¡Alabado sea Jesucristo!
México, D.F., Noviembre 25 del 2014
III.5.- PIDEN A JESÚS UNA SEÑAL DEL CIELO
(Mt 16, 1-4; Mc 8, 11-13)
“Se acercaron los fariseos y saduceos y, para ponerle a prueba, le pidieron que les mostrase un signo del cielo. Mas él les respondió: “Al atardecer decís: ‘Va a hacer buen tiempo, porque el cielo tiene un rojo de fuego’, y a la mañana: ‘Hoy habrá tormenta, porque el cielo tiene un rojo sombrío.’ ¡Con que sabéis discernir el aspecto del cielo y no podéis discernir los signos de los tiempos! ¡Generación adúltera y malvada! Un signo piden y no tendrán otro signo que el signo de Jonás.” Y dejándolos, se fue.”
La misma fallida táctica de las tentaciones. El Demonio, como si no lo supiera (y ahora a través de sus secuaces humanos del tiempo de Cristo), pide una señal de la Divinidad del Maestro. Claro, como a él personalmente el Señor ya le reprendió cuando le pidió lo mismo (“. . . Si eres el Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.” Jesús le respondió: “Está escrito: No solo de pan vive el hombre.”), ahora quiere ver como les va a los humanos ante esa misma solicitud. Pues, les va igual que al Satán, nada reciben; y en cambio les deja una duda aún mayor: ‘la señal de Jonás’. ¿A cuál de todas se habrá referido Jesús? No lo sé; pero lo que sí puedo asegurar, es que les estaba indicando que para saber de su Divinidad, todo lo que tenían que hacer era consultar los Sagrados Escritos en donde éstos hablaban del Mesías. En pocas palabras, los mandó a estudiar lo que ya sabían: la venida del Cristo, del Salvador.
Nada más de escribas y fariseos con encargo, Satanás cuenta con setenta y un secuaces para acechar al Mesías; éste era el número de los tales que conformaban el Sanedrín o Tribunal Supremo de los judíos. Descontados dos o tres, todos los demás estaban al servicio del Demonio, pues su labor nada tenía que ver con Dios, la Ley o las Sagradas costumbres, sino más bien con la extorsión del pueblo. Por supuesto, para escribas, fariseos y saduceos, que se presente ahora el Mesías no solamente significa que sus lucrativos negocios dejarán de funcionar, sino que todo su devenir ha perdido su razón de ser, porque ante ‘la plenitud de los tiempos’ en vida, ellos ya nada representan ni significan; esa es la verdadera causa de su malestar contra Jesucristo.
Es probable que no se den cuenta, porque el Diablo los tiene cegados a su favor, pero con la venida de Cristo al mundo se da cumplimiento cabal a la Ley y los Profetas; por lo tanto la antigua forma de ‘instructores’ de los Sagrados Preceptos nada tiene ya qué hacer. Por eso le odian, porque el Redentor ha venido para cambiar al mundo.
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III.6.- PRIMER ANUNCIO DE LA PASIÓN
(Mt 16, 21-23; Mc 8, 31-33; Lc 9, 22)
“Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos (del pueblo), los sumos sacerdotes y los escribas; ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente.
Tomándole aparte, Pedro se puso a reprenderle. Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: ‘¡Quítate de mi vista, Satanás!, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.’”
¡No cabe ni la menor duda,el Demonio se aprovechará de todo cuanto tenga a su alcance para operar el mal! Otra vez le toca a Simón, Pedro, ser el instrumento para la discordia, la duda y la oposición. Todavía habrá otras ocasiones en que también lo usará para acechar al Mesías. Pobre de él, digo yo.
Jesucristo ha preparado convenientemente las cosas para poder anunciar a sus discípulos Su Pasión. Se los ha llevado a una zona fuera de Galilea, a Cesarea de Filipo, para que estén apartados y sin el acoso constante de la gente de los pueblos que frecuentan; casi se puede decir que se los llevó ‘a un retiro’ en donde les ha instruido muchas cosas que solo competen a ellos. Les ha enseñado más acerca de su Ministerio y de lo que ellos tienen que hacer al respecto, y ha querido aumentar la espiritualidad de su vida apostólica.
