VERITELIUS DE GARLLA - INTRODUCCIÓN - (1)

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¡Alabado sea Jesucristo!

Ciudad de México, Marzo 27 del 2016.

 

Veritelius

de Garlla,

Apóstol Gentil
 
 

 
Historia Épica de Doce Escritores del Siglo I

y un Recopilador del Imperio Romano 

 
Antonio Garelli

 
 
INTRODUCCIÓN

A todos los seres humanos nos gusta la Historia; es una falacia decir que es un asunto que no nos llama la atención.  Además de importantísimo (pues de su conocimiento y dominio depende evitar los errores ya cometidos; y por lo tanto mejorar en nuestro hacer), el estudio de la Historia tiene múltiples facetas: en las estadísticas, fechas y cantidades, está su parte matemática; en el registro de frases, oraciones y proverbios, está su parte filosófica; y en el detalle de lugares, personas y costumbres, se tiene la parte sociológica.  Esta pequeña división, solo la hago para sustentar el hecho de que, de una u otra forma, a todos nos gusta la Historia y hasta nos ocupamos por aprenderla, registrarla o vivirla.

No puedo imaginarme a un médico capaz, sin que le guste la Historia Médica; su dominio es esencial para su labor.  Igualmente, qué sería de un ingeniero o un arquitecto sin conocer la Historia de la Construcción; su conocimiento sería, real y llanamente, muy limitado.  Igual podría yo decir de la economía, la contaduría, la jurisprudencia, la química, la física, etc., etc.

Pues para los que nos deleitamos con la Historia Sagrada, ese exclusivo registro y conocimiento de asuntos bíblicos y teológicos; relacionar acontecimientos, fechas y personajes citados en La Santa Biblia, con los que La Historia Universal nos puede dar, es un asunto fascinante, amén de meticuloso.  Solo que a veces, no tenemos ni el tiempo, ni los libros, ni las posibilidades de confrontar los hechos de unos y otros, para encontrar la verdad; o al menos, la opinión que ‘más nos complazca’ o se acerque más a ella.  Suele ocurrir en algunas ocasiones, que uno hace inversiones muy importantes en la adquisición de enciclopedias, libros y revistas, con tal de tener ‘un aceptable punto de referencia’ respecto de lo que queremos saber sobre el tema.

Especialmente la Historia del Nuevo Testamento, ocurrida ésta en el Imperio Romano (quizá el mejor documentado de todos los que existieron hasta el Siglo XX), encierra una gran cantidad de incógnitas, contradicciones y ausencia de datos, aún tomando como buenos los existentes en La Historia Universal, La Historia Sagrada y El Magisterio y Tradición de la Iglesia Católica.  Todas éstas han sido mis fuentes, y sin embargo, he tenido que ‘suponer’ muchos de los hechos que debieron haber sucedido, pero que en ninguna parte están dichos.

Veritelius de Garlla, el personaje central de esta novela, es ciertamente ficticio, pero no tengo ni la menor duda de que haya existido un hombre así.  Si bien todo lo que hace en la redacción es producto de mi imaginación, las acciones que realiza están basadas en las costumbres de los altos jerarcas del Romanorum Imperialis Exercitum del I y II Siglos de nuestra era.  Así pues, esta es la ‘historia’ del hombre que, por órdenes de Tiberius Iulius Cæsar, en algo que ellos llamaron el “Christus Mandatus”, se dio a la tarea de recopilar los Sagrados Escritos de Apóstoles y Discípulos ‘para beneficio de las generaciones por venir, para la posteridad’.

Dado que mi intención ha sido más pedagógica que de aventura, he cuidado mucho un estricto apego a la verdad, cuando ello ha sido posible; evitando narrar hechos o acontecimientos que llamen a la discordia o a la discusión, que, en cualquier caso, resultarían fútiles.  Sinceramente, espero que las más de mil horas que he empleado para integrar este documento, histórico –narrativo– y de consulta, puedan aportar algo de conocimiento (además de los latinismos usados), a los lectores interesados en los sucesos del tiempo transcurrido entre los años XXXIII y LXXIII Anno Domini; las cuatro décadas que cubre el inesperado “Christus Mandatus”.

Antonio Garelli

En la Ciudad de México

Januarius XVII del MMVI Anno Domini

Solemnidad de San Antonio Abad

 

 

 

CAPÍTULO PRIMERO

Prosperítas, Felicítas

 

 

 

 

 

 

 

Mediolanum, Transpadana, Italia

Iunius XIII

 Año XX del Reinado de Tiberio Julio César

VILLA GARLLA

Estoy en plena celebración de mi LIV cumpleaños y ha llegado a mi villa palaciega un mensajero del tabellarius (correo) de caballería del César, con una nota urgente que dice:

         Tribunus Legatus Veritelius de Garlla:

          Urge su presencia en Roma.  Comisión especial del Emperador

         le ha sido asignada para su personalísima atención inmediata.

