¡Alabado sea Jesucristo!
México, D.F., Febrero 4 del 2015
IV.8.- LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS
(Mt 22, 23-33; Mc 12, 18-27; Lc 20, 27-40)
“Se acercaron algunos saduceos, los que sostienen que no hay resurrección, y le preguntaron:
‘Maestro, Moisés nos dejó escrito que si a uno se le muere un hermano casado y sin hijos, debe tomar a la mujer para dar descendencia a su hermano.
Pues bien, eran siete hermanos. El primero tomó mujer y murió sin hijos; la tomó el segundo; luego el tercero; y murieron los siete, sin dejar hijos. Finalmente también murió la mujer. Ésta, pues, ¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Porque fue mujer de los siete.’
Jesús les dijo: ‘Los hijos de este mundo toman mujer y marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección entre los muertos, ni ellos tomarán mujer, ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios por ser hijos de la resurrección.
Y que los muertos resucitan, lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven.’
Al oír esto, la gente se quedaba maravillada con su doctrina.”
Ahora les toca a los saduceos ser instrumentos del Demonio; y el planteamiento de duda es precisamente su escudo de discordia entre todos: la resurrección de los muertos. El ataque continúa; el acecho es permanente. Con los que haya, con los que se dejen, con todos atacará el Diablo.
Para entender el por qué de la intervención de esta influyente minoría del Sanedrín Judío, hay que aclarar unas cuantas cosas. La inmortalidad del alma es un concepto religioso tan antiguo como la cultura humana. Ya con los Caldeos de Mesopotamia (la antigua Babilonia), siete mil años antes de Cristo, se tenía claro que el ser humano era una parte física y una anímica; la primera moría a la vida, la segunda pasaba a otra.
Los Egipcios, cuatro mil años antes de Jesucristo; tenían tan claro este concepto, que hasta embalsamaban a sus soberanos y depositaban cosas de uso normal en las tumbas, para el ‘viaje’ que tenían que realizar sus monarcas hacia el ‘otro mundo’. Para los hebreo-israelitas-judíos, mantener en el recuerdo a los Patriarcas era mantenerlos vivos, en presencia constante, sin que hubiesen muerto del todo.
Para la cultura Greco-Romana, el alma inmortal es un hecho hasta filosófico, en donde la psiké y el ánima juegan un papel muy importante en la conjunción de la persona humana. Los Saduceos son una secta judía que aparece unos cien años antes de Jesucristo y sus ideas, para tomar notoriedad entre el Sanedrín, niegan (sin fundamento teológico, filosófico o cualquier forma del conocimiento humano; esto es: negar por negar), todo lo relacionado con el alma inmortal, la resurrección de los muertos u otra posibilidad de vida anterior o posterior de la vida terrenal (mineral, vegetal, animal o humana). Yo diría que son los primeros ‘materialistas’ existentes.
Por supuesto, el planteamiento que le hacen al Divino Maestro tiene un alto grado de cinismo y sarcasmo, pues fundamentan en La Ley de Moisés un acto de continuidad que ésta no puede resolver; pero que Cristo sí puede, porque Él supera a la Ley Mosaica. “. . . Ésta, pues, ¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Porque fue mujer de los siete. . .” En verdad que estos saduceos no creían que Cristo fuera el Hijo de Dios, pues si lo hubiesen aceptado de alguna forma, habrían sabido de antemano que iban a ser abatidos en su confrontación con mucha facilidad.
Eso es lo malo de solo pensar en cosas puramente materiales; uno acaba por limitar el conocimiento a minerales, plantas, animales y cuerpos humanos (que no es poco, pero sí muy limitado), en lugar de pensar trascendentalmente, especialmente queriendo llegar a Dios. “Jesús les dijo: ‘Los hijos de este mundo toman mujer y marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección entre los muertos, ni ellos tomarán mujer, ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios por ser hijos de la resurrección.’” O lo que es lo mismo: no se apuren, hay muchísimo más que actividades humanas en el Reino de los Cielos.
Y para que les quedara claro lo corto de su pensamiento y lo errado de sus deducciones, les aclara algo que no le han preguntado (pero al fin ‘galileo’, Jesús de Nazaret les responde: “. . . Y que los muertos resucitan, lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven. . .’”
No, ya no hubo réplica; ningún argumento más pudieron dar estos servidores del Demonio. San Mateo, cuasi-fariseo y anti-saduceo, cierra el pasaje tan bellamente como solo un estudioso pudiera hacerlo: “. . . Al oír esto, la gente se quedaba maravillada con su doctrina.”
¡Ni modo Satán, tendrás que buscar otros mejores, porque estos no son del tamaño que tú esperabas para el acecho contra el Mesías
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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