¡Alabado sea Jesucristo!
Ciudad de México, Febrero 18 del 2016.
30.- “PARÁBOLA DE LOS TALENTOS”
(Mt 25, 14 – 30; Lc 19, 11 – 27)
“El reino de los Cielos es también como un hombre que, al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda; a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó.
Enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco. Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos. En cambio, el que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Al cabo de mucho tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas con ellos. Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: ‘Señor, cinco talentos me entregaste, aquí tienes otros cinco que he ganado.’ Su señor le dijo: ‘¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.’
Llegándose también el de los dos talentos dijo: ‘Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado.’ Su señor le dijo: ‘¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
Llegándose también el que había recibido un talento dijo: ‘Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo.
Mas su señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses. Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aún lo que tiene se le quitará. Y a este siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.’”
ACTOS DE PREPARACIÓN:
Que sea la Fe, gran don de Dios, la que amplíe mi entendimiento respecto de estos mandatos del Señor; que no trate yo de entender con mis limitadas posibilidades lo que hoy Dios me quiere decir, lo que quiere dejarme muy claro.
Para que de esa forma la Esperanza avive en mi alma el deseo de alcanzar la Gloria de Dios al final de mi vida, con los mejores resultados de cara al Creador.
Y así mismo, que con la Caridad me atreva a concretar mis acciones, en función de los inmerecidos dones recibidos.
PETICIÓN:
Padre misericordioso y eterno, que has querido dotarme de dones espirituales y materiales que jamás merecí, alcánzame la gracia de usarlos de la mejor forma posible para gloria y alabanza de Tu Santo Nombre.
EL TIEMPO Y EL LUGAR:
El pasaje se ubica en los últimos diez días de la vida de Jesucristo. La parábola arriba transcrita es la que registra San Mateo; sin embargo, siguiendo la cronología del capítulo 19 de San Lucas (que es el otro Evangelista que la cita), podemos darnos cuenta que el Señor se encuentra en casa de Zaqueo, el jefe de publicanos de Jericó. Este hecho tiene gran significación, pues el Divino Maestro está hablando de eficacia en la utilización de los recursos con los que cuenta un hombre, precisamente en la casa de un rico; quizás el hombre más rico con el que Jesús haya tenido contacto de manera directa.
La mansión de Zaqueo era por mucho, la construcción privada más grande de Jericó. Contaba con muchísimas habitaciones, las cuales fueron ocupadas por Jesús, y sus discípulos y Apóstoles, el día que el Maestro se hospedó en su casa. En ese lugar sobraba de todo, nada hacía falta; quizá solo una cosa no había, La Salvación que se obtiene con el arrepentimiento. Y el día que Jesús fue allí, Zaqueo la obtuvo, pues fue llamado ‘hijo de Abraham’ por el mismísimo Cristo.
También es muy significativo que San Lucas haya culminado la narración de las parábolas precisamente con ésta, la de Los Talentos, pues contiene en sí misma todo cuanto se requiere para un Juicio Final individual.
LOS PERSONAJES Y ELEMENTOS:
El dueño de la hacienda, es Dios. Los siervos somos nosotros, soy yo mismo. Los talentos, son los dones que he recibido; bien sean los de mi persona (amabilidad, inteligencia, destreza, etc.) o los bienes materiales que poseo. El tiempo que el Señor se ausenta de la hacienda, es el lapso mi vida. El ajuste de cuentas del Señor, es mi juicio final. Los resultados de las inversiones, son las gracias que haya yo alcanzado con la aplicación de los bienes recibidos.
MEDITACIÓN:
Cada vez que oigo, leo o recuerdo esta parábola (para mí, ‘la más humana del Señor’), me imagino a mí mismo en ese momento de mi existencia: rindiendo cuentas de cuanto haya hecho con los dones recibidos. Esto, por supuesto, es una cuestión de Fe. Solo por la Fe sé que fui creado por Dios antes de nacer a esta vida; que estoy vivo ahora para ganarme el Reino de Dios; y, lo más importante, solo por la Fe creo en “la resurrección de los muertos y en la vida de un mundo futuro”.
Todos, absolutamente todos hemos sido provistos de dones; a veces no los descubro, otras los niego y algunas más no los uso; pero es innegable que todos tenemos dones con los cuales podamos, al menos, ayudar al prójimo. Si en un momento dado puedo usarlos para Gloria de Dios, bien hecho; pero si me propongo enterrarlos y que no produzcan nada, las consecuencias de ello están muy claras en la parábola. Al que entierra sus dones y no los hace producir, le esperan las tinieblas, el llanto y el rechinar de dientes. ¡Qué claro eres, Divino Maestro!
Los dones tienen una gama amplísima; van desde los que todos queremos tener y que le hemos visto en otros o imaginamos, hasta los que nadie pudiera desear: las enfermedades y las carencias. También éstas, en función del Plan de Dios, pueden constituirse en dones. Un ejemplo: ¿qué alma hay más exigente y receptora de amor que la de un niño o niña con parálisis cerebral o con síndrome de Down? ¿Acaso no son mis ancianos los que más me reclaman cariño y comprensión? Esto que a veces tengo como un mal, resulta ser una gran oportunidad puesta por Dios en frente de mí para prodigarme en amor. ¡Qué grande eres, Señor!
Para Dios, respecto de mí, dones no solo son las cualidades o las virtudes; también lo son las carencias y los defectos. Porque también por ellos (ya sean míos o de mi prójimo) yo puedo hacer que el amor triunfe. Y si logro eso, logro el triunfo de Dios en donde Él quiere. Si realmente quiero distinguirme como cristiano, entonces debo amar sin medida, amar aunque me duela, amar siempre. “. . . En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos, en que se amen los unos a los otros”. Así de claro me lo dejó dicho nuestro Señor Jesucristo.
Los dones del cielo no son para producir bienes de la tierra; son para mostrar a Dios en su magnífica expresión. Y todo cuanto tengo y soy, me ha venido del cielo, me lo ha dado Dios. Sin embargo, si con esos dones yo solo produzco bienes materiales (porque no esté habilitado de producir bienes espirituales), entonces esos bienes he de ponerlos a disposición de quien sí pueda producirlos, para que la Gloria de Dios sea evidente.
Si tengo cualidades y virtudes, debo hacerlos producir amor a Dios; mas si tengo carencias y defectos, debo aprovecharlos para motivar el amor a Dios. Amor, pues, es el ingrediente principal que debe contener todo cuanto yo logre con mis dones. Solo así estaré acumulando riquezas para el cielo.
FRUTO:
VOY A ESCRIBIR DOS PROPÓSITOS TANGIBLES Y ALCANZABLES QUE DEBERÁN CAMBIAR MI VIDA, A FIN DE SER UNA PERSONA CONGRUENTE ENTRE LO QUE ACABO DE APRENDER DE JESUCRISTO Y LO QUE DEBO HACER COMO UN DIGNO SEGUIDOR DEL SEÑOR.
1
2
ORACIÓN A MARÍA:
Madre Santísima, Tú que has sido merecedora del más grande don entregado por Dios a cualquier humano, Su Hijo Jesucristo, ayúdame a encontrar el camino para producir más y mejor con los dones que yo he recibido del Señor, para merecer de la mejor forma su Gracia.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
PADRENUESTRO – AVEMARÍA
En el nombre del Padre + y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén.
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.