¡Alabado sea Jesucristo!
México, D.F., Marzo 6 del 2015
IV.13.- LA PAZ DE JESÚS
(Jn 14, 27-31)
“. . . Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: Me voy y volveré a vosotros. Si me amarais, os alegrarías de que me vaya al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo.
En mí no tiene ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según me ha ordenado. . .”
Todo el ambiente se siente tenso; Jesucristo percibe al Demonio en su incesante acecho contra Él. Quiere proteger a sus discípulos y por ello los alerta en contra del Maligno. Casi se puede decir que el Señor está ‘preocupado’, pues ha constatado lo débiles que son los Apóstoles para afrontar al Diablo. Pero el ‘regalo’ que les acaba de hacer el Divino Maestro, es el antídoto ideal y certero contra Satán: La Paz de Cristo.
En muy pocas palabras, como siempre, pero conteniendo solo verdad, les explica lo que habrá de suceder: “. . . Habéis oído que os he dicho: Me voy y volveré a vosotros. . .” Sí, efectivamente, ya se los había dicho; pero estos pobres hombres no alcanzan a comprender la magnitud de la Misión. Tampoco entendieron la segunda parte de la recomendación: “. . . Si me amarais, os alegrarías de que me vaya al Padre, porque el Padre es más grande que yo. . .” Más de uno habrá pensado “¿Cómo me voy a alegrar, Señor, si ya no voy a estar contigo; (y más importante aún) si ya no vas a estar conmigo?” Ciertamente era un mandato muy difícil de entender y de aceptar, más aún si no se ha alcanzado la espiritualidad necesaria para saber lo que significa: ‘que me vaya al Padre’.
Muchas veces me he preguntado ¿qué hubiera pasado si el Señor hubiese escogido para la primera predicación del Evangelio a filósofos, a matemáticos, a estudiosos del saber humano; en lugar de pescadores, negociantes y oportunistas? Nunca lo sabré. Lo que sí sé, es que al Divino Maestro hasta gusto le dio que hubiesen sido precisamente éstos: “. . . Te doy gracias Padre, porque has revelado estas cosas a la gente más sencilla. . .”, oró en alguna ocasión. ¿Qué tal si en lugar de haberse conseguido un Tomás ‘El Mellizo’, se hubiese conseguido un Tomás de Aquino? O, ¿Qué tal si en lugar de un Felipe de Bethsaida, pudiese haber tenido un Benito de Nursia? Estos dos, solo como ejemplo; y no pregunto esto nada más por el inútil afán de mis dudas, ¡sino para tener alguna medida de cómo le habría ido a Satanás con sus acechos! Me queda claro, ‘. . . los caminos de Dios no son los caminos de los hombres. . .’ y Él quiso que fuese como así, sin importar el Demonio.
Hoy, dos mil años después (y ‘a toro pasado’, como dicen en mi tierra), sabemos que fue así para que gozáramos en plenitud de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, para que gozáramos al Espíritu Santo; ¡solo para que los escépticos constatáramos las maravillas del Paráclito en ‘la gente más sencilla’! Jesucristo lo advierte así cuando les dice: “. . . Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. . .” Para eso quedó registrado, para nuestro bien; para que creamos.
El Divino Maestro sabe que el Satán nada le puede hacer, y así lo manifiesta, pero quiere dejar a sus discípulos preparados para lo que se avecina y con suficientes experiencias para su ya próxima predicación del Evangelio, pero ahora solos “. . . Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según me ha ordenado. . .” Estas palabras, son justamente las primeras que habrá de predicar Simón, Pedro, dentro de muy poco tiempo; y por eso Cristo Jesús se lo está diciendo.
¿Ya te quedó claro Satanás? ¡En contra del Señor no tienes ningún poder! Así que, por más que insistas, nada lograrás; porque el Hijo de Dios ‘ya te puso en la mira’ de sus últimas enseñanzas y todo será contra ti.
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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