¡Alabado sea Jesucristo!
México, D.F., Marzo 11 del 2015
V.1.- PRENDIMIENTO DE JESÚS
(Mt 26, 47-56; Mc 14, 43-52; Lc 22, 47-53; Jn 18, 2-12)
Estaba todavía hablando cuando se presentó un grupo; el llamado Judas Iscariote, uno de los Doce, iba a la cabeza, y se acercó a Jesús para darle un beso. Jesús le dijo: ‘¡Judas, con un beso entregas al Hijo del hombre!’
Viendo los que estaban con él lo qué iba a suceder, dijeron: ‘Señor, ¿herimos a espada?’ Y Pedro, sacando una espada hirió al siervo del Sumo Sacerdote y le llevó la oreja derecha.
Pero Jesús dijo: ‘¡Dejad! ¡Basta ya!’ Y tocando la oreja le curó. Dijo después a los sumos sacerdotes, a los jefes de la guardia del Templo y a los ancianos que habían venido contra él:
‘¿Cómo contra un salteador habéis salido con espadas y palos? Estaba yo todos los días en el Templo con vosotros y no me pusisteis las manos encima; pero esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas.’”
Un traidor; una turba; en la obscuridad. ¿Qué más se necesita para poder identificar quién está detrás de esto? ¡Nada! Es el Demonio el que está al acecho del Mesías. Hay dos lugares en la tierra por los cuales estamos seguros Satanás deambuló en persona: ‘En el Edén, Jardín de Dios, te paseabas’, ese es uno; y Getsemaní, es el otro; ‘. . .esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas’. Estos dos momentos de la historia de la humanidad, fueron atendidos ‘personalmente’ por el Diablo; en el primero ‘entró el pecado en el mundo’, pero en el segundo ‘se realizó la más vil de todas nuestras acciones: se consumó la traición al Hijo de Dios’. Y, sin embargo, en ambos, Dios se mantuvo imperturbable. Había voluntad de por medio y Él siempre respeta el libre albedrío. No importa que éste, esté cargado de soberbia; ‘Dios es fiel a su Palabra’.
Son tan similares los acontecimientos del Edén y Getsemaní, que queda clara la evidencia de la acción de una sola ‘persona’: el Satán. En el primero, escondido en una serpiente; ‘el más astuto de los animales’. En el segundo dentro del más astuto de los discípulos: Judas Iscariote, ‘el que llevaba la bolsa’, ‘la serpiente humana rendida al servicio del Diablo’. En el primero, se siembra la duda que obscurece el entendimiento; en el segundo son las tinieblas que ocultan la acción. En el primero, la ambición de querer ‘ser como Dios’; en el segundo, querer suplantar a Dios.
Hasta este momento, en el Huerto de los Olivos, el plan que han armado los ‘secuaces del Maligno’, favorece las intenciones de todos para desanimar a Jesús de Nazaret en su camino a la Redención. Les conviene a Escribas y Fariseos y le conviene al Demonio. Satanás ha golpeado el alma del Señor con la traición de Judas Iscariote, con la debilidad manifiesta de sus discípulos por mantenerse en la oración y con su instigación ‘personal’ sobre Jesucristo respecto de la inutilidad de su entrega por salvar a los hombres.
De la misma forma, el cuerpo humano de Jesús ha sido vil y acremente golpeado, por lo que se duele hasta el desvanecimiento. El dolor anímico y físico nos puede vencer la voluntad; esto lo sabe el Demonio y por ello acecha repetida y constantemente. El Satán espera que, como ‘verdadero hombre’, el Mesías no soporte el castigo al que está siendo sometido; por eso incita a la agresividad y al oprobio en sus captores. A todos los llevará al límite: al uno de su resistencia, a los otros de su ignominia. Pasiones desenfrenadas, voluntades desquiciadas, mentes ciegas; esos son ingredientes ideales para el actuar de Satanás.
Y hasta los discípulos del Cristo han entrado en el malvado círculo del horror: ‘Señor, ¿herimos a espada?’ También ellos están al límite de lo que pueden soportar y por fin uno cae: ‘. . .Y Pedro, sacando una espada hirió al siervo del Sumo Sacerdote y le llevó la oreja derecha. . .’ ¡Por supuesto que no quería solamente cortarle la oreja, quería partirle en dos la cabeza! Pero Simón de ninguna manera era diestro en el manejo de las armas; era pescador y además muy irritable. No tenía las habilidades del guerrero, ni la ecuanimidad y sangre fría del asesino. ‘. . . Pero Jesús dijo: ‘¡Dejad! ¡Basta ya!’ Y tocando la oreja le curó. . .’ Ahí está otra vez la personificación máxima del Bien que hayan visto los seres humanos: Jesucristo, El Hijo de Dios Vivo, Dios Hecho Hombre.
Esta batalla es tuya, Satanás; pero no se fue libre de conversión. Con solo bien se venció al mal; y se rescató un alma: la del siervo del Sumo Sacerdote que fue tocado por El Salvador.
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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