ZAQUEO DE JERICÓ, HIJO DE ABRAHAM (30 de 77)

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¡Alabado sea Jesucristo!

México, D.F., Diciembre 16 del 2014

III.11.- ZAQUEO DE JERICÓ

(Lc 19, 1-19)

“Habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad.  Y he aquí que un hombre rico, llamado Zaqueo, principal entre los publicanos, hacía diligencias para conocer a Jesús de vista; y no pudiendo a causa del gentío, por ser de muy pequeña estatura, se adelantó corriendo, y se subió a un sicómoro para verle: porque había de pasar por allí.

Llegado que hubo Jesús  a aquel lugar, alzando los ojos le vio, y le dijo: ‘Zaqueo, baja pronto; porque hoy he de hospedarme en tu casa.’ Él bajó a toda prisa, y lo recibió gozoso.

 Todo el mundo, al ver esto, murmuraba diciendo que se había ido a hospedar en casa de un hombre pecador.  Mas Zaqueo, puesto en presencia del Señor, le dijo: “Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he defraudado en algo a alguno, le voy a restituir el cuádruplo.” 

Jesús le respondió: “Ciertamente que el día de hoy ha sido día de salvación para esta casa; pues que también éste es Hijo de Abraham.  Pues el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.”

(Ustedes lo saben bien, Zaqueo para mí es un caso especial; tanto, que me permití escribir un libro al cual titulé “El Evangelio según Zaqueo” (Editorial El Arca – 2004).  Convendría que lo leyeran.)

            ¡Allá va Jesús, a quitarle otra alma humana al Demonio!  Éste lo sabe y por ello acecha al Mesías.  Es tan sutil el relato, que uno no se da cuenta en la primera lectura de todo lo que encierra desde el punto de vista de la Salvación.  Pero para Satanás está muy claro: El Divino Maestro está consiguiendo una vez más su objetivo.  En este viaje, el último que realizará hacia Jerusalén, Jesucristo ha decidido visitar todas las poblaciones que se encuentren en el camino desde Galilea hasta la Gran Ciudad; no importa que estén en tierra Samaritana, de la Decápolis o Judía, quiere pasar por todas. 

            Aquí, en Jericó, se reúnen las concentraciones más grandes de ‘gentiles’ camino a la Ciudad de David; por ser el paso obligado para el reabastecimiento de víveres para las caravanas. Hay gente de todos los países vecinos y de los más lejanos confines del mundo conocido: sirios, fenicios, babilonios, persas, medos, griegos y elamitas.  Más aún por estas fechas en que los tiempos de La Pascua se acercan y los Judíos de la Diáspora hacen el viaje anual obligatorio hacia el Templo de Salomón (reconstruido por Herodes el Grande), para la presentación de sus ofrendas del período. 

            En Jericó abunda el comercio y las actividades sociales, culturales y recreativas propias del Imperio; por lo que no es difícil deducir una importante generación de impuestos en esta zona, algo vital para romanos y judíos. Los recaudadores por lo tanto, eran gente para tomarse muy en cuenta.  Zaqueo, que es de esos, y a quien Lucano señala como ‘principal entre los publicanos’ (esto es, jefe de recaudadores; por lo tanto rico, influyente y poderoso), finalmente podrá ver al Mesías; algo que deseaba desde hacía mucho tiempo, pero que no había podido hacer en razón de sus ocupaciones.  Pero el Señor sabe ‘el tiempo de todas las cosas’ (y de las causas, también), y por eso ahora se presenta en Jericó, porque viene decidido a salvar un alma en específico: la de Zaqueo, uno de los publicanos más repudiados por los judíos.

