"LA PERLA PRECIOSA" (8)

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¡Alabado sea Jesucristo!

México, D.F., Septiembre 10 del 2015

8.- “PARÁBOLA DE LA PERLA PRECIOSA”

(Mt 13, 45)

“También, el Reino de los Cielos es semejante a un mercader en busca de perlas finas.  Habiendo encontrado una de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.”

ACTOS DE PREPARACIÓN:

            Ven a mí, Don Divino; hazte presente Fe verdadera, elocuente y fiel.  Inunda mis sentidos, llena mi inteligencia y penetra mi voluntad, para que perciba todo cuanto debo actuar; que quede claro todo cuanto debo creer.

           Ven Esperanza inefable, haz que te sienta en mí ser; no te quiero solo como definición, sino como meta de vida en mi trayecto temporal.

            Ven portento de Dones, ven Caridad eterna, hazme cambiar mis debilidades de egoísmo, por fortalezas de entrega.

PETICIÓN:

            Dios misericordioso y eterno, que has derramado tu amor en todos nosotros, ayúdame a apreciarlo como la posesión más valiosa de cuanto rengo.

EL TIEMPO Y EL LUGAR:

Esta parábola podría ser meditada junto con la que le antecede, la del Tesoro Escondido.  El Divino Maestro está por concluir su larguísimo discurso en Cafarnaúm en la casa de Pedro, a las orillas del Mar de Galilea.  Para este momento, seguramente ya está anocheciendo, pues con las  claras alusiones del Señor a cosas escondidas o difíciles de encontrar, la gente está ambientada entre lo que ve y oye.  Jesús de Nazaret, el Gran Predicador; el que usa todo cuanto está a su alcance para que nuestro entendimiento sea diáfano, certero y verdadero.

LOS PERSONAJES Y ELEMENTOS:

El mercader somos todos, cada uno de los que buscamos la Verdad; cristianos o no.  La perla preciosa es la Palabra de Dios en el Evangelio.  Así de sencillo, así de simple; para que nos quede muy claro.

MEDITACIÓN:

            ¿Qué puede ser mejor que encontrar la verdad?  ¡Nada!  Igual que para el mercader de la parábola, para mí debe ser motivo de gran alegría toparme con ella; y a partir de ese momento dejar todo por conseguirla, por poseerla, por disfrutarla.

Esa es la más grande valía del Evangelio, que es Verdad; y por lo tanto es vida.  Porque todo lo verdadero es bueno; y lo bueno es útil para alcanzar la felicidad; y feliz es quien tiene a Dios. 

Si tan solo siguiera al pié de la letra las enseñanzas de Jesús, ya me habría dado cuenta de que no hay nada más que yo tenga que hacer.  Vender todo lo que tengo por conseguir esa ‘perla preciosa’ que es la Verdad del Evangelio; eso es lo que debo hacer.  Eso es el Reino de los Cielos, que finalmente es lo que busco.

Debo hacerme entender que no importan las posesiones, ni la fama, ni los bienes, ni el conocimiento; lo que importa es qué haga con ellos, cuáles sean sus frutos y, sobre todo, cuánto estoy dispuesto a dedicarlos al Señor.  Tan fácil como lo dice Jesús: “. . . al encontrar una perla de gran valor, vende todo lo que tiene y la compra”.  Si ya encontré a Cristo, ¿qué me detiene para dejarlo todo y ser suyo? 

Ya sé qué es; es mi soberbia, mi vanidad, mi egoísmo.  Es mi falta de Fe en sus palabras, mi falta de Esperanza en sus promesas, mi falta de Caridad en la entrega.  Eso es lo que me separa de Cristo.  No es que no sepa quién es, es que no quiero seguirlo.  No es que no lo conozca, es que no le creo. 

¿Así soy, Señor?  Pues entonces te imploro: ¡ayúdame a cambiar; ayúdame a identificarte, ayúdame a amarte; porque no quiero perderte, Jesucristo!

FRUTO:

VOY A ESCRIBIR DOS PROPÓSITOS TANGIBLES Y ALCANZABLES QUE DEBERÁN CAMBIAR MI VIDA, A FIN DE SER UNA PERSONA CONGRUENTE ENTRE LO QUE ACABO DE APRENDER DE JESUCRISTO Y LO QUE DEBO HACER COMO UN DIGNO SEGUIDOR DEL SEÑOR.

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ORACIÓN A MARÍA:

            Santísima Virgen, Madre de todos, intercede por mi ante tu amadísimo Hijo a fin de que pueda yo recibir su guía, su ayuda y su protección para decidirme, igual que lo hiciste tú, a dejarlo todo y optar por Él única y exclusivamente.  

Por Jesucristo nuestro Señor.  Amén.

PADRENUESTRO – AVEMARÍA 

En el nombre del Padre + y del Hijo + y del Espíritu Santo.  Amén.

 

Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

Antonio Garelli

 

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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.



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