¡Alabado sea Jesucristo!
México, D.F., Diciembre 1 del 2014
III.7.- LA TRANSFIGURACIÓN
(Mt 17, 1-8; Mc 9, 2-13; Lc 9, 28-36)
“Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él.
Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: ‘Señor, bueno es quedarnos aquí. Si quieres, haré tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.’
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salió una voz que decía: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle.”
Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: “Levantaos, no tengáis miedo.” Ellos alzaron sus ojos y no vieron a nadie más que a Jesús solo.”
¡Llegó la hora de empezar a enseñarles a los discípulos otras formas de la Divinidad del Maestro! Ya la han experimentado en sus portentosas curaciones y milagros, pero estas nuevas señales no las han vivido todavía. Y está muy claro a quiénes ha escogido para éste y otros momentos:
Simón, Pedro – El Príncipe de los Apóstoles.
Santiago El Mayor – El primero de ellos que será martirizado.
Juan hijo de Zebedeo y hermano de Santiago – El último que morirá.
Por supuesto, Jesucristo dejará en todos los demás discípulos muchas señales maravillosas que habrán de recordar toda su vida, y les servirán en su ministerio personal, pero en estos tres, el Señor quiere dejar una huella profunda en virtud de lo que serán. Están a punto de terminar el segundo año del Ministerio del Señor; empezarán el tercero, que será el último y definitivo.
“Seis días después. . .” (así dicen Mateo y Marcos; Lucas dice ocho, pero no tiene importancia), de aquel inolvidable ‘retiro espiritual’ que vivieron todos juntos en Cesarea de Filipo, en donde el Señor le ha dado El Primado a Pedro. Ahora están en las faldas del Monte Tabor, el preferido del Divino Maestro, que se levanta solo entre el Valle del Jordán y la llanura que dejan los macizos de Nazaret; es un paisaje de múltiples verdes que llaman a la paz. Quiere Jesús orar con sus discípulos, tomando a parte a esos tres para subir el monte de apenas quinientos metros de alto.
Esta es la segunda ocasión en que la Santísima Trinidad se manifiesta ante los hombres, la primera ha sido en el Jordán, en el Bautismo de Jesús. Ahora, Dios Hijo es plenitud de luz; Dios Espíritu Santo es nube luminosa; Dios Padre es voz majestuosa. Todos lo vieron, unos estaban allí, los otros miraban desde abajo; como en el Sinaí, todos supieron que ‘algo grande’ estaba sucediendo.
Para estos galileos y judíos que el Rabboni ha escogido, quedará muy claro el significado de Su Transfiguración: las máximas tradiciones de Israel, representadas por la Ley (Moisés) y los Profetas (Elías), custodian al Mesías como una símbolo de su cabal cumplimiento y el establecimiento del Nuevo Pacto entre Dios y los hombres.
Preguntan ¿dónde está el acecho del Demonio sobre el Mesías?, allí viene Pedro nuevamente: ‘. . . Señor, bueno es quedarnos aquí. Si quieres, haré tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. . .’ No, eso no es lo bueno, Simón; no es quedarse y acomodarse, es salir de allí y propagar el Evangelio por todas partes. Ya se los dirá el Maestro a su tiempo. Por el momento, Satanás está impresionado ante la aparición de Dios Trino y Uno ante los Apóstoles y discípulos. Nunca esperó este ‘atrevimiento’ de las Tres Divinas Personas a favor de los hombres; y sin embargo, se dio.
Con este evento termina el segundo año del Ministerio del Señor; empezarán el tercero, que será el último y definitivo. ¡Solo me imagino cómo estará el Demonio al acecho del Mesías!
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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