TRIPLE NEGACIÓN DE PEDRO (47 de 77)

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¡Alabado sea Jesucristo!

 

México, D.F., Marzo 11 del 2015

 

V.2.- TRIPLE NEGACIÓN DE PEDRO

(Mt 26, 69-75; Mc 14, 66-72; Lc 22, 54-62; Jn 18, 15-18; 25-27)

 

“. . . Pedro le iba siguiendo de lejos.  Habían encendido una hoguera en medio del patio y estaban sentados alrededor; Pedro se sentó entre ellos.   

Una criada, al verle sentado junto a la lumbre, se quedó mirando y dijo: ‘Este también estaba con él.’  Pero él lo negó: ‘¡Mujer, no le conozco!’ 

Poco después le vio otro y le dijo: ‘Tú también eres uno de ellos.’  Pedro dijo: ‘¡Hombre, no lo soy!’

Pasada como una hora, otro aseguraba: ‘Cierto que éste también estaba con él, pues además es galileo.’  Le dijo Pedro: ‘¡Hombre, no sé de qué hablas!

En aquel mismo momento, cuando aún estaba hablando, cantó un gallo.  El Señor se volvió y miró a Pedro.  Recordó Pedro las palabras que le había dicho el Señor: ‘Antes que cante hoy el gallo, me habrás negado tres veces.’  Y saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.”

Evangelio según San Lucas

‘...No sé ni entiendo qué dices…’ (Primera) ‘...Pero él lo negaba de nuevo...’ (Segunda)

‘… ¡Yo no conozco a ese hombre de quien habláis!…’ (Tercera)

Evangelio según San Marcos

 

‘…No sé qué dices…’ (Primera) ‘… ¡Yo no conozco a ese hombre…! (Segunda) ‘…Entonces él se puso a echar imprecaciones y a jurar: ‘¡Yo no conozco a ese hombre!’ (Tercera)

Evangelio según San Mateo

 

‘...No lo soy…’ (Primera) ‘...No lo soy...’ (Segunda)‘… Pedro volvió a negar, y al instante contó un gallo…’ (Tercera)

Evangelio según San Juan

 

            Un año antes de este tan doloroso incidente, hubo un pequeño diálogo entre Simón y Jesucristo; el primero había dicho: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”, a lo cual el segundo había contestado: “Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.  Los tres Evangelios Sinópticos lo registran más o menos igual.  San Juan no hace mención alguna.  En la Liturgia conocemos ese instante como “Profesión de Fe y Primado de San Pedro”; así, pues, Simón sabía perfectamente bien quién era Jesús, y éste a su vez, le ‘recompensó’ su liderazgo.  Así de firmes y auténticas eran las relaciones entre el Mesías y el Príncipe de los Apóstoles a un año de distancia.  Entonces, ¿qué sucedió? Otro acecho del Demonio, y otra caída de uno de sus discípulos; pero esta vez el asunto tiene tintes de calumnia y de deshonra.  El Satán ha golpeado bajo nuevamente, porque una negación de alguien conocido, es también una traición; por lo tanto, este es el segundo Apóstol que traiciona a Cristo.

            ¡Es horrible que lo nieguen a uno!, más aún si quien lo hace es íntimo de uno mismo.  A mí ya me sucedió ¡y con mi Madre!  Créanmelo, no se lo deseo a ninguno.  Allá por los años finales de mi adolescencia, mi comportamiento era tan malo y desastroso, que le causaba a mi querida Mamá toda suerte de ofensas y disgustos.  Un día, una tía mía (hermana suya), preguntó: “¿Qué está pasando  con Toño, tu queridísimo hijo?” (Por supuesto, la pregunta llevaba su carga de insidia en la forma de decirlo).  Mi Mamá respondió: “Ese no es mi hijo.  El niño que yo crié ha desaparecido; a este muchacho yo no le conozco.”  Yo estaba en un cuarto de la casa, sin que mi Madre supiera; por eso pude oírla.  Me acuerdo que hasta sentí un dolor en el pecho que me impedía respirar; lloré tanto, que un día después todavía me dolían los ojos.  Para mí fue de tal manera devastador el momento, que desde ese día inicié mi recuperación, para salir de los lazos que me ataban al Demonio; porque andaba. . . realmente mal.

            “El Señor se volvió y miró a Pedro.”  Yo sé qué se siente con eso: el alma empequeñece; la pena propia y la ajena, abruman; el dolor interior no se puede describir; a uno le dan ganas de morirse y desaparecer.  Y siempre es porque le damos oportunidad a Satanás; porque nos distraemos y él no; porque confiamos en nosotros mismos y él nos vence.  Casi estoy seguro que este es uno de los momentos más aciagos de ambos; de Jesucristo y de su querido amigo Simón.  Mi Madre pudo haber tenido razón de hacerlo; pero Pedro, ¿qué razón tenía para negar a su amadísimo Rabboni?  Razón, ninguna; simplemente se distrajo, se confió y el Demonio le usó.  Por eso cayó.

            El registro tan desmenuzado de este acontecimiento por los Cuatro Evangelistas, para mí tiene dos razones fundamentales: por más seguro que me sienta, así sea el Príncipe de los Apóstoles, puedo caer en las trampas del Demonio; y, dentro de la defensa de mi fe, ser capaz de negar a Cristo (o las verdades de su Evangelio), es lo peor que como cristiano puedo hacer; porque al Señor le ofendo profundamente y como ‘negador’ duele en el alma.  Me imagino lo que pudo haberle ‘vuelto a doler’ a San Pedro este evento (más de treinta años después en Roma), cuando se lo contó a su querido discípulo Marcos para que lo escribiera para la posteridad.  Ejemplo invaluable éste.

            También esta batalla es tuya, Satanás, pero tampoco es completa; porque en su llanto amargo Pedro mostró un sincero arrepentimiento que el Señor aceptó.  No ganaste del todo, al final se consiguió la contrición. 

Afectísimo en Cristo de todos ustedes,

 

Antonio Garelli

 

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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.



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