¡Alabado sea Jesucristo!
Julio 4 del 2014
I.1.- LA NATIVIDAD DE MARÍA
(Protoevangelio de Santiago IV, 1-2; V, 2)
“Y he aquí que se presentó un ángel de Dios, diciéndole: ‘Ana, Ana, el Señor ha escuchado tu ruego: concebirás y darás a luz; y de tu prole se hablará en todo el mundo’. Ana respondió: ‘Vive el Señor, mi Dios, que, si llego a tener algún fruto de bendición, sea niño o niña, lo llevaré como ofrenda al Señor y estará a su servicio todos los días de su vida’.
Entonces vinieron dos mensajeros con este recado para ella: ‘Joaquín, tu marido, está de vuelta con sus rebaños, pues un ángel de Dios ha descendido hasta él y le ha dicho: ‘Joaquín, Joaquín, el Señor ha escuchado tu ruego; baja, pues, de aquí, que Ana, tu mujer, va a concebir en su seno’”. . .
“Y se le cumplió a Ana su tiempo, y al mes noveno alumbró. Y preguntó a la comadrona: ‘¿Qué es lo que he dado a luz?’ Y la comadrona respondió: ‘Una niña’. Entonces Ana exclamó: ‘Mi alma ha sido hoy enaltecida’. Y reclinó a la niña en la cuna. Habiéndose transcurrido el tiempo marcado por la ley, Ana se purificó, dio el pecho a la niña y le puso por nombre Mariam.”
El relato es precioso; sin embargo, los antecedentes de estos maravillosos momentos están impregnados de un dramatismo tal, que solo son creíbles porque sabemos que desde siempre, el Demonio estuvo al acecho del Mesías. Cuánto más ahora que se trataba de los padres de María, la Virgen que engendraría a Jesús, El Salvador del mundo. Ya se saben esta historia, pero para tenerla a la mano, voy a describir los aspectos más relevantes de la misma.
Joaquín, el esposo de Ana, era un hombre muy querido por el pueblo, por los sacerdotes y por las clases gobernantes de los judíos. De estirpe real de la Casa de David, era muy rico, y también dadivoso, pues ayudaba a los necesitados y regalaba de sus haberes a los pobres. No obstante, la felicidad de este devoto judío no era completa, pues no tenía descendencia. En veinte años de fiel matrimonio con Ana, no habían procreado un hijo, y Joaquín ya empezaba a ser repudiado por algunos al ser señalado como un hombre ‘que no había suscitado un vástago en Israel’; algo a todas luces ofensivo, toda vez que La Ley de Moisés permitía otra esposa, en caso de que la primera fuese estéril.
En los días que cubre la narración arriba transcrita, ambos, Joaquín y Ana, por separado, habían iniciado una cuarentena de ayuno y oraciones al Señor, pidiéndole les enviara un hijo. Todo funcionaba bien en estos queridos esposos, solo que su matrimonio no era fértil. ¡Pequeño detalle a ser tomado en cuenta por el Diablo!, pues si estos no podían tener descendencia, ¡¡El Hijo de Dios tampoco nacería!! Así de importante era que Ana y Joaquín procrearan, y además, debería ser una niña, pues ella sería la elegida por Dios para encarnarse hombre, Él mismo, como todos nosotros.
¡Ya me imagino lo interesado que estaba Satanás en echar a perder el Plan de Salvación de Dios! Tenía que aprovecharse de todas las oportunidades que se le presentaran, y ésta, era ideal para sus planes.
Desde la primera profecía descrita en La Biblia (Génesis 3, 15), la peor enemiga del Demonio es La Mujer; aquélla de la que nacerá El Salvador, La Santísima Virgen María. Si esta fue la Voluntad de Dios en el mismísimo Jardín del Edén para la remisión de la humanidad, Satanás tendría que impedir que esto se cumpliera, ya que de manera contraria su reinado de pecado terminaría. ¡Claro está, por eso ha tocado a Joaquín y a Ana, para que La Mujer, Mariam, no nazca! ¡Y con ello no exista la Madre humana de la cual nacerá el Verbo Encarnado!
Sin embargo, contra la contrición, la penitencia, la obediencia y la oración a Dios, nada puede hacer el Príncipe de las Tinieblas. Por eso es que el ruego de Ana y Joaquín es atendido por Dios, porque es voluntad de ellos querer engendrar un hijo (o mejor dicho, UNA HIJA), para Gloria de su Santo Nombre. ¡Por eso el Demonio estaba expectante, porque estaba al acecho del Mesías aún antes de nacer!
Eso fue lo que hizo la diferencia, la voluntad. Esa magnífica facultad que Dios nos dio, ante la cual no hay poder contrario en toda la Creación. Si es nuestra voluntad actuar bien, todos los poderes y todas las potestades acatan tal decisión; Dios mismo respeta la voluntad humana. Ni el Diablo con todo su poder, puede contravenir el deseo expresado por un humano en uso de su voluntad. Y si esa determinación va dirigida a obedecer a Dios, entonces el Señor mismo se encarga de que cuanto hayamos pedido se realice. Joaquín y Ana son un ejemplo clarísimo de esta verdad; ellos manifestaron libremente cual era su voluntad y Dios actuó en cumplimiento de sus deseos.
Pero la posibilidad física de no procrear existía; y el Demonio lo sabía. Por supuesto que usaría esa probabilidad a su favor; a favor del mal. La ‘plenitud de los tiempos’ estaba más cerca que nunca y era necesario estar atento para que esto no se realizara; era menester actuar dentro del ámbito de las facultades para impedir el Nacimiento de la Bienaventurada Virgen María. Logrando esto, el Redentor no nacería y el mundo no sería redimido. ¡Por eso el Demonio estaba al acecho del Mesías!
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Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.