TERCER ANUNCIO DE LA PASIÓN (28 de 77)

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¡Alabado sea Jesucristo!

México, D.F., Diciembre 9 del 2014

III.9.- TERCER ANUNCIO DE LA PASIÓN

(Mt 20, 17-19; Mc 10, 32-34; Lc 18, 31-33)

“Tomando consigo a los Doce, les dijo: “Mirad que subimos a Jerusalén, y se cumplirá todo lo que los profetas escribieron sobre el Hijo del hombre: le entregarán a los gentiles y será objeto de burlas, insultado y escupido; y después de azotarle le matarán; pero al tercer día resucitará.”  Ellos no comprendieron nada de esto; no captaban el sentido de estas palabras y no entendían lo que decía.”

 

            Ya llevan tres años con Él, y todavía tienen miedo de preguntarle al respecto.  Se los ha dicho en otras dos ocasiones, la primera hace ya tiempo (en aquel memorable ‘retiro’ en Cesarea de Filipo), y no salen de la duda.  ¿Por qué no preguntan?  Por ‘respeto humano’, por guardarse del ‘qué dirán de mí’.  Prefieren la duda y el miedo, que enfrentarse a la verdad.  Y esto es precisamente lo que el Diablo quiere: que se cieguen ante la evidencia y él pueda estar al acecho del Mesías.  Con ellos indecisos (piensa el Demonio), el mismísimo Cristo se puede desesperar y fracasar; al fin y al cabo es hombre.

            Es el mismo método de siempre: Satanás infunde la duda delante de la verdad (igual que con Eva en el Edén), se aprovecha de la voluntad libre del hombre para decidir (como en el caso de Adán en el Jardín de Dios) y entonces ataca con eventos sucesivos para que nosotros no podamos reaccionar; dando como resultado el pecado.  En el caso de los Apóstoles, en este tercer anuncio de la Pasión, ya ha infundido miedo y duda en sus corazones; todavía no habla, pero lo hará y entonces vendrán las faltas, los errores, los pecados.  Así actúa. 

            Este accionar se contrarresta con oración a Dios (pidiendo su ayuda), con negación de nuestra parte (para no dar entrada a las intrigas del Demonio), y ante todo, con una firme voluntad de permanecer en gracia y en contacto con Dios.  Hay dos cosas contra las que el Diablo nada puede hacer: La Obediencia y La Oración.  La primera no la puede agredir, porque es nuestra voluntad ser fieles al mandato, actuar correctamente; por lo tanto, el Demonio tiene que respetar esa decisión.  La segunda no puede tocarla, porque es camino abierto para contacto con el Padre (provisto por el Señor); es Mandato Divino y contra ello nada puede hacer el Satán.  Siempre podremos obedecer y siempre podremos orar.

            Otro ‘retiro’, ahora solo con los Doce; el Señor les quiere mantener atentos y llenos de fortaleza espiritual para que no caigan, o, por si llegaran a caer, se puedan levantar de sus tropiezos.  Solo que también Satanás está trabajando; él tiene sus propios intereses y empeños.  En medio se encuentran los Doce Apóstoles y todos los demás discípulos; es una lucha cerrada entre el Bien, que es Dios, y la ausencia total del mismo, que es el Demonio.  Solo la voluntad humana decidirá hacia dónde se va el fiel de esta balanza. 

            Se los dice tan claro, como que lo está viendo: “. . . le entregarán a los gentiles y será objeto de burlas, insultado y escupido; y después de azotarle le matarán; pero al tercer día resucitará.”  Solo le faltó señalar la ignominiosa forma en que esto sucedería: crucificado.  Al menos por curiosidad pudieron haber preguntado; pero ni los escépticos (Tomás y Felipe), ni los ‘preferidos’ (Pedro, Santiago y Juan), ni los parientes (Santiago y Judas), ni los amigos de siempre (Mateo y Simón el Cananeo); ni el fidelísimo (Andrés); ni el de la Gran Ciudad (Bartolomeo); ni Judas el traidor; ninguno, ni uno solo se atrevió a abrir la boca para cuestionar. . .  Al menos para saber qué les esperaba a ellos. 

            Estos pobres hombres están como yo cuando navegaba: no tienen miedo, ¡tienen pánico!  Eso es lo primero que causa el acecho: temor; y el temor genera incertidumbre; y eso es lo que quiere Satanás, que no estén seguros de nada; que su fe flaquee, que su esperanza se debilite, que su caridad amaine.  Así están los Doce Apóstoles a estas ‘alturas’ del Camino de la Redención. 

            Afortunadamente hay una discípula incondicional del Señor que siempre le ha amado, incluso antes de nacer; que siempre le ha aceptado, incluso arriesgando su vida; que será el baluarte de Fe – Esperanza – Caridad de todos: María Madre; La Única, La Siempre Fiel, La Inmaculada. ¡Bendita seas María Santísima!, por estar siempre presente.

 

Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

Antonio Garelli

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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.



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