Está orientada, consciente y habla: "Venga, tranquilos, haced las cosas bien, no pasa nada". Así es como Teresa Romero intenta alentar a los sanitarios que la tratan y la cuidan cada día en esa habitación de aislamiento de la sexta planta del Hospital Carlos III de Madrid, de la que está pendiente todo el mundo. Entre los profesionales que la atienden hay compañeros con los que ha trabajado codo con codo. Al igual que ellos la asisten, ella también quiere protegerles, tal y como cuenta a EL MUNDO uno de los sanitarios que la ve casi a diario: "Sabe lo difícil que es trabajar con un equipo de protección individual como el que requerimos para enfrentarnos al ébola". De ahí sus palabras de calma, para que no se cometan errores, para aplacar los nervios y hacer todo más llevadero.
"Es compañera. Lleva 17 años trabajando en esta profesión" yconoce perfectamente cómo se ven las cosas desde el otro lado, detrás de la escafandra y enfundada en el traje amarillo. Sus ojos han mirado a través de las gafas que se utilizan en estos casos y conoce el olor de la mascarilla que se ponen. Teresa no dudó en asistir a Miguel Pajares y a Manuel García Viejo cuando más lo necesitaban. De hecho, la familia de este último infectado quiso expresar a través de un comunicado su apoyo a la auxiliar de enfermería y a su familia y "le agradecen a ella y a todo el personal sanitario del Hospital Carlos III la atención prestada al hermano de San Juan de Dios durante su tratamiento".
Ahora, como paciente, también pone su granito de arena. "Nos ayuda para que todo sea más fácil y colabora mucho". Un trabajo en equipo que empieza a ver la luz. El jueves por la tarde, Teresa Romero recibió un "cóctel de fármacos nuevos" (antiviral y anticuerpos), un tratamiento que se une a las medidas de soporte vital (como suero o antitérmicos) y al plasma de la hermana Paciencia Melgar, superviviente de ébola, que se han administrado a la auxiliar de enfermería desde su ingreso, el pasado día 6.