                                                                 

                                                                  Flavio Nalterrum

                                                                  Senator

 

         Roma, Iunius XI del Año XX

         Del Reinado de Tiberio Julio César

 

Me parece muy extraño.  Tiberio Julio César ya no vive en Roma desde hace muchos años; ahora está en la Patricia Capreæ (Capri), alejado del mundanal bullicio de la Roma Imperial y de los problemas de gobierno; que atienden gustosamente (para su enriquecimiento personal), los Senadores Romanos.  Sin embargo, cuando uno recibe una misiva con esas características, ha de atenderla de inmediato sin importar lo que se esté haciendo; las aclaraciones en estos casos, deben ser historia, nunca indecisiones pasivas. 

Hay tantos problemas en la Urbe y en las Provincias y tan pocos hombres en quien confiar, que se ha de echar mano hasta de los generales retirados; esos que gozan el producto de sus esfuerzos juveniles en batallas, viviendo la Pax Romana en plenitud: una gran villa rodeada de vastos terrenos de cultivo, esclavos y sirvientes pagados por cuenta del estado, una centuria de legionarios para defensa personal vitalicia y las ganancias de jugosos negocios con el Senado.  Pero con una responsabilidad primordial: atender las demandas y deseos del Imperator en turno, sin importar su nombre, su familia o sus desastres como gobernante.

Me pregunto de qué se tratará el asunto: ¿la enésima sublevación en la Galia?; o pudiera ser: ¿otro conflicto de intereses en Hispania?; quizás mejor ¿corrupción entre los de Cartago y Siracusa?; o aquélla madeja de problemas que es Judea, tan pequeña y tan conflictiva; allá en Palestina.  Por cierto, hace treinta días ha llegado a Roma la noticia de la barbarie cometida en Jerusalén (una ciudad del Oriente, a cincuenta jornadas de camino por mar y tierra desde esa Imperial Urbe), con un hombre llamado Iesus Nazarenus y dos salteadores más.  Fueron crucificados.  Hacía mucho tiempo que no oía de una ejecución como esta. 

La noticia no ha tenido que ser traída por esos osados navegantes de las liburnas, que surcan el Mare Mágnum con sus embarcaciones a vela a más velocidad que cualquiera otra que exista.  Sé que algunos de ellos han traído noticias a Roma desde Alejandría en tan solo ocho días; pero ésta está fechada el XXVI de Martis del año VII de la Procura de Poncio Pilatus en Judea, esto es, setenta y nueve días al día de hoy, después de su datación.  No urgía la entrega.

Aquí, en este maravilloso ‘lugar al medio de la tierra’ del Septentrio itálico que es Mediolanum, preferiría que se tratara de algo en Gallia, Hispania o Germania, en donde yo hice campañas militares exitosas y conozco a tanta gente que aún sirve en las Fuerzas Imperiales; que allende el Mare Nostrum en el desierto y el calor, en donde, por más oro que haya de por medio, uno sufre en carne propia los estragos del clima y las incomodidades de esos lugares tan atrasados.  Hasta para construir los palacios personales tiene uno que sufrir: la mano de obra es muy escasa, los esclavos son unos incivilizados que tiene uno que educar desde lo más básico, las artes son prácticamente inexistentes; y la Urbe se extraña a cada instante.  Realmente les pido a los dioses que no tenga que viajar mucho.

A los cincuenta y cuatro años de edad, uno debe estar disfrutando de la vida tranquila junto a la familia, gozando de la fortuna personal acumulada durante treinta años de luchas victoriosas, generando arte para la posteridad.  Para mí la política es para los malvados, para los físicamente impedidos, para los que intelectualmente no han sido dotados en el arte, la milicia o los negocios. 

Yo nunca seré político; a mí me gusta la hacienda en el campo, el espacio abierto, la vida en libertad.  Esas paredes romanas, aunque sean de mármol, me asfixian, me deprimen, me acaban.  No en balde Tiberio César ha escogido Capreæ como su refugio personal; desde su palacio en lo alto de la montaña, puede uno ver la más basta demostración de azules en el mar y en el cielo; respirar la pureza penetrante del aire límpido y fresco; y oír los sonidos que deja el silencio profundo.  Éste ha resultado más hábil que Augusto César, su padrastro, quien tuvo que lidiar con la turba romana durante todo su reinado.