Imagínense la escena: este importante hombre (de un metro y cuarenta centímetros de alto aproximadamente); de más de cincuenta años; ataviado con finos ropajes de seda y lino, como correspondía a su categoría; trepado en una higuera que apenas le podía sostener; pero aún con eso, logrando su objetivo: ha podido ver a Jesús de Nazaret.  Ya Leví de Cafarnaúm (Mateo), de quien era muy amigo, le tenía harto con sus ‘sublimes’ comentarios acerca del Mesías; y por fin le conoce en persona. ¡Y no solo eso!  ¡Jesucristo mismo entabla diálogo con él! ‘. . . Zaqueo, baja pronto; porque hoy he de hospedarme en tu casa. . .’, le dice.  ¡Vaya sorpresa que se ha llevado ‘el chaparrito’! Ahora resulta que hasta le dará hospedaje al mismísimo Cristo: el hombre más famoso de Galilea, el que nunca ha pagado impuestos para el Imperio.

            El grupo de discípulos que acompaña a Jesús de Nazaret por este tiempo, es de más de cien personas entre hombres y mujeres.  Sus Apóstoles, que siempre están con Él, han iniciado también sus ‘milagros’ en bien de la salud de los endemoniados, los enfermos y los desamparados.  Cuando llegan a una ciudad, los tumultos de gente alrededor de Jesucristo son impresionantes; todos quieren verle, tocarle, o en el mejor de los casos, ser favorecidos con una de sus obras portentosas.  Aquí en Jericó ya ha realizado algunos, pero ahora va a casa del rico de la ciudad, a la mansión de Zaqueo.  Hacia allá se dirigen todos, también el Demonio y sus secuaces: escribas, fariseos y saduceos que andan buscando cómo acusar al Mesías sobre incumplimiento a las costumbres del pueblo judío y ésta, es una gran oportunidad. “. . . Todo el mundo, al ver esto, murmuraba diciendo que se había ido a hospedar en casa de un hombre pecador. . .”

Y aquí, aprovechando la insidia del Satán, Cristo hace ver a todo el mundo que también los pecadores, con un acto de contrición sincera, pueden salvarse:   “. . . Mas Zaqueo, puesto en presencia del Señor, le dijo: “Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he defraudado en algo a alguno, le voy a restituir el cuádruplo. . .”  Este hombre ya está harto de ser señalado por sus vecinos y paisanos como un pecador y le ofrece al Salvador lo que tiene para restituir los daños por los errores cometidos.  Acto seguido, Jesucristo, el único que conoce el interior de su alma y sabe de la sinceridad de sus palabras, lanza el perdón incondicional delante de todos: “. . . Ciertamente que el día de hoy a sido día de salvación para esta casa; pues que también éste es Hijo de Abraham.  Pues el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.” Nada más se necesita, Zaqueo ha sido ganado para el Evangelio.

Por supuesto que Satanás se habrá revolcado de ira ante la respuesta dada por el Divino Maestro, ya que Él asegura que hay ‘salvación para esta casa’; y además, señala a Zaqueo como ‘Hijo de Abraham’.  Jesucristo lo ha dicho así para que todos los asistentes entiendan: la expresión ‘Hijo de Abraham’, era usada como un adjetivo calificativo de una persona piadosa, lo que nosotros identificaríamos como ‘un hombre bueno’, ‘un santo en vida’.  De ese tamaño ha sido la reivindicación de Zaqueo por el Mesías; sin posibilidad de mal interpretar las palabras, pues ahora todos saben que el ‘jefe de publicanos de Jericó’ ha recibido el perdón del Salvador.  Todavía si esto no fuera aceptado, Jesús ha dejado claro cuál es su Misión: “. . . Pues el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.”

No importa cuanta maldad se haya acumulado en la vida, ni importa de qué se tenga fama; si mi arrepentimiento es sincero (me aparto de las situaciones del mal y no volvo a pecar), puedo alcanzar el perdón, y con ello la salvación. ¡¿Te quedó claro Satanás?!  Para eso es que Dios se hizo hombre, para eso se encarnó el Verbo, ¡para salvarme de ti!

Afectísimo en Cristo de todos ustedes, 

Antonio Garelli

 

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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.



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