¡Alabado sea Jesucristo!
México, D.F., Agosto 13 del 2015
4.- “PARÁBOLA DE LA SEMILLA QUE CRECE POR SÍ SOLA”
(Mc 4, 26 – 29)
“Sucede con el Reino de Dios lo que acontece cuando un hombre arroja la simiente en la tierra. Ya sea que duerma o esté despierto, de noche, y de día, la simiente germina y crece, y él no sabe cómo. Por sí misma la tierra produce primero el tallo, después la espiga, y luego el grano lleno en la espiga. Y cuando el fruto está maduro, echa pronto la hoz, porque la mies está a punto.”
ACTOS DE PREPARACIÓN:
De la sencillez de tus palabras, Señor, y aprovechando la Fe, Don Divino que me has dado, permíteme dilucidad el mensaje que me tienes hoy, a mí y como soy. Haz posible que acreciente mi fe como las semillas sembradas; que sea digno portador de sus frutos y trasmisor eficaz de Tus Designios.
Que esta Esperanza, que me colma totalmente y siento que me supera, sea el camino que me lleve hasta Ti, Redentor de todas las almas.
Y que la Caridad, manifestación suprema de tus bienes, me permita realizar tangiblemente todo cuanto sea bueno para mis hermanos, y que esté en mis acciones de este día.
PETICIÓN:
Dios mío, pon en mi corazón las intenciones de las que debo llenarme para ser digno de ti mismo, y útil para mis hermanos.
EL TIEMPO Y EL LUGAR:
San Marcos, el hijo espiritual de San Pedro, ya que él lo bautizó, narra solo esta parábola; ninguno de los otros tres evangelistas la señala. De la misma forma que San Mateo, San Marcos junta sus parábolas en un solo capítulo y lo hace también para demostrar el Gran Rabino que era Jesucristo, ya que aquéllos, de igual forma, enseñaban con la mashal (ejemplos del dominio público fácilmente aplicados a lo que el predicador ha leído o dicho), para instruir a la gente.
La elección de los Doce Apóstoles ya se ha dado y todos siguen permanentemente a Jesús en sus viajes por la orilla del Mar de Galilea, desde Bethsaida hasta Magdala. Está en Cafarnaúm, en la casa de Pedro, cercana ésta a la orilla del lago y a las faldas de los montes que rodean la rivera noroccidental. La cantidad de gente que se reúne para escucharlo ya es muy grande, pues se dan cita en el lugar personas venidas de Tiro y Sidón; de Idumea, Perea y Judea; de Jerusalén y Transjordania. Se llegan a contar por miles en algunas ocasiones.
Y son justamente estas multitudes las que han hecho que Jesús cambie sus predicaciones en las sinagogas, por éstas, ‘al aire libre’, a las que pueden asistir muchas más personas, así como ‘gentiles’ o ‘paganos’ de las ciudades vecinas. Por ello ha empezado a hablar en parábolas, con ejemplos, para que El Evangelio, La Buena Nueva, llegue a todos por igual.
Yo vivo agradecido a aquellos ‘extranjeros’ que hicieron hablar al Divino Maestro en parábolas, para que nosotros también le entendiéramos.
LOS PERSONAJES Y ELEMENTOS:
Esta pequeñísima pero significativa narración evangélica, vuelve a tener un mínimo de personajes y acciones, para nuestra facilidad en el aprendizaje del Evangelio, es como que el Señor haya pensado en su momento: “Esta, muy sencilla, para que todo el mundo pueda entenderla”. Los actores son:
El hombre que siembra, que es Jesucristo.
La semilla, que es la Palabra de Dios.
La tierra, que somos todos nosotros que escuchamos Y NOS APEGAMOS a los mandatos del Señor.
Y las acciones de germinar, producir y cosechar.
MEDITACIÓN:
Cuando pienso en Jesús como carpintero, no me lo imagino realizado en plenitud. Pero cuando lo ubico en los campos de Galilea, observando toda la vida que en ellos se multiplica, hasta me llego a imaginar a Dios hecho hombre, admirando la realidad de su obra en la materialidad de su Divina presencia. Solo quien ha visto germinar en el campo una semilla, entiende el gusto con el que Jesús debió haber dicho esta parábola.
Si como es el caso en esta parábola, yo soy la tierra y Cristo el hombre que siembra, entonces debo preocuparme mucho de cuál será el producto de sus semillas, de las sembradas en mí por medio de sus palabras. ¡Qué bien lo dice! “. . .Ya sea que esté dormido o despierto. . . la semilla germina y crece.” Esto es lo verdaderamente importante: que yo sea ámbito de su desarrollo, de su crecimiento, de su multiplicación. Cristo me necesita como medio para la propagación de su Evangelio; no es que yo sea absolutamente necesario para ello, no; es que debo estar dispuesto a serlo, porque lo mejor que me pueda suceder en la vida, es serle útil al Señor, para lo cual solo es necesario que yo lo quiera.
El crecimiento de la mies no depende de nosotros, eso es labor de Dios; nosotros solo tenemos que ser vínculo entre Dios y los hombres para que éstos crean en Él y se salven. Realmente no sabemos cómo lo hace posible el Señor, pero estamos seguros de que lo hace.
Puede ser que yo sea un “apóstol pasivo” (lo cual suena contradictorio), como tierra inmóvil; sin embargo, en esta parábola el Señor no me está pidiendo acción alguna, solo quiere que yo contenga sus palabras en mi persona y Él hará el resto del trabajo, hará que la semilla germine y crezca.
El testimonio puede ser un buen ejemplo para entender este mandato de Jesús. Es cierto que no se puede amar a Cristo o llamarse cristiano si no hay obras, si no hay actividad alguna. Pero puede darse el caso de que sin hacer intencionalmente algo sea yo instrumento del amor de Dios en el alma de alguien más. Los actos de piedad y de misericordia no requieren de grandes hazañas ni de acciones valerosas; quien es capaz de mostrar estos dones más convence por su fondo que por su forma, más dice en sus acciones que en sus intenciones. El testimonio es que otro vea en mí lo que hago, no que yo le muestre cómo hacerlo. El testimonio es reflejo del corazón en la forma de actuar, no hechos razonados para demostrar. Cristo quiere que convenza con lo que soy, no con lo que creo ser. Él simplemente quiere mi disponibilidad, ya que su poder hace que “. . . Por sí misma la tierra produce primero el tallo, después la espiga, y luego el grano lleno en la espiga.”
FRUTO:
VOY A ESCRIBIR DOS PROPÓSITOS TANGIBLES Y ALCANZABLES QUE DEBERÁN CAMBIAR MI VIDA, A FIN DE SER UNA PERSONA CONGRUENTE ENTRE LO QUE ACABO DE APRENDER DE JESUCRISTO Y LO QUE DEBO HACER COMO UN DIGNO SEGUIDOR DEL SEÑOR.
1
2
ORACIÓN A MARÍA:
Virgen Santísima, de la misma forma que tú “Guardaste en tu corazón” todos los mandatos de tu amado Hijo, sin vacilar, sin dudar, sin contrariar sus deseos; hazme, Madre Santa, digno de contener Sus Palabras hasta producir el fruto esperado para mis hermanos.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
PADRENUESTRO – AVEMARÍA
En el nombre del Padre + y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén.
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.