La salida hacia Roma, me ha informado el mensajero, ha de ser de inmediato y con él mismo.  Su corcel, uno de esos caballos pequeños pero muy veloces que se crían en la inmensidad de los desiertos meridionales del Imperio, está exhausto y se quedará en Villa Garlla para ser entregado con tabellarius (correo) posterior.  Le ordeno al centurión a cargo que prepare una ‘decuma de equites’, pues todos iremos a caballo hasta Roma sin perder tiempo.  Yo comandaré, seremos doce en total y viajaremos lo más ligeros posible para avanzar en el día la jornada completa. 

Nada he disfrutado más en toda mi vida que cabalgar; bien de placer, bien de viaje, bien de campaña.  La centuria completa de hombres a mi servicio por la milicia, son equites, lo mejor dentro de los jinetes del Imperio; todos tienen espléndidos caballos que han de atender mejor que a sus hijos, si fuese necesario. 

Cuando los seleccioné, todos eran infantería de primera; ahora son caballería espléndida.  Para ir a Roma, tomaremos la ruta de la paxis, pues serán necesarios víveres durante todo el camino.  Dejaremos mensajeros en diez puntos a lo largo de la ruta para las necesidades de comunicación que se presenten; deberán ser reemplazados cada día desde la Villa Garlla, a donde regresará el sustituido para estar presto al día siguiente. 

Sin mi presencia en la Villa, las decisiones de la familia y de la hacienda, las tomará mi esposa Lili y las de la defensa, Demustus, el centurión.  Cada dos días (o diario si fuese necesario), saldrá un mensajero desde la Villa para darme las noticias y mantenerme informado en mi ausencia, éste será el cambio en avanzada de los mensajeros desde la Villa hasta donde yo esté.

Villa Garlla es además de mi palacio y mi hogar, una pequeña fortaleza de defensa e información para el Imperium, esto es, el mando militar al servicio del César, de donde él es Supremus y Maxîmum.  Las cuatro Legiones acuarteladas en Mediolanum tienen sus Magíster Legionarios, pero el primus pilus, o primero en el mando, aunque en retiro, soy yo; ‘mi corta edad’, mi status de Tribunus Legatus y la gran experiencia en campañas, me han concedido ese privilegio.  Así sucede con las tropas ‘estacionadas’; ya en guerra o en asalto no están más bajo mi mando, pasan al General en activo.

Yo entré a la milicia romana a los diecisiete años cumplidos, pero por supuesto, no era Legionario; servía en los cuerpos de apoyo y suministro de las ciudadelas.  Aprendí muchísimo de los movimientos de materiales, armamentos y alimentos para la gente; serví en diversos tipos de cohortes y en casi todas las armas. 

Cuando tuve suficiente altura y corpulencia, me alisté como Legionario; a los veinticuatro años de edad fui nombrado Centurión; a los veintinueve, Jefe de Cohorte; a los treinta y cinco, Comandante de Legión, a los cuarenta General Magíster Legionario; y a los cuarenta y seis, Tribunus Legatus, Título que me confirió Tiberio César.  Serví a las órdenes de los Generales de Augusto César en la campaña de Achaia, ante la sublevación de los espartanos; en donde las seis Centurias de mi Cohorte fueron las menos dañadas y las que más avanzaron en la escabrosa tierra de Esparta, dándole una victoria contundente a las Milicias Romanas.  Ésas, fueron las únicas incursiones militares que guió Tiberio personalmente y allí tuve el honor de conocerle.  El oráculum estaba a mi favor: yo le conocí, él me vió; el destino nos unió.

En nuestra querida Garlla, vivimos unas ochocientas personas distribuidas en una decena de millias cuadradas; hay cuatro caballerizas equidistantes desde el centro, en donde esta el Palazzo; todas están a media jornada de camino a pié; cada oppidum o aldea, es a su vez el centro de los campos de siembra de todo lo que se cultiva en la comarca, dejando los árboles frutales y los viñedos en los campos que le corresponden hacia la Villa desde cada aldea.  En cada oppidum está el asentamiento de quince Legionarios con sus respectivos equinos y armas, y en la Villa se acuartelan veinticinco de ellos.  

A la mitad del año, se rotan cinco hacia la aldea derecha, teniendo que mudar su casa y familia junto con ellos.  Casi todos los Legionarios son mayores de treinta años, pero en plenitud de facultades físicas.  Siempre nos recordamos que somos ‘una fuerza especial’ para la lucha y la defensa, por lo que las prácticas de armas son continuas durante todo el año; el Centurión y sus subalternos llevan registro exacto de ello.  Los que son casados, viven con sus familias en el lugar; los solteros en la casa ex profeso.


Además de los militares, en cada aldea viven seis capataces con sus maestres y labriegos.  En Villa Garlla se producen vinos, quesos y aceites; conservas de frutas y verduras; harinas y panes; y carnes frescas y secas; todo para alimentar a nuestras orgullosas Legiones Romanas de las Provincias.  Toda la gente con edad suficiente en Garlla, sabe el manejo de las armas, las tácticas de defensa y ataque; estando además dispuestos por juramento, a entregar su vida en bien de la comunidad. 

