¡Alabado sea Jesucristo!
Julio 2 del 2014
LA VISITACIÓN DE NUESTRA SEÑORA
La devotísima fiesta de La Visitación de la Santísima Virgen que instituyó el Papa Urbano VI y publicó el Papa Bonifacio IX en el Anno Domini 1389, tomando por medianera a la Virgen sacratísima, para que remediase el cisma peligrosísimo que a la sazón afligía a la Iglesia, El Cisma de Occidente (dos y hasta tres Papas a la vez).
El magnífico momento de La Visitación lo refiere San Lucas Evangelista (por supuesto, a dictado expreso de Nuestra Señora), con estas palabras:
“En aquellos días partió María y se fue presurosa a las montañas de Judea a una ciudad de la Tribu de Judá; y habiendo entrado en casa de Zacarías, saludó a Isabel. Y aconteció que en oyendo Isabel la salutación de María, la criatura que traía en su seno dio saltos de placer; y su madre Isabel se sintió llena del Espíritu Santo, y exclamando en alta voz, dijo a María:
‘¡Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre! Y ¿de dónde a mí tan grande bien, que venga a visitarme la Madre de mi Señor? Pues lo mismo ha llegado a mis oídos la voz de tu saludo, que dar saltos de júbilo el infante que tengo en mis entrañas. ¡Bienaventurada tú, que has creído! Porque sin falta se cumplirán las cosas que te ha dicho el Señor.’
Entonces la Virgen, llena de un altísimo espíritu de profecía, tornó a Dios estas alabanzas y dijo:
‘Engrandece el alma mía al Señor; y mi espíritu está transportado de gozo en Dios, Salvador mío. Porque ha puesto sus ojos en la humildad de su esclava; he aquí que desde ahora me llamarán Bienaventurada por todas las generaciones.
Porque ha hecho en mí cosas grandes Aquel que es Todopoderoso; Aquel cuyo nombre es santo, y cuya misericordia de generación en generación sobre todos los que lo temen.
Hizo ostentación del poder de su brazo, desconcertó las tramas de los soberbios y los altivos pensamientos de su corazón; derribó del trono a los poderosos y encumbró a los humildes; colmó de bienes a los hambrientos y a los ricos dejó vacíos.
Acordándose de su misericordia, recibió debajo de su protección a Israel su siervo, conforme a la promesa que hizo a nuestros padres; a Abraham y a sus descendientes por todos los siglos.’
La Virgen María se detuvo en compañía de Isabel como unos tres meses, después de lo cual se volvió a su casa.” (Evangelio según San Lucas 1, 39-56)
¡Qué admirable es la visitación de la Virgen a su prima Santa Isabel! ¡Verdaderamente está llena de prodigios! Isabel trae en su seno al infante que será el Precursor del Mesías; a San Juan el Bautista. Y María tiene en sus purísimas entrañas al Hijo de Dios, El Salvador. Se saludan las dos Santas Madres y al instante se reconocen con todos sus dones y excelencias, y la presencia del Verbo eterno, encarnado en la Santísima Virgen como en su precioso relicario, santifica al niño Juan (su primo) en el seno de su madre Isabel.
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.
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