SAN GALO, OBISPO DE ARVERNA

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¡Alabado sea Jesucristo!

 Julio 1 del 2014

 SAN GALO, OBISPO DE ARVERNA

El venerable obispo San Galo nació en Arverna (Clermont-Ferrant, Auvergne), Francia. Desde su tierna edad resplandeció en él la Gracia de Dios y cuando entendió que su padre quería casarle con una muy ilustre dama, se fue al monasterio clermontense que estaba a seis millas de su casa y suplicó al abad le recibiese en su compañía y le cortase el cabello. 

Conocida por el abad su gran nobleza, le dijo que era menester dar cuenta de todo a su padre, que era uno de los primeros senadores del reino, y envió a avisarle lo que pasaba. Al oír el padre las novedades, se entristeció mucho, diciendo: “Él es mi primogénito querido, y por eso deseaba casarle; pero si Dios lo quiere para su servicio, hágase su voluntad.” Con esa licencia dada, el abad ordenó al mancebo de primera tonsura y le recibió en el monasterio. 

Tenía tal suavidad en la voz cuando cantaba los divinos oficios, que maravillaba a todos. El Obispo de Arverna, San Quinciano, le llevó al palacio apostólico para enseñarle sobre las letras y virtudes; y el mismo Rey Teodorico y la Reina le tuvieron como hijo en la corte. Un día, habiendo ido el santo mozo en compañía del rey a la ciudad de Agripina, donde había un templo lleno de abominaciones gentílicas, y hacían cosas indignas de referirse, pues, a su costo, si es que lo hubiese, encendió aquel lugar con una gran hoguera que consumió todo cuanto había en el templo.

Murió San Quinciano, y aunque Galo solo era diácono, con un aplauso universal del pueblo de Arverna, fue ordenado sacerdote y aclamado Obispo. Era amado por toda la ciudad por su afabilidad, humildad y paciencia. Un día, cierto enemigo suyo le hirió en la cabeza y le dijo mil afrentas y baldones, y el santo se mantuvo tan sosegado y sin hablar palabra, como si fuera de mármol, que el injuriante terminó por postrarse a sus pies y pedirle perdón al santo siervo de Dios.

El día que Arverna ardió con intenso fuego imposible de apagar con poder humano, San Galo acudió al templo y puesto en oración tomó el libro de los Evangelios y abriéndole con los brazos en alto, salió a la vista del fuego, el cual al punto quedó del todo apagado. La gente alababa a Dios por su Santo Obispo San Galo y la multitud de gracias que de él se recibían por mandato Divino.

San Galo tuvo revelación del día de su muerte, que sería pasados tres días; hizo juntar a todo el pueblo, y con entrañas piadosas de padre, les dio la Santa Comunión, así como su bendición a todos, y al día tercero, que era domingo, dio su santa alma al Señor a la edad de setenta y cinco años, el año 550 A.D. Estando el santo cadáver en el féretro puesto en medio de la iglesia, a la vista de todo el mundo, se volvió del otro lado para estar mirando al altar, acreditando el Señor la santidad de su siervo con otros muchos prodigios y milagros después de su muerte. San Galo, santo Obispo de Clermont, Francia. 

Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

 

Antonio Garelli

 

Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.

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