¡Alabado sea Jesucristo!
Mayo 26 del 2014
SAN FELIPE NERI, FUNDADOR
Muy queridos todos en Cristo Jesús:
El Glorioso Fundador de la Congregación del Oratorio, San Felipe Neri, nació en Florencia de padres nobles y temerosos de Dios. Mostró desde la infancia gran inclinación a la virtud, por lo cual le llamaban comúnmente Felipe el Bueno. Tocado de Dios, se fue a Roma, y en aquella corte del mundo comenzó una vida tan penitente como si estuviera en el yermo. Una vez, unos mancebos atrevidos lo encerraron con dos mujercillas livianas para que le provocasen al mal; mas él, cuando se vio en tan grande peligro, no hizo sino arrodillarse, orando con tal reverencia, que se disminuyeron aquellas mujeres perdidas.
Terminados sus estudios de filosofía y teología, vendió hasta los libros, para entregarse todo a Dios; del cual recibía tan grandes consuelos, que le decía amorosamente: “Señor, no puedo más apartaros de mí, que siendo yo mortal, no puedo ya llevar esta avenida de vuestros celestiales deleites.” Un día, poco antes de la fiesta de Pentecostés, vino sobre él un fuego de amor tan grande, que lo derribó en el suelo con mucha palpitación de corazón; eso, le duró toda la vida, quebrándole dos costillas de encima del pecho. Sentía en aquella parte de su cuerpo un calor tan excesivo, que por más frío que hiciese y aún siendo él ya muy viejo, tenía que desabrigarse el pecho para templar aquellos ardores.
Conversaba con gente muy perdida y la ganaba para Jesucristo; visitaba los hospitales y servía a los enfermos; fundó la Cofradía de La Santísima Trinidad de peregrinos y convalecientes, y por su ejemplo, instituyó San Camilo de Lelis la Congregación de los Clérigos Regulares, ministros de los enfermos. Habiendo mandado su Confesor que se ordenase de sacerdote, eran perpetuos los éxtasis y ardores de amor que sentía en la Misa, y algunas veces le veían levantado en el aire, varios metros en lo alto.
Era muy familiar de San Ignacio de Loyola, a quien le llamaba la campana, por los muchos que por su medio llamaba Dios a la vocación. San Ignacio no le quiso recibir en la Compañía, porque sabía que el Señor le tenía reservado para fundar el Oratorio. Solía visitar las siete iglesias de Roma, y a veces pasaban de dos mil los que le acompañaban. Obraba innumerables prodigios y parecía que tenía en la mano la vida y la muerte, la salud y la enfermedad.
Finalmente, después de haber perpetrado su espíritu de piedad y celo, en las almas de la Congregación del Oratorio que Dios le había encomendado, a los ochenta años de su vida preciosa y en el día de Corpus Christi, recibió del Señor la eterna recompensa de sus trabajos y haberes. San Felipe Neri, virtuosísimo Fundador.
Afectísimo en Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.
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