San Marcos, hasta aclara que “. . . Hablaba de esto abiertamente.”, lo cual significa que no se los dijo con ninguna comparación ni parábola, sino tal cual iba a ser. Es por eso que Pedro se extraña mucho, y en su buena intención (pero puramente humana, sin trascendencia Divina), le habrá dicho al Señor que ‘no dijera esas cosas’. Cristo sabe muy bien qué es lo que está sucediendo y de inmediato ataca al Demonio (no a Pedro) y dice: ‘. . .¡Quítate de mi vista, Satanás!, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.’
Me Imagino la escena: los que han decidido dejarlo todo y seguir a Cristo están allí; se encuentran María Madre y los Doce Apóstoles ya elegidos; también están los otros discípulos, que suman más de sesenta, y son hombres y mujeres de todas partes de Palestina que se conocen bien entre todos. Ciertamente es un grupo numeroso, pero apenas suficiente para iniciar la propagación del Evangelio, el anuncio de la Buena Nueva. El Maestro está en plena enseñanza y de repente Pedro, como no le ha parecido muy correcto lo que ha oído, se levanta y lo lleva a parte para ‘reprenderlo’ (así dice Marcos, o sea, Pedro, en sus divinamente inspirados escritos. Mateo, que sí estuvo allí, inclusive transcribe las palabras de Simón que dijo: “¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso.”). Seguramente el siervo reconvenía al Señor respecto de ‘la exageración de sus palabras’ en cuanto al fin de su vida humana.
Lo que Pedro no sabía, era que La Pasión iba a ser algo mucho más salvaje y cruel de lo que Cristo les ha querido señalar en esta ocasión. El estruendo de la respuesta de Jesús debió haber dejado estupefactos a todos los discípulos. “¡Quítate de mi vista, Satanás!” El tono de las palabras es de lo más fuerte que uno pudiera imaginarse de boca del Mesías hacia cualquiera de sus enemigos, pero no para uno de sus Apóstoles. Simón habrá pensado: “Trágame tierra”. Pero no, no era para él la terrible frase, era precisamente para el Diablo, al que Jesucristo sí podía ver en la persona de su querido ‘vicario’, recién constituido.
¿Y por qué está Satanás en Pedro?, se preguntaría uno. Pues, resulta que en este ‘retiro’ del Señor con sus discípulos, según la narración de Mateo, (16, 13-20) una de las preguntas que les ha hecho es: “. . . ¿Quién dicen los hombres que soy yo?. . .”, a la cual todos han dado muchas respuestas. Y ante la otra más significativa cuestión de: “. . . Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? . . .”, Simón ha tomado la delantera y ha respondido esas hermosísimas palabras que hoy conocemos como la “Profesión de Fe y Primado de Pedro”: “. . . Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios Vivo.” Acto seguido, Jesucristo le manifiesta su beneplácito y le asegura algo que al Demonio lo ha puesto verdaderamente furioso, “. . . Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. . .”
Hasta aquí ya el Diablo tenía suficiente para agarrarla contra el Apóstol (pues el Divino Maestro asegura una revelación del Padre para Pedro), pero Jesucristo continuó, y eso fue lo que mereció que el Demonio poseyera a Simón en aquel desafortunado instante posterior. Jesús había señalado: “. . . Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. . .” ¡¡NADA MÁS Y NADA MENOS!! Le acaban de informar a Satanás quién será el Príncipe de los Apóstoles; quién será el Vicario de Cristo en la tierra; quién continuará a la cabeza de la Evangelización del mundo. ¡Por eso se le aventó el Satán a Simón, Pedro! ¡Porque acababa de recibir el Primado Apostólico y quería hacerlo caer! Y por eso el Señor responde de esa forma: “. . . ¡Quítate de mi vista, Satanás!”; para que le quede claro al Demonio que siempre estará al pendiente de lo que haga con su elegido.
Pedro no está siendo otra cosa que el instrumento a través del cual el Satán se comunica con Cristo Jesús, y éste con el otro para manifestar su rechazo total. El penoso incidente para San Pedro, pues, no es más que el anuncio para sus sucesores (los Papas), de lo que les pasará en el futuro por aceptar el encargo. ¡Qué hábil es el Maligno! Actúa de inmediato en contra del Bien; no deja pasar ni un instante para aniquilar sus acciones de bondad y de amor. ¡Por supuesto que tiene que hacerlo así, de otra forma ya estaría aniquilado, si quisiéramos!
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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