió a la gente, porque lo tenían por profeta.
Mas, llegado el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio de todos gustando tanto a Herodes, que éste le prometió bajo juramento darle lo que pidiese. Ella, instigada por su madre, le dijo: ‘Dame aquí, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.’
Se entristeció el rey, pero, a causa del juramento y de los comensales, ordenó que se le diese, y envió a decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue traída en una bandeja y entregada a la muchacha, la cual se la llevó a su madre. Llegando después sus discípulos, recogieron el cadáver y lo sepultaron; y fueron a informar a Jesús.”
¿Quién pudo haber sido más querido para el Divino Maestro que su primo, aquél que saludó aún en el vientre de su Madre? Como Dios hecho hombre, ¿quién pudo haber significado más en su vida que “la voz que clama en el desierto”? Y finalmente, como Mesías, ¿quién se ganaría las consideraciones más especiales de Dios Hijo por su Bautismo? Nadie, sino Juan el Bautista. Así de profundo fue el golpe que asestó Satanás al meterse en el alma de toda esa malvada gente: Herodes, Herodías y Salomé. Ahora sí golpeó fuerte y bajo el Demonio; esta vez el acecho sobre el Mesías no respetó la vida humana, y no una que no se tuviera en consideración, sino la vida de uno de los más significativos hombres para el Señor, su primo Juan; el hijo de Isabel, la prima de su Madre.
Hasta ese día, ninguno de los más allegados a Jesús de Nazaret había sido tocado por el Satán; ni María su Madre, ni José su Padre Adoptivo, ni alguno de sus parientes o de los Apóstoles. Bien se puede decir que después de los Santos Inocentes (muertos por Herodes el Grande cuando nació Jesús en Belén), Juan es el primer mártir del Reino de los Cielos. Fue decapitado por ser fiel al designio Divino, por anunciar al Mesías y por señalar los pecados del indigno rey Herodes Antipas. Pero ante todo, murió por las intrigas de Satanás en los hombres; porque éstos han cedido su voluntad ante la del Demonio en lugar de sujetarla a Dios, o al menos, conservarla para sí mismos en lugar de ser fácil instrumento del Diablo. El Maligno se ha valido de ellos para asestar un duro golpe a Jesús.
Igual que como hizo con Job: como tenía prohibido por Dios tocar su vida, entonces arremetió contra la vida de los que estaban más cercanos a él; sus hijos, sus hijas y sus parientes. En aquella ocasión hasta los animales de los ganados de Job, siervo fiel a Dios, fueron aniquilados por el Satán para lastimarlo y hacerlo desistir. Esta vez usa el Diablo la misma táctica: hacer sufrir.
En realidad, no es mucho lo que hemos de hacer para estar en concordancia con Dios; solo debemos ser obedientes a sus mandatos. Así mismo, no es mucho lo que debemos hacer para estar a disposición de Satanás; basta con permanecer alejados de Dios, aunque sea por un instante, si estamos en pecado, si no nos arrepentimos, somos materia fácil del acecho del Demonio. Y en este sentido, Herodes, Herodías y Salomé no solo podían ser acechados; el Diablo podía hacer mucho más que intentos con ellos. Podía usarlos al momento que lo deseara, eran instrumentos de sus iniquidades cuando Satanás lo quisiera. Y así fue, el Príncipe de las Tinieblas arremetió contra el Mesías a través de ellos para lastimar la vida humana de Cristo, para desanimar al Señor desde el lado sentimental de su corporeidad como hombre; para que llegara a sentir que su entrega sería vana y su sacrificio demasiado costoso.
Sin embargo, el Divino Maestro conoce los métodos del Maligno y la forma de contrarrestarlos: oración, mucha oración a Dios; con sinceridad de intención y con un corazón contrito. Y además, propagar la Buena Nueva a todo el que esté dispuesto a recibirla; eso hace el Señor: envía a sus discípulos a los pueblos a predicar el Evangelio. Por primera vez, después de un año completo de andar con ellos, Jesucristo manda solos a sus Apóstoles y discípulos a que prediquen la llegada del Reino de los cielos; desde Magdala hasta Betsaida, incluyendo Cafarnaúm y Corazín, serán los primeros en oír la predicación de los elegidos del Señor; ya no será solo Él, ahora también lo harán sus seguidores.
Juan hijo de Zebedeo, quien fue discípulo de Juan el Bautista y ahora era Apóstol de Cristo Jesús, deja claramente expresado el momento de dolor y pesar que vive el Señor por la muerte de su querido primo, y escribe:
‘. . . Juan era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado.” (Jn 5, 35-36)
Esto, vil Satán, no es amenaza (Jesús nunca amenazó); es un anticipo de los que habrá de venir en el Ministerio del Señor. Más te vale que te prepares.
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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