¡Alabado sea Jesucristo!
México, D.F., Enero 28 del 2015
IV.6.- LOS GRIEGOS DESCONOCIDOS
(Jn 12, 20-32)
“Había algunos griegos de los que subían a adorar en la fiesta. Éstos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: ‘Señor, queremos vera a Jesús.’ Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les Respondió:
“Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre. En Verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto.
El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna.
Si alguno me sirve, que me siga; y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve el Padre le honrará.
Ahora mi alma está turbada. Y ¿qué voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto! Padre glorifica tu Nombre.”
Vino entonces una voz del cielo:
“Le he glorificado y de nuevo le glorificaré.
La gente que estaba allí y la oyó decía que había sido un trueno. Otros decían: “Le ha hablado un ángel.” Jesús respondió:
“No ha venido esta voz por mí, sino por vosotros. Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí.””
Solo San Juan narra este episodio; ninguno de los tres ‘sinópticos’ señala algo al respecto. Jesús acaba de entrar victorioso a Jerusalén; ha sido aclamado por el pueblo como Rey, como Hijo de David, con palmas y cantos de triunfo:
“… ¡Hosanna! Bendito el que viene en el nombre del Señor; y el Rey de Israel...”; le han coreado todos a su llegada. ¡Satanás estaba furioso al ver la reacción de la gente en la Ciudad de David!; no pudo evitar, ni él ni todas sus huestes que le acompañan, el gran reconocimiento de Jesús como ‘Rey por aclamación’; debió haber temblado de coraje tan solo de pensar que todos sus planes se vinieran abajo con la espontánea recepción que le da la multitud a Cristo. ¡El está al acecho; y estos judíos alabando al Mesías!
No se sabe quiénes eran los griegos, ni a qué iban, ni de qué hablaron; ni siquiera si finalmente vieron o no al Señor; pero para Jesús, la llegada de estos hombres es una señal clarísima, tanto es así, que les responde a Felipe y Andrés:
“. . . Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre. . .”; una frase llena de significados, que además arranca del Señor otras tantas con igual profundidad teológica, hablando como ‘verdadero Dios’; pero lo que más sorprende es la reacción del ‘verdadero hombre’: “. . . Ahora mi alma está turbada. . .” ¡¡Jesús de Nazaret tiene miedo!! Él sabe que el Demonio siempre ha estado al acecho, pero ahora sabe que sus horas están contadas.
Dios nunca tiene miedo. La Segunda Persona de la Santísima Trinidad nunca tiene miedo. Pero ‘Dios hecho hombre’, en su afán por igualarse a nosotros en todo (“. . . menos en el pecado. . .”); en su deseo de salvar a los hombres como ‘verdadero hombre’, ¡hasta se ha permitido sentir miedo! ¡Cuánto habrá gozado Satanás el Diablo escuchar esa exclamación del Mesías!; pero no le duró mucho el gusto, pues de inmediato Cristo señala: “. . . Pero ¡si he llegado a esta hora para esto! . . .”; e inmediatamente después, la entrega total, la aceptación incondicional, el honor a quien solo merece el honor: “. . . Padre glorifica tu Nombre. . .” y hasta respuesta recibe.
Qué momento más dramático, diríamos de éste, en la vida de cualquier hombre; pero en la vida del Mesías, acechado por el Demonio, es un hito culmen en nuestra salvación; pues a partir de este preciso momento Jesús de Nazaret, el Mesías, el Cristo, dispone su vida al sacrificio como “El Cordero de Dios”, no antes sin dejarle claro a todos que: “. . . Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí.”
No es reto, ni advertencia, ni amenaza; es el señalamiento claro para Satanás de que su acecho no prosperará; que si bien Él, Jesús, puede morir, al final será levantado para atraernos a todos a Su Salvación. ¡No importa cuánto le hagas sufrir y padecer como hombre, Satán; como Cristo te vencerá!
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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