Todos saben quién es el amo y señor de cuanto hay aquí; un solo nombre: Veritelius de Garlla, Tribunus Legatus (en retiro) del Ejército Imperial Romano, al servicio de Tiberio Iulius Cæsar, Imperator Maxîmums.

La Villa central está formada por cinco edificios: el domus, que es la casa de la familia; una villa romana clásica, sin lujos, pero sin carencias.  Yo diría que más piedra y madera tallada que mármol.  También está el edificio del teatro y la biblioteca (con más de mil volúmenes en Latín y Griego), que son los centros de educación y cultura de los habitantes de Garlla, de acuerdo a sus potencialidades; aquí se fomentan las artes, todas, al mejor nivel posible.  Igual pintura, que música, que escultura o danza, pero sobre todo, la literatura; todos en la Villa, son capaces de leer, al menos, el Latín Común. 

Otro conjunto lo forman la arena y la pista, estos son los lugares de esparcimiento para todos; por supuesto, lo que más nos gusta a todos son las actividades ecuestres.  También son las más concurridas y prestigiosas que tenemos.  Al final de estos campos, están los molinos y las casa de labores, así como los almacenes del producto para la venta y entrega al Ejército Imperial; todos estos edificios en piedra caliza de Liguria.  

Hemos erigido un pequeño templo a los dioses, el cual guarda en su parte posterior, el panteón de nuestros antepasados; esta es la más soberbia de nuestras construcciones: solo mármol, un gran auditorio y un pórtico romano digno de la Gran Urbe.  Cada ‘aldea’ cuenta con su propia plaza y jardines; en Mediolanum si algo sobra es agua y tierra magnífica para el cultivo. 


A Lili, la flor que tengo por esposa, le encantan sobre todo dos cosas, los niños y las flores.  Por mandato de ella (y todos hemos de respetarlo, incluido yo), ningún infante menor de doce años ha de trabajar en labores del campo o la factoría; aunque no le guste a él mismo, tiene que estudiar.  Yo la apoyo, eso dará mejores Ciudadanos Romanos para su vastísimo Imperio.  Respecto a las flores, en todas las aldeas, durante la estación de primavera, se realiza un concurso de arreglos florales de las plazas comunales y son premiados los ganadores con telas finas y artículos de vidrio traídos desde Siria y Asia Menor. 

Igual que la Villa en el centro, las cuatro aldeas que la rodean están dispuestas con la plaza comunal como eje: un lado corresponde a las caballerizas, otro a la tienda de abastos (de piedra), otro al oratorio y el restante a la galera de habitaciones para los Centuriones solteros y la casa del capataz.  En Garlla vivimos ‘como en campaña’, todos sabemos que estamos de paso tanto en la Villa como en la vida; por ello nos esforzamos diariamente a ser lo mejor que podemos ser, a dar todo lo que podamos ofrecer.  ¡Todo por nuestro dios preferido y por nuestro amado Emperador!

Hemos salido a prima luce hacia Roma, queremos cabalgar a trote durante todo el día por los hermosos valles desde Mediolanum hasta el Río Padus, de éste cruzaremos su imponente caudal de vida en Placentia, en donde haremos nuestra primera noche.  Las eventuales lloviznas de la zona, con sus pequeñísimas gotas cristalinas, nos refrescan del calor de verano que ya se deja sentir intensamente; también para nuestros corceles es bueno, pues ellos disfrutan mucho estos leves cambios de temperatura.  Nuestro ritmo de avanzada en constante y así los animales no se fatigarán en el recorrido.  Los infinitos verdes de estas suavemente onduladas colinas, hacen gozar el paso entre ellas; el exquisito olor que despide la tierra mojada, nos hace inspirar profundamente, más a menudo que de costumbre; nuestros pulmones sienten la entrada del vital aire hasta el último rincón de sus cavidades. 

Trotamos de dos en fondo intercambiando los lugares de adelante hacia atrás, para que los animales, y nosotros mismos, aprovechemos el aire limpio que genera nuestra velocidad.  Toda la tierra de estos maravillosos lugares es negra, con un contenido de humus tal, que lo que uno siembre se cultiva con facilidad y se cosecha con agrado.  Yo nunca he visto mejores tierras en todo el Imperio Romano, que las de Transpadana, entre el Padus y los Alpes;  y las de Pía Monte y Æmilia hacia la región meridional de Italia.  Son verdaderamente una bendición de los dioses.

Saludos afectísimos en Cristo

 

Antonio Garelli

 

 

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